‘Democratización’ del arte
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‘Democratización’ del arte
Cuando me enteré que Alejandro Sanz y Juanes ofrecieron un concierto al mundo entero desde la comodidad de la casa del español en Miami, luego de que este tuvo que cancelar su gira para acatar las medidas sanitarias por el brote de coronavirus y proteger a sus fans, no pude evitar pensar en lo fácil que es compartir el arte en esta era digital.
La estrategia se desarrolló de manera paralela con otros artistas y a través de distintas plataformas: La Ópera Metropolitana de Nueva York realiza cada noche una transmisión en vivo de alguno de sus montajes, la Filarmónica de Berlín dio acceso gratuito a su Digital Concert Hall durante un mes, cientos de artistas están haciendo en vivos por Facebook, Instagram y Twitter donde leen poesía, cuentos, novelas, lecturas teatralizadas, cantan, tocan, pintan, ofrecen cursos, todo totalmente gratuito y hasta las grandes compañías como Netflix ya ofrecieron precios especiales para todos los que van a tener que pasar la siguiente temporada en casa.
También se han puesto a disposición del público recorridos virtuales por museos como el del Prado, el Reina Sofía y el Thyssen y aunque esto parezca solo iniciativa de los creadores de países de primer mundo también en México, así como en Saltillo, ya varios artistas han comenzado a compartir arte desde sus casas para el resto de la ciudadanía.
Así lo están Marlén Curiel-Ferman, quien da lecturas de poesía todos los días en punto de las 17:00 horas a través de su Facebook, o la AC El arte nos salva, dirigida por las artistas Andrea Badillo y Rigel Herrera, quienes están haciendo transmisiones en vivo desde la misma red social en las que comparten ejercicios y material didáctico para crear arte.
A ellos se les suman los cursos gratuitos de LARSchool sobre arte contemporáneo, clases de flamenco en línea o de percusión con Melissa Soto y Griselda Mendoza, respectivamente, y hasta un recital de poesía y rap a cargo de Picuy Soto, y muchas otras opciones más.
Este domingo saldrá una publicación donde encontrarán la información pertinente a estas y otras tantas actividades más, a cargo de artistas de la localidad, pero la situación ha despertado un par de reflexiones tanto en mí como en otras personas.
En primer lugar por lo fácil que ha resultado para muchos compartir su trabajo de manera gratuita, en especial para las grandes compañías y los artistas internacionales —los independientes no son ajenos a entregar su arte sin recibir más que el aplauso a cambio—. Estamos acostumbrados a pagar cantidades exageradas por disfrutar de cada una de sus propuestas y ahora nos hemos encontrado con experiencias igual de interesantes y hasta más íntimas, personales, especiales.
Esto no quiere decir que vayamos a descartar la experiencia en vivo, o que no tenga valor y que no debamos apoyar monetariamente a quien desea vivir del arte, pero sí es un ejemplo de la necesidad que siempre existe del arte en la vida humana, una faceta que en muchas ocasiones es menospreciada por las corporaciones e instituciones y que, cuando sí se le toma en cuenta, es considerando su potencial de generar ingresos.
Por el contrario también hemos visto la falta que le hace a los artistas independientes el apoyo directo de su público. La cuarentena ha provocado el cierre de teatros, el cambio de fechas en exposiciones y ha movido en general todo el calendario de actividades culturales en detrimento de quienes no pueden costearse algo así. Tal vez Alejandro Sanz pueda retomar luego, sin perder mucho —ni él ni la disquera—, su gira, pero hay artistas que requieren los ingresos que supondrían el trabajo de las próximas semanas.
E incluso cuando muchos de nosotros disfrutaremos de estos cursos, recitales, lecturas y demás desde la comodidad de nuestras casas hay muchas personas que no tienen acceso a internet, o que su relación con la cultura es tal que incluso cuando cuentan con este servicio no llegará el aviso a ellos o no les interesará.
Son un sector de la sociedad al que la cultura debe llegar hasta sus casas, no en un afán condescendiente, sino para la ampliación de su perspectiva y empatía que viene con el conocimiento de nuevas expresiones culturales. Pero mientras continúe esta contingencia eso no sucederá.
Que sea entonces este periodo de aislamiento el espacio para reflexionar sobre lo que tenemos, sobre lo que no y sobre cómo podemos aportar al mejoramiento de un mundo donde hasta sobrevivir a una cuarentena puede convertirse en un lujo.