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Desde el juez de la conciencia
“El problema no es lidiar con Pedro explosivo, el problema es tratar con Judas, que no explota, pero abraza y besa”.
La conciencia viene a ser ese magistrado de difícil convencimiento, al que no podemos presentar más pruebas que nuestras intenciones, maneras y formas de actuar y pensar, ya que emite su fallo sin importar hora, lugar o situación.
Con inquebrantable voluntad y ceguera condena a noches de interminable insomnio, horas de desasosiego, inquietudes y suicidios.
Hay un Juez al que no podemos engañar y al que algún día debemos rendir cuentas, pero ese es divino, del otro, más apegado a todos porque lo llevamos a cuestas, no le negaremos ni reproches ni sentencias, existe en lo más profundo de nuestro ser pensante.
La suma de conciencias, es decir, la social surge cuando actuamos en común acuerdo para provocar un resultado.
Este fin puede ser identificado en una localidad cuando, después de haber actuado, la sociedad tiene que justificar su método y su manera.
Así, de haber producido un bien común, el premio recibido es la paz social, la buena vecindad y la conciencia, que permiten el sueño y el desarrollo. Caso contrario ocurre cuando en ella se actúa en perjuicio porque, cuando eso sucede, la sociedad tiene que esconderse prófuga de sus caprichos y sus debilidades.
Ella nos remite al buen actuar y al buen convivir, al buen obrar y al buen vivir.
Los pensadores del tema refieren que la humanidad se ha encontrado adormilada durante varios años en su estado de inconsciencia, que permite el surgimiento de calamidades que nos absorben y en los que se muestra la cara difícil y sucia de la sociedad: la drogadicción, el abuso, la sexualidad enfermiza, la indefinición y la modorra.
El estado perfecto de la conciencia social surgirá el día en que se reflejen los valores y la convivencia sana como indicativo de vida en común.
¿Cómo será esto posible en una estructura de máscaras, de fintas, de escondites enormes en los que cabe media humanidad? Que cada hombre construya su propia catedral. ¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas?”. Esta cita de Borges es un llamado al despertar de la conciencia individual, una alerta para que cada persona construya su propia fe y dé forma a sus creencias
En el berenjenal de la conciencia individual vive un geniecillo que nos ubica a veces, pero al que no escuchamos la mayoría de ellas, pero que con yunque y martillo surge al momento en que no cumplimos el designio claro y fatal de ésta.
En transformar el actuar y el ser derivaremos un estado de conciencia social que contagie y evoque.
Es fácil darnos cuenta, aunque aún adormilados, de los derivados del actuar sin conciencia, simplemente lea la prensa o encienda el televisor y será testigo de diarios actos de criminalidad, injusticia, desasosiego y degeneración que contaminan el estado natural del convivir y del ser en plenitud.
No será sorpresivo el día en que invadidos de lo falso, lo hedónico, lo injusto y lo amorfo trastoquemos los valores de no dejar a la conciencia trepar hasta el lugar que le corresponde en la guía de nuestras acciones.
La sociedad de vez en cuando necesita laxar su conciencia para surgir plena, derivadora, maravillosa y sin duda reconfortante. Ojalá nos presten vida para ese día y sabremos si valió la pena el sacrificio del redentor, quien por todos fue desangrado. ¿Y usted cómo anda de su conciencia