De dudante a creyente

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De dudante a creyente

En casi 2 mil años de historia del Vaticano, no todos los papas han sido célebres o justos. 

Han habido usurpadores, derrochadores codiciosos y belicistas. 

Y es que a pesar de que como dicen los clásicos, las instituciones no tienen la culpa de lo que hacen sus hombres, existen en la historia papas que han avergonzando al catolicismo y los ejemplos sobran: Alejandro VI o Rodrigo Borgia, fue un personaje lleno de excesos, libertinaje, nepotismo y con una enorme sed de poder que lo llevó a convertir a su hija Lucrecia, en un instrumento político e incluso se dice fue su amante. Por el contrario, a Borgia también se le conoce por haber tenido un Gobierno en orden, con una buena administración e hizo intentos por pacificar su reino.

Otros casos deshonrosos son los de Juana la papisa, única mujer que ha llegado a la corona papal en el año 855; o el de Juan XII, quien de acuerdo con la Enciclopedia Católica, fue “un hombre tosco e inmoral, cuya vida fue tal que en el Letrán se hablaba de él como un burdel, y la corrupción moral en Roma se convirtió en objeto de odio”.
León X fue descendiente de la poderosa familia Medici, a quien se le recuerda por sus hábitos derrochadores y lujosos que llegó a vender indulgencias para sostener su tren de vida, excesos que sembraron en parte la semilla de la reforma protestante. 

A Bonifacio VIII lo hizo famoso el poeta italiano Dante Alighieri, al colocarlo en el octavo círculo del infierno por sus muchos años de la simonía, un delito que en el esquema de Dante era peor que la sodomía.
Para el olvido o para recordarlos siempre, están el juicio a Galileo Galilei, la Santa Inquisición, la cacería de “brujas” o la brutal evangelización de América y África. 

Necesitaríamos de periódicos enteros para relatar las inmoralidades de los hombres que avergonzaron a la Iglesia fundada por Pedro, esos mismos a los que se refirió el poeta francés y Premio Nobel de Literatura, Francois Mauriac cuando dijo: “No confundan a Jesús, el maestro, con los pobres hombres que le siguen de lejos. No esperen que su inconsecuencia pueda servirles eternamente de excusa”.

El cristianismo es la religión más grande del mundo con 2 mil millones de seguidores, 80 millones de ellos en México. Se trata de una Iglesia a la que le urge renovar su fuerza moral antes de que sea demasiado tarde, un culto que es visto por muchos como la ayuda y el consuelo ante problemas que no tendríamos si no existiese, pues como todas las religiones, hay gente que con ella mejora y se purifica y otros a los que les sirve como fuente de resentimiento, mojigatería y de condena a los demás.

Por eso y sin pretender ser aguafiestas, estoy seguro de que en términos religiosos o políticos, la visita del Papa Francisco a México no tendrá grandes repercusiones y sus discursos y homilías serán sólo mensajes que en poco aliviarán a los que sufren. 

No será aquí el lugar que escoja para aclarar la posición de la Iglesia (no la de Jorge Mario Bergoglio) respecto a la homosexualidad o el matrimonio homosexual.

No escucharemos su punto de vista frente a cosas tales como la discriminación en contra de las mujeres y su legítimo derecho de ser sacerdotisas; mucho menos espere que diga algo del divorcio, la anticoncepción y los derechos reproductivos. Váyase olvidando de una buena vez de una condena a los casos de pederastia ocultados desde las cúpulas del catolicismo en México.

Bergoglio visitará ciudades que han sido azotadas por la violencia, pobreza, migración y desintegración familiar, y aunque se trata de un personaje que tiene una importante voz moral sobre algunas de las cuestiones políticas y sociales más apremiantes del mundo, su mensaje será solo un llamado a la esperanza y quizás de condena a la violencia, pero no pasará de ahí.

Una novedad sería que excomulgara a los miembros del crimen organizado que mantienen la violencia, tal y como lo hizo en Italia cuando desenmascaró el disfraz de cristianismo de las mafias al decir: “La Ndrangheta es la adoración del mal y el desprecio del bien común. Los mafiosos no están en comunión con Dios. Están excomulgados”.  Si hace cualquiera de las cosas que antes he mencionado, entonces estaríamos hablando de un milagro, un acto que me convertiría de dudante a creyente.
 
@marcosduranf