De París a Cuatrociénegas

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De París a Cuatrociénegas

Los sucesos en París de la semana pasada han levantado una ola de información que ha ocupado la mayoría de los noticieros, titulares, análisis y editoriales internacionales. La intención es responder a las interrogaciones elementales de ¿por qué sucedió? ¿Para qué?, ¿qué consecuencias tendrán esos crímenes masivos? 

El llamar “terroristas” a los autores y “terrorismo” a las acciones, ya es en sí una respuesta definitoria que dan los afectados y que determina una estrategia a seguir. Sin embargo, ¿los autores de esos crímenes cómo se autodefinen? Esta es una pregunta muy incómoda porque si se hace sinceramente, obliga a escuchar y comprender su respuesta, su motivación y su búsqueda personal a la que tienen derecho como seres humanos. Creerles o no creerles no solo es una decisión de los agredidos, sino también significa iniciar un camino diferente para resolver el conflicto, a eso se le llama “diálogo”.

Obviamente usted, mi paciente lector, pensará que el “diálogo” en esas circunstancias es imposible. Si al Primer Ministro de Francia se le ocurre preguntarles a los yihadistas ¿por qué cometieron esos crímenes?, y tomar decisiones a partir de su respuesta, el pueblo francés con toda su cultura democrática lo hubieran destituido inmediatamente. Por ello, en lugar de dialogar respondió con bombardeos y todo el mundo quedó contento con su… ¿Qué nombre le ponemos a su respuesta? ¿Represalia, castigo, venganza, agresión, uso del poder, genocidio? Hollande está decidido a resolver el conflicto de raíz destruyendo el “Estado Islámico”. Lo más probable es que, aunque lo destruya, no va a resolver el conflicto. Las ideologías y las culturas no se diluyen con la guerra y las bombas. Después de la I y II Guerras Mundiales, y de la Guerra de Vietnam, el mundo se convenció de que llegar a acuerdos mediante las guerras es una solución de adolescentes en que son peores las consecuencias que las victorias.

El camino del diálogo para conseguir la paz la mayoría de las veces parece imposible, de ahí que desde hace milenios la humanidad elige el camino más corto de la agresión. “Fusílenlos y luego ’veriguamos’”, es la práctica común entre los países y entre las familias para resolver los conflictos, aunque sean tan civilizadas como las pelucas francesas o las enaguas“porfirianas”.
Aquí, en nuestro México, se han ejecutado innumerables tragedias tan injustas como la parisiense para resolver conflictos: Acteal, San Fernando, Aguas Blancas y Allende, Coahuila, son unos cuantos ejemplos. Y últimamente en Cuatrociénegas, en el Ejido Gabino Vázquez -que no tiene ni energía eléctrica ni agua potable- donde unos sicarios armados al mando de abogados incendiaron y demolieron más de 10 casas (incluyendo el templo), golpearon y torturaron a sus habitantes que viven de la “candelilla”. Después de ese “bombardeo” los autores (incluyendo un regidor) andan soberanamente libres.

¿Por qué se elige la agresión en lugar del diálogo? Hay respuestas sociológicas, históricas y de todas las ciencias. Todas contienen dos premisas: 1) Los poderosos siempre tienen la razón, por lo tanto no tienen porque “humillarse” a escuchar, comprender y dialogar, 2) Los que no tienen el poder no tienen ni razón, ni derechos, ni dinero…

En Cuatrociénegas, al igual que en Francia, la razón y el derecho lo tiene el dinero, y los jodidos ejidatarios no tienen ningún derecho a su tierra, ni al agua, ni a la energía eléctrica.
Por ello, en el nivel actual de civilización la democracia la respetan los poderosos mientras no les afecte… o se enfrenten a otro poderoso. Es lo mejorcito que tenemos de “humanismo”.