Desintegración familiar, drogadicción y alcoholismo restan a la dignidad humana

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Desintegración familiar, drogadicción y alcoholismo restan a la dignidad humana

Foto: Archivo
Viven frailes de la orden de los Mínimos la nueva santidad, según la óptica del Papa Francisco

En el marco de las celebraciones por los 500 años de la canonización de San Francisco de Padua, el rector de la Órden de los Mínimos, Omar Solís, habló del trabajo social que han realizado y cómo su presencia en el Barrio Águila de Oro ha modificado la comunidad abriendo la puerta a un mejor futuro.

El nombramiento como santo del teólogo de la orden Franciscana fue uno de los más rápidos en la historia católica, asegura Solís adjudicando esto a los milagros que hizo Dios a través de él. Fundamentalmente el canonizado se regía por la austeridad, humildad y silencio.

“El se destaca por una sobriedad de vida, aunque el inicio de su vida como religioso lo hace como ermitaño, pero no era alejarse de la sociedad solamente sino tener estos momentos para encontrarse con Dios. Él llenándose de Dios, lo transmite a los demás”, comentó el religioso.

Para el rector del convento localizado en las calles Guerrero y Bolívar, en el centro de la ciudad, aseguró que en este momento esos valores se deben de redescubrir para así poder apreciar la santidad en quienes nos rodean.

“Hace un año y medio el Papa Francisco nos regaló una exhortación apostólica que se llama “Gaudete et exsultate”, Alégrense y regocíjense. Con esta exhortación nos pone en una óptica de la santidad ya no como estos hombres extraordinarios que vivieron el Evangelio de Cristo, pero no alejados de la comunidad. Habla de la santidad de las personas que están a un lado de nosotros: los padres de familia, los catequistas, los maestros, todo trabajador en su cotidianeidad busca vivir los valores del Evangelio”, indicó Solís.

 

Nos dimos cuenta que el aislamiento y la introspección no servían de mucho, fue cuando empezamos a ayudar a la comunidad”.
Omar Solís, rector de la Órden de los Mínimos.

De acuerdo con el fraile mínimo, buscan que el convento sea un pequeño oasis donde la gente viene y encuentra la satisfacción de pacificar su corazón para el encuentro del Dios. Por otro lado se dieron cuenta que el aislamiento y la introspección no servían de mucho, fue cuando empezaron a ayudar a la comunidad.

“Comenzamos preparando alimentos para los más vulnerables. Empezó en la puerta, pero la gente tenía que comer en la calle. Entonces habilitamos dos cuartos para poder atenderlos y ya tenemos tres años ofreciendo a los más pobres alimentos calientes de lunes a viernes”, platicó Omar Solís.

Por otro lado desde la Rectoría de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, los frailes detectaron problemas de desintegración familiar, drogadicción y alcoholismo.

“Empezamos con una presencia silenciosa para quitar muchas de estas cosas que quitan su dignidad a las personas, esto procurando que los mismos jóvenes que participan obtengan una beca para estudios. Estamos convencidos que la solución para estos problemas es la educación”, afirmó.

Solís indicó que quienes estén interesados en ayudarlos en sus labores pueden cooperar materialmente o con servicio.

“Pueden ayudar con alimentos no perecederos como arroz, frijol, aceite. Pueden venir a servir o a cocinar. También pueden adoptar a estos jóvenes que necesitan este crecimiento educativo o ayudarnos en las actividades de la iglesia. Nuestra casa siempre ha sido abierta”, puntualizó Solís.