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De nuevo en Orizaba
Desde que Orizaba, Veracruz, recibió el distintivo de Pueblo Mágico en 2015, sus autoridades municipales han hecho esfuerzos para potenciar su arquitectura y atractivos turísticos, destacando el alcalde saliente Igor Roji que muchas veces “rebasó por la izquierda” a sus autoridades estatales para que su municipio pudiera lograr apoyos federales. Ahora la ciudad cuenta con un buen sistema de manejo de residuos sólidos urbanos, recibió el reconocimiento internacional “la escoba de oro” por la limpieza de sus calles y se ha logrado restaurar un tramo de ocho kilómetros del río Orizaba.
Recuerdo que en su momento hice una crítica en relación a que Orizaba no era un pueblo, así como critiqué a otras ciudades que obtuvieron el distintivo ese año, pero finalmente las ciudades también pueden comprender pueblos en polígonos territoriales específicos, tal como lo comentó en su exposición el maestro Mario Alberto González, director de Gestión de Destinos de la Sectur.
Luego de una semana, en la que por medio de cuatro mesas ofrecieron opiniones por escrito presidentes de Comités Ciudadanos de Pueblos Mágicos con el propósito de dar información a las autoridades federales del turismo sobre los criterios que había que considerar para el nuevo reglamento ciudadano en estos pueblos, se organizó el Tercer Foro Nacional y Regional Sur-Sureste precisamente en la ciudad veracruzana en la que naciera José Gabilondo Soler “Cri-Cri”, en donde el día de ayer ofrecí una conferencia compartiendo 30 indicadores sociales, medioambientales y económicos que le pueden dar carácter de sustentable a un lugar turístico y subrayé la importancia de los cronistas en los procesos de participación ciudadana.
En estas mesas de trabajo se consideraron los temas de inclusión y equidad de género, participación ciudadana, turismo sostenible y consciente, así como el de la conservación y regeneración del patrimonio natural y cultural. Este último punto fue el menos socorrido, o lo que es lo mismo, es el tema más desconocido, hecho que me preocupó mucho. El próximo año habrá un encuentro global para rememorar los cincuenta años del primer foro global sobre el patrimonio, por lo que entonces es un tema central.
En 2013 ya había observado que en Orizaba, a pesar del mal manejo de los recursos medio ambientales, la naturaleza no se rendía. Pero hay sitios en donde escasea cada vez más el agua y en los que debe haber una urgente resignificación del patrimonio, como sería en el norte de México.
Por ignorancia seguimos explotando los casi yermos mantos acuíferos sin contar que son finitos y lo hacemos para explotar el turismo de manera insustentable. Con preocupación observo que en el Pueblo Mágico de Bustamante, Nuevo León, no se está llevando cabalmente el cuidado del área del Cañón en el que se están multiplicando las construcciones en donde no debería haberlas. En términos coloquiales se puede “morir la gallina de los huevos de oro” dado que la natura local de dicho municipio es la que atrae a los visitantes, más ahora cuando culmine la pandemia, que estará propulsándose el turismo de naturaleza.
En Orizaba dejé claro que no pueden sobreexplotarse los destinos turísticos, que hay que estar atentos a que no se rebase el umbral de resiliencia, de otra manera perderemos los recursos naturales que le permiten suficiencia hídrica a las comunidades que reciben a los turistas y entonces se iniciará un camino de pérdidas sin retorno afectándose las comunidades receptoras.
Bustamante no es el único Pueblo Mágico que está sufriendo devastación natural, en más del ochenta por ciento de los 132 lugares que han recibido el distintivo se han visto cambiar los ciclos del agua y, por supuesto, ya se conocen los efectos del cambio climático, por ejemplo, Tapijulapa, Tabasco, que recientemente se inundó de una manera catastrófica.
Apostémosle en México al turismo de cercanía, al turismo de naturaleza.