¿De cuáles fuma, Profe?
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¿De cuáles fuma, Profe?
El próximo mes cumplo siete años desde que dejé de fumar. No estoy presumiendo ni pontificando, sólo haciendo memoria.
Renuncié al hábito del cigarrillo por miedo (a mí sí me asustaron las fotos tremendistas de advertencia en las cajetillas), más que por falta de disfrute. ¡Ah, no! Yo lo gozaba y mucho.
Es más, deleznaba yo a esos fumadorcillos de ocasión, que consideran el ritual del tabacómano como algo opcional.
“Si hay cigarrillos bien y si no, también”, y siguen adelante con lo que sea que estén haciendo tan tranquilos, como si nada.
¡Seriedad, señores! ¡Si vamos a profesar un vicio hay que hacerlo bien, por Dios!
Para mí era como que, acabados los cigarrillos y se chingó la tertulia. Ni la compañía ni los tragos llenaban el existencial boquete de nicotina en mi alma.
A las fiestas me presentaba armado con dos atados de 20 cigarrillos, siempre “full flavor” (light o mentol era para mí un insulto), así tenía para darle batería a los gorrones y mi reserva exclusiva -mía de mí- la cual tenía que sobrevivir hasta el amanecer si era necesario.
Pero pocos nicotinómanos comprometidos conocí en realidad. Aquello fue muy decepcionante. Seguro que los connacionales son la vergüenza de los fumadores, sobre todo comparándolos con los de países del Primer Mundo, donde la vocación de chacuacos es fomentada desde el parvulario.
Hasta donde sé y recuerdo, Humberto “El Profe” Moreira compartía ese hábito pernicioso del tabaco. Y si fumaba, es muy posible que justo ahora, bajo todo el estrés de verse obligado a demostrar su inocencia, eche mucho en falta sus buenos pitillos.
Muy útiles que son los cigarros en las cárceles, no sólo para paliar las ansias locas de cavar un túnel como “El Chapo”, o hacerle al Conde de Montecristo o al “Shawshank Redemption”.
Se dice (y las películas lo confirman) que en presidio los cigarrillos son moneda de cambio y con ellos se puede comprar desde protección hasta WiFi.
La buena noticia para Humberto es que un grupo de Ciudadanos que se hacen llamar Cómplices HMV se han agrupado para enviarle al Profe todo su apoyo y buenas vibras.
Algunos más envalentonados están organizando una polla para pagar entre todos lo que sea necesario para la pronta y expedita liberación de su querido maestro (no se ría, es en serio, hay de todo en la bendita red social). Así que lo de menos será que le lleven los periódicos de Saltillo, su “pancito” de pulque pa’que no extrañe y le convide a sus compañeros (hacer migas en prisión es de capital importancia) y, por supuesto, los cigarros de su marca predilecta.
Ahora, yo le tengo tres preguntas al Profe y una es: ¿Valió la pena?
Sé que debe ser muy difícil no dormir bajo su propio techo, alejado de los suyos, quienes deben ser constantemente bombardeados con las acusaciones que pesan sobre su persona.
Pero disculpe si no siento empatía por usted, ya que su actual situación es la suma y resultado de todas sus decisiones en el pasado. No me puedo condoler si usted y su hacer como funcionario condenaron a muchos otros a una suerte peor que la suya actual.
Usted no gobernó, sino que reinó en Coahuila y se dio después una vida de sultán hasta el viernes pasado. Digamos que su imperio duró unos 12 o 13 años. Y ahora todo lo que le queda es deshonra, un apellido manchado, que es lo que va a heredar, examigos que reniegan de haberlo conocido, vergüenza para sus cofrades de partido (eso es sólo un decir: que en el PRI conocen la vergüenza), un destino incierto y una porción del pueblo coahuilense muy agradecida con usted, eso sí, pero la porción más ignorante y menesterosa, sin sentido crítico ni nociones cívicas, precisamente la porción más incauta y manipulable.
Esos son sus activos hoy en día. Cuéntenos, ¿valió la pena?
La segunda duda deriva de la imbatible defensa que se ha agenciado para su causa, una defensa que ya quisieran el Manchester o el Real Madrid, un equipo de abogados con el que habría soñado Michael Corleone.
Esos abogados son como Perry Mason con esteroides. Y si cualquier tinterillo de poca monta, por un pleito de comadres, nos cobra un huevo de la cara, y el meollo de su alegato -frente a las acusaciones de lavado y enriquecimiento inexplicable- es precisamente que usted lleva una vida austera, quisiera saber, ¿con qué paga los honorarios del “Dream Team” de los leguleyos? Porque baratos, baratos, asumo que no son, ¿verdad?
La tercera pregunta es sólo del interés de todos esos ciudadanos que andan haciendo activismo en su favor y quieren saber para comprar la marca correcta: ¿De cuáles fuma, Profe?
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