Demoliendo la historia... Don Chuy: 'una vida entre escombros'

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Demoliendo la historia... Don Chuy: 'una vida entre escombros'

Escombros. El que fuera la catedral de los grandes eventos artísticos y sociales de los saltillenses, el Club de Leones, es demolido por don Chuy y sus trabajadores. Fotos: Vanguardia/Luis Salcedo/Mayra Franco
Por más de tres décadas se ha dedicado a derribar viejos edificios; actualmente convierte en añicos el Casino de los Leones

“Edificios grandes; he demolido arriba de 20”, dice Jesús Fabián Rosales, luego de reflexionar mientras ve los escombros de lo que fue el Casino de los Leones de Saltillo, el lugar que durante casi 60 años fue escenario de grandes eventos sociales y ahora queda bajo su batuta para ser demolido.

El contratista de 64 años tiene más de 3 décadas dedicándose a la demolición de inmuebles en la ciudad. “Y en Monterrey”, resalta.

“Yo me dediqué a esto porque me empezó a buscar la gente. Yo trabajo para Presidencia, me conocen ahí en el Centro Histórico, Desarrollo Urbano y demás lugares”, cuenta Jesús recargado en una de las bardas semidestruidas ubicadas en la esquina del bulevar Venustiano Carranza en la colonia Jardín.

Fue a inicios de abril que le informaron que sería él quien derribaría el edificio construido en 1958. Semanas después, el 24 de mayo, salió de su casa y “se encomendó a Dios” para iniciar la demolición del Casino Leonístico.

“Cuando empezamos a demoler un edificio, tenemos miedo. Hay veces que entra otra gente antes y no sabe, deja todo debilitado. Entonces entro yo con mi gente y ya no hayamos por dónde empezar. Demoler tiene su chiste, se ha matado mucha gente. Sí, mucha gente que no sabe cómo debilitar una estructura”, relata Jesús.

El primer edificio grande que el hombre de estatura baja y piel morena demolió fue en la Alameda Zaragoza. También se dedica a cercar y limpiar terrenos. Siempre, “jalando a su gente”. Trabaja con nueve personas y de ellas, cuatro son hijos suyos y un sobrino.

“Antes yo cargaba camiones de esos (y con el dedo señala una máquina de pala). Ahí empezó todo, y a buscar demoliciones. Ahora ya traigo gente, maquinaria y todo”. El contratista cuenta cómo tiene que hacer algunos cortes para que no se debilite la estructura del lado equivocado. Dice que le gusta su trabajo y trata de hacerlo bien para que no sucedan accidentes.

Jesús platica que no sintió desánimo cuando le dijeron que demolería el edificio. Nunca asistió a alguna fiesta o evento en ese lugar porque no le gusta bailar y dejó de tomar hace casi seis años: “Soy muy apartado”, comenta serio mientras camina entre la tierra y de fondo se escucha el ruido de los trabajadores y el mazo pegando una y otra vez al concreto de más de 60 años.
“Más bien me dio gusto cuando me dijeron que lo iba a demoler, oiga. Iba a sacar para comer, ¿no ve cómo está ahorita todo y que me den trabajo, pos está bien”, dice.

Jesús también cuenta que le compusieron un corrido, un grupo llamado El Retén del Cerro, de Parras, Coahuila le dio el aviso de que le harían una canción, “hace varios años”.

Club de Leones. Poco a poco el gigante es convertido a escombros; la maquinaria pesada realiza su labor destructora. Fotos: Vanguardia/Luis Salcedo/Mayra Franco
Demoler tiene su chiste, se ha matado mucha gente. Sí, mucha gente que no sabe cómo debilitar una estructura”.
Jesús Fabián Rosales, contratista.

“Yo tengo un disco, un CD… tengo como cuatro discos. Unos amigos míos de cuando tomaba, traían un fara-fara y me dijeron: ‘Chuy, te vamos a hacer un corrido de que andas tumbando casas, eres famoso’. Casi no lo oigo, pero la canción dice que no necesito aviones para andar tumbando casas. Ta bonito”, cuenta con timidez.

Al lugar llega todos los días con “sus muchachos” a trabajar; a las 08:00 horas empiezan su jornada y se van a las 17:30. Él va también los domingos porque es el encargado de la demolición.

Nueve personas son las que trabajan con él. Cuatro de ellas son sus hijos; Julián, Chuy, René y Rigo. Este último es su hijo el mayor, el que lo ha acompañado en sus obras desde que era un niño.

“A los 12 años ya andaba conmigo, m’hijo. No le di escuela. Dos meses de prepa, nomás”, dice con un tono más bajo en su voz.

Jesús tampoco tuvo escuela. Llegó hasta tercero de primaria. A los 14 años arribó a Saltillo. Su origen está en Puebla, un rancho ubicado rumbo a la carretera Monterrey.

A la barda semidestruida se acerca su hijo Rigo. Jesús se va a coordinar la demolición de una de las paredes frontales del casino.

Rigo cuenta que tampoco está triste por la demolición, como conoce a otras personas que sí lo estuvieron cuando se enteraron que el sitio pasaría de ser el lugar de los festejos a una plaza comercial, un proyecto que contempla 2 tiendas ancla y de 8 a 10 locales comerciales a renta.

“Nosotros tiramos un edificio pero ahí puede hacerse una escuela donde habrá alumnos, profesionales. Nosotros sacamos trabajo para todos. Trabajamos para hacer que Saltillo crezca.

“Yo no siento feo cuando derribo un edificio. Sí, por la historia es triste para algunas personas pero, ¿yo cómo sé que al rato un buen lugar puede estar aquí? Nosotros hemos demolido casi todo el V. Carranza. Mire, ahí está ese nuevo edificio, nosotros demolimos el anterior. Ahora ahí hay gente que está trabajando. Es como una cadenita que empieza por nosotros, aunque todos vemos las cosas de diferente manera”, dice Rigo.

 

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Su historia, un corrido
> Don Jesús Fabián Rosales es originario de Puebla. > A los 14 años de edad arribó a Saltillo. > Tiene 30 años dedicándose a la demolición de inmuebles, en Saltillo y Monterrey. > Trabaja para Presidencia Municipal. > Cada que inicia una demolición, se encomienda a Dios. > El conjunto de fara-fara El Retén del Cerro, de Parras, le compuso un corrido sobre su trabajo. > Trabaja con nueve personas, cuatro de ellas son sus hijos.