David Alfaro Siqueiros, revolucionario

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David Alfaro Siqueiros, revolucionario

Más allá del arte. Siqueiros fue organizador sindical y defensor de la democracia.
45 años han pasado desde que este muralista dejara en vida una obra dedicada a la lucha por las causas sociales alzándose sobre los muros de emblemáticos edificios del mundo

Muralista y guerrillero, aunque estas facetas suelen abordarse por separado al hablar de David Alfaro Siqueiros, quien falleció un día como hoy de hace 45 años, para él ambas obedecían a una misma intención y eran parte de la misma búsqueda.

Mientras que en los muros de la Ciudad de México y de otros puntos del país y del mundo pintó utopías y denunció realidades para la vista y el despertar de todos los ciudadanos, a través de su activismo buscó ejercer los mismos cambios pero con mano dura y acciones más puntuales.

Junto a Diego Rivera y José Clemente Orozco llevó el arte y sus ideologías comunistas a las calles de la nación y otorgó un estatus internacional a la obra realizada por creativos mexicanos.

Nacido el 22 de diciembre de 1896, José de Jesús Alfaro Siqueiros, uno de sus primeros contactos con el mundo de las rebeliones fue a los 15 años durante sus estudios en la Academia de San Carlos, cuando se llevó a cabo una huelga en protesta de los métodos de enseñanza de la institución en la que se pidió la destitución del director de la misma.

A través del muralismo, David Alfaro Siqueiros redescubrió la identidad de los mexicanos.

Luego, durante la Revolución Mexicana, a los 18 años, él y un grupo de compañeros se unieron a las fuerzas del gral. Venustiano Carranza contra el gobierno de Huerta, tras cuya caída, las guerrillas que continuaron por todo el territorio nacional le permitieron observar el caleidoscopio cultural y social del México de principios del siglo 20.

Esto no hizo más que darle aún mayor fuerza a sus ideales y cuando, en 1922, regresó a la Ciudad de México como muralista para Álvaro Obregón encontró en las políticas de José Vasconcelos la fórmula perfecta para llevar a las masas su visión política.

Sin embargo, su carrera como artista, como ya se mencionó, nunca quedó deslindada de sus aspiraciones comunistas y en diversas ocasiones se encontró nuevamente entre filas guerrilleras y activistas y llegó incluso a formar parte de un escuadrón que intentó asesinar a Leon Trotsky durante su exilio en el país el 24 de mayo de 1940 en Coyoacán.

 

A pesar de esto, es su obra la que más ha perdurado el paso del tiempo. Sus murales en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Castillo de Chapultepec, el Instituto Politécnico Nacional y otros emblemáticos edificios aún hoy se pueden ver.

Destaca, junto con los “tres grandes” del muralismo —Rivera y Orozco— y Tamayo, como los primeros artistas en llevar el arte mexicano más allá de los límites del continente al inaugurar el Pabellón de México en la 25 Bienal de Venecia.

Y siguiendo su intención de que el arte sea público llevó a cabo composiciones pictóricas de fácil lectura para las clases bajas, poco educadas, con personajes principalmente revolucionarios, aunado a su distintivo tratamiento del color, la figura humana y su experimentación con los materiales.