Deconstrucción
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Deconstrucción
El día “D” llegó el primero de julio. El miedo y la incertidumbre de qué podría suceder si ganaba o perdía Andrés Manuel López Obrador estaba presente en algunos sectores de la sociedad. Lo que estaba en juego, y alrededor de lo cual se desató una guerra electoral sin precedente, eran dos modelos económicos: la continuidad del neoliberalismo instaurado por Carlos Salinas con unos pobres márgenes de crecimiento económico, o la demolición de este modelo si ganaba López Obrador. La elección resultó un referéndum en contra del neoliberalismo a ultranza y sus políticas públicas.
El pueblo habló y se manifestó, aun a pesar de los riesgos de violencia, apostándole al cambio. Lo que vivimos fue una elección de terciopelo, una transición atípica de un alto sentido revolucionario democrático. Los ciudadanos nos volcamos a las urnas para manifestar –de manera civilizada–, el hartazgo sobre la manera en que se han hecho las cosas en este País. Fue una gran catarsis, donde el pueblo sacó su enojo y angustia buscando un cambio. Ahora hay que trabajar para que esto se haga realidad y no sean ignorados los clamores y necesidades de una sociedad desintegrada, desorientada y desmoralizada; y actuar de manera organizada, reconstruyendo el tejido social. Debemos rescatar lo mejor de nuestro pasado y de nuestros valores (éticos, morales y cívicos), creencias, respeto, confianza, disciplina, responsabilidad y solidaridad. Esto debe surgir de la misma sociedad civil, que busque reencontrar su sentido de pertenencia y de participación con el surgimiento de nuevos líderes comunales. Se trata de una labor colectiva de trabajo en equipo, en la que cada quien haga su parte para lograr una rápida evolución de la inteligencia colectiva, como lo que se vivió en los años sesenta con el despertar de la conciencia individual y el cambio social en un sólo movimiento, al cual se le denominó “Contracultura”.
Ahora se requiere ejercer la deconstrucción como un movimiento dinámico de transformación social y cultural, liberándonos de la hegemonía de poder, subordinando a las estructuras del pensamiento “PRIPANcentrista” hasta moldear y articular a todo el sistema cultural; y que a su vez construya la matriz sobre la que se estructure el tejido social que dé origen a una contracultura moderna, que utilice los medios tecnológicos para comunicarse, pero también para fortalecerse. Una comunidad en la que se desarrollen nuevos paradigmas, para que vivamos en armonía respetando todas las formas y estilos de vida, dejando atrás la explotación ilimitada, la acumulación de riqueza o considerar al hombre como el lobo del hombre. Para eso se requiere cobrar conciencia de las circunstancias, logrando el empoderamiento de la sociedad civil haciendo a un lado lo que hemos perdido como: valores éticos y morales, generación de ideas, sentido de pertenencia y de participación colectiva, entre otras cosas.
El tejido social tendrá que reconstruirse a partir del esfuerzo multiplicador, con la esperanza de que si trabajamos con disciplina e imaginación podremos construir nuevas formas de organización política y social en las que se manifieste el nuevo sentido de pertenencia colectiva.
La violencia estructural ha estado presente en la explotación de los recursos naturales, la pobreza, la miseria, el daño físico y psicológico que resulta de los sistemas de explotación e injusticia social, política y económica. Ahora nos toca a todos buscar esa reconciliación que tanta falta nos hace, y exigir el cumplimiento del Estado de Derecho y apego a las leyes.
La ciudadanía despertó y el dragón ya no estaba ahí. Sin embargo debemos estar atentos a los movimientos de las oligarquías, porque aún están intactas y van a tratar de desvirtuar lo ganado y en sus últimos estertores del sistema (decadencia final) mantienen la esperanza de seguir controlando y privatizando lo que queda. Por eso tenemos que actuar unidos, para lograr el desmantelamiento de lo que reste del neoliberalismo. Juntos lo podemos lograr. Es ahora o nunca.
Rodolfo Garza Gutiérrez