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Dante Alighieri, defensor de la lengua
En mi historia como lectora, no he encontrado otro personaje más difícil de seguir que Dante Alighieri. Tampoco me he topado con una obra poética más difícil de entender que La comedia. Tiene una larga fila de comentaristas que nunca se ponen de acuerdo y cada cierto tiempo aparecen nuevas investigaciones que avivan el debate infinito. Este año se cumplen siete siglos de la muerte del poeta y hace unos días, Italia proclamó el 25 de marzo como “el Día Nacional de Dante Alighieri”. Las conmemoraciones reabren la discusión.
Ángel Crespo señala que Dante y su obra “han sido objeto de las más diferentes, contradictorias y a veces extravagantes interpretaciones”. Del célebre escritor florentino se dice que fue cantor épico, un hereje cultísimo, un poderoso creyente y cualquier carga de epítetos similares. En la cultura popular lo vemos en las portadas de discos góticos y qué decir de los libros, donde se han fabulado todo tipo de historias, desde un “Dante” cazador de zombis hasta el “Dante” del profesor Robert Langdon en las novelas de Dan Brown. Por lo pronto expondré una faceta no tan mediática: el “Dante lingüista”.
En la Edad Media europea se estudiaba el trívium y quadrivium (ancestros de las humanidades y ciencias exactas). Existía la tradición de las gramáticas griegas y latinas que se leían con esmero, herencia de personajes como Marco Terencio Varrón. El latín medieval estaba transformándose en las futuras lenguas romance y en cada región se hablaba una variante distinta. En esta babel emergente surge Dante Alighieri quien, por motivos políticos, es expulsado de Florencia y se ve en la necesidad de errar por diversos pueblos. Entre su compleja obra, más allá de La Comedia y la Vida Nueva, escribió De vulgari eloquentia, traducida como “Sobre la elocuencia en lengua vulgar” o “Tratado de la lengua vulgar”. Este escrito breve e inacabado plantea una tesis que le valió a Dante su lugar en la historia de la lingüística.
R. H. Robins asegura que este trabajo inaugura “el estudio serio de las lenguas neolatinas”. Para Maurice Leroy, Dante es un poeta sabio y genial “a quien Italia no solo le debe la unidad de su lengua, sino también el haberse entregado en temprana hora (1303) a las discusiones (…) sobre los conceptos de dialecto, de lengua literaria, de lengua vulgar”. Para entrar en contexto, debemos recordar que en esa época la gente hablaba en su lengua vernácula pero todos (o bueno, las personas instruidas) escribían en latín.
Dante, en su “Tratado”, plantea algunas novedades para su tiempo. Define como “lengua vulgar” a la que “recibimos por imitar a la nodriza”, es decir, la lengua materna; y reconoce como segunda lengua o lengua gramática al latín (lengua culta). Explica que la lengua vulgar es la más noble porque es natural, mientras que la otra se utiliza artificiosamente. Después hace un análisis de los dialectos que conoce, los organiza y ejemplifica para encontrar el más ilustre. “Por lo tanto, si queremos calcular las variantes primarias, secundarias y subsiguientes del vulgar en Italia, es decir, en este pequeñísimo rincón del mundo, llegaríamos no solo a mil diferentes variantes, sino a muchas más”, detalla.
Dante defiende la necesidad de escribir poesía en lengua vulgar (pues así se cantaba). Irónicamente De vulgari eloquentia está escrita en latín. También plantea esto mismo en El Convivio (que sí redactó en vulgar). Al seguir sus propias ideas logró consolidar una de las primeras grandes obras de la literatura universal escritas en una lengua romance (toscano): la enigmática Divina Comedia.