El Quijote II, 24

Camino a la venta, don Quijote y acompañantes -que son Sancho y el primo- topan con “un mancebito que delante de ellos caminaba”; su “edad llegaría a diez y ocho o diez y nueve años; alegre de rostro y, al parecer, ágil de su persona. Iba cantando seguidillas, para entretener el trabajo del camino”. Se dirigía a la guerra, para servir al rey.

Al preguntarle por su vida, el mozo se queja amargamente de la tacañería de los amos a los que ha servido. Don Quijote le consuela diciéndole que si ahora tiene la intención de dedicarse al ejercicio de las armas “no hay otra cosa en la tierra más honrada ni de más provecho” que tal servicio, pues por las armas “se alcanza, si no más riqueza, a lo menos más honra”. Luego, continúa don Quijote su perorata así:

“Y esto que ahora le quiero decir llévelo en la memoria, que le será de mucho provecho y alivio en sus trabajos: y es que aparte la imaginación DE LOS SUCESOS adversos que le podrán venir, que EL PEOR DE TODOS ES LA MUERTE, Y COMO ÉSTA SEA BUENA, EL MEJOR DE TODOS ES MORIR. Preguntábanle a Julio César, aquel valeroso emperador romano, cuál es la mejor muerte; respondió que la impensada, la de repente y no prevista; y aunque respondió como gentil (pagano) y ajeno al conocimiento del verdadero Dios, con todo eso dijo bien, para ahorrarse del sentimiento humano”.

Aunque en general la muerte es un suceso que a nadie atrae, y en el que ni siquiera se desea pensar, el dicho propone que si la muerte es buena, en términos humanos repentina y sin dolor, y como creyente estar preparado para ella, finalmente es la mejor ventura que a cualquier humano le puede acontecer.

@jagarciavilla