De piedra ha de ser la casa...
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De piedra ha de ser la casa...
La Era de Piedra
Un amigo fotógrafo, Miguel Reyna, me platicó de un señor, oriundo de un rancho de Ocampo, Coahuila, que vivía en una gran piedra, en una piedra, y como sabrá, no me iba yo a quedar con las ganas de conocer a ese valiente hombre.
Se trataba de un campesino antiguo que se había mudado a la oquedad de una roca, una especie de roca prehistórica, una cueva, a la que le puso unas bardas, le hincó una puerta y le volvió su morada.
Era una piedra, roca maciza, boluda roca, como del tamaño de un cerro, en medio de la naturaleza más salvaje, indómita.
Qué bomba vivir así, me dije cuando conocí la historia de aquel hombre correoso, recio, hecho al monte, a la vida lejos de la contaminación y el barullo de la ciudad.
Qué cielos tan increíblemente azules, pensé, y que aire tan puro, tan impoluto.
Un paraíso terrenal, colmado de rocas grabadas en el pasado por los indios nativos de aquel sitio, maravilloso, mágico sitio.
La hazaña de un hombre que se va a vivir a una piedra con su familia, a merced de lo que la divina providencia, la buena naturaleza le dé.
Sin duda una historia para contarse y a mí que me gustó contar.
Pero está uno tan habituado a su medio que si me preguntan, si me iría a vivir a aquel lugar, a aquella piedra, una piedra en medio de desierto, de la nada, la pensaría dos veces.
El señor éste de nuestra historia no lo pensó. Su infancia había transcurrido en ese monte y ahora seguro que en ese monte se morirá, no lo dijo, pero yo lo intuí.
Qué sublime ha de ser morirse así, rodeado de un paisaje así, volver al polvo de donde surgimos.
Me gustó contar esa historia, la historia del hombre que vive en una piedra, que ha de ser, me imagino yo, como vivir en otro planeta, en otro tiempo, la Era de Piedra.
Qué emocionante y qué envidia…