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David Hockney inyecta primavera a la oscuridad del confinamiento
Al mismo tiempo que el mundo conocía la plaga, el artista británico David Hockney agarró los pinceles del iPad en su caserón de Normandía y se puso a pintar la primavera. Cada día enviaba el fruto de su trabajo a un reducido grupo de amigos a los que la alegría y la vitalidad de las obras ayudó a superar el confinamiento.
Ahora, superado el tercer cerrojazo en el Reino Unido, Hockney (1937), aún en Francia, enseña a todo el público el magnífico producto de cinco meses de observación de la naturaleza, en los que recurrió a su maestría técnica en el uso de las nuevas tecnologías, incluida una aplicación para tableta expresamente adaptada por matemáticos para él.
La exposición "The Arrival of Spring, Normandy, 2020" ("La llegada de la primavera, Normandía, 2020") manifiesta que la obra de uno de los artistas más influyentes del último siglo no ha perdido el vigor ni la sugerencia.
La muestra -que acoge la londinense Royal Academy desde el próximo domingo hasta final de septiembre- emparenta de nuevo al conocido como "pintor de las piscinas" con Van Gogh. No es casualidad, reconoce a Efe la comisaria Edith Devaney, que Hockney se instalara en la región normanda, epicentro del impresionismo, para acometer un proyecto que ya tuvo un primer capítulo en su Yorkshire natal hace una década.
Entonces -dice el propio Hockney- "dibujó" la primavera en su iPad; ahora la ha "pintado". Los avances en la aplicación pictórica le han permitido dar un salto en la calidad de sus obras, que gozan en 2020 de mucha mayor profundidad.
NATURALEZA CONTRA EL MIEDO
En marzo de 2020 se gestaba una de las primaveras más bellas y soleadas que se recuerdan en Europa. Encerrados y atenazados por la incertidumbre, la mayoría de los artistas se preguntaban qué sería de ellos, con museos y galerías cerrados y toda la actividad paralizada.
En una granja de Beuvron-sur-Auge (noroeste de Francia), Hockney ya había decidido que pintaría la primavera y que nada iba a detenerle. Su intención era celebrar la naturaleza, o, en sus propias palabras, demostrar que "no se puede cancelar la primavera".
Así que desde el 11 de febrero comenzó su frenética actividad. Un total de 116 cuadros, en ocasiones más de uno al día. Por las noches los enviaba a sus más cercanos, como la propia Devaney.
"Decir que me ayudó a superar la situación sería quedarse corto. Fue gozoso", explica la comisaria al evocar aquellos días.
El propio artista ha admitido en anteriores ocasiones que no habría podido ser tan prolífico en "tiempos normales", asediado como suele estar por las peticiones de galeristas, periodistas.... Así que su concentración pudo dirigirse de forma absoluta hacia el proyecto, sin apenas distracciones.
Ordenados de forma cronológica, los cuadros de Hockney, en los que refulgen los colores brillantes que lo han hecho inconfundible, asisten al fin del invierno para dar paso a la explosión primaveral y acabar justo antes de que el verano seque el paisaje.
Este relato historiado saca su inspiración de una obra de arte que el pintor tiene muy cerca de su casa normanda y que visitó en repetidas ocasiones antes del confinamiento: el Tapiz de Bayeux. Ese gran lienzo apaisado del siglo XI narra a lo largo de sus casi 70 metros de longitud los hechos que rodearon la conquista normanda de Inglaterra.
Hockney quiso imbuirse de esa minuciosidad narrativa para ofrecer su propia visión de cómo la primavera se despliega a través de los cuadros, señala la comisaria.
Por eso, las obras carecen de más título que la propia fecha en que fueron creados. De árbol en árbol, de rama en rama, nuevas hojas aparecen allá donde antes no había nada y el espectador puede contemplar cómo la naturaleza se abre paso, incluso en medio de una pandemia.