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¡Cuiden a Rosario!, la pueden callar
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene todo cuesta arriba y con escollos tan abruptos como la pandemia, la crisis económica, el desempleo, la corrupción galopante, el endeudamiento, la inseguridad pública, las necesidades casi infinitas de esta nación y los muy escasos recursos para satisfacerlas, y ante esas circunstancias será muy difícil que AMLO pueda hacer un papel medianamente decoroso en lo que resta del sexenio a menos que, como ya se vislumbra, empiece con una implacable caza de brujas en contra de sus adversarios.
Es el caso de la persecución de Rosario Robles Berlanga que nos indica hacia dónde se encamina la 4T. Y tampoco así podrá el régimen de AMLO lograr la gran transformación al nivel de la Independencia, la Reforma o la Revolución, si acaso podrá igualar el sexenio de Luis Echeverría, político al que más se le parece.
El hecho es que nuestra paisana Rosario Robles está bajo un implacable acoso y pareciera ser una víctima más de la violencia de género, aunque no sólo los hombres la han traicionado y humillado, también las mujeres la odian, muchas de la izquierda, que no perdonan su affaire con Carlos Ahumada, el padrote argentino que la arrastró cuesta abajo en su rodada, como dice el tango arrabalero.
Y vaya que Rosario voló alto como las nubes que se bañan en aire y luz, desde su activismo sindical en la UNAM ascendió hasta la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y luego a ese homenaje en París como la más destacada alcaldesa de las grandes metrópolis del mundo. Después de ahí vino lo de Ahumada y la debacle, el odio de AMLO, René Bejarano, Dolores Padierna, Rosario Ibarra, Claudia Sheinbaum, Carlos Ímaz, el propio argentino infame publicando sus cartas de amor, y ahora la amenaza velada de Luis Videgaray, Miguel Osorio Chong, Emilio Zebadúa y el propio expresidente Enrique Peña Nieto. Una gran mujer, no apta para enemigos pequeños.
En lo más alto de su carrera política, siendo Jefa de Gobierno de la CDMX (más importante que ser secretaria de Estado), este columnista fue su colaborador en la Dirección de Asuntos Políticos bajo la dirección general de René Bejarano. Rosario era entonces esa mujer de izquierda tan reconocida en el mundo. Feminista, democrática, laica y progresista al nivel de la “Ley Robles”, que desafió al clero, al Yunque y a Provida, nada más, pero nada menos.
De tendencia maoísta, de profundas intuiciones, pero también de patéticos resbalones, Rosario se presentó cándidamente a declarar respecto a las acusaciones por La Estafa Maestra. Nos hizo pensar en su inocencia. Negó los cargos de manera insistente, pero al verse abandonada y sin defensa ha decidido colaborar, o sea, “cantar”.
Decisión que ha puesto a temblar a hombres poderosos, a evanescentes “rajones” como Emilio Zebadúa o Luis Videgaray, a esos que la olvidaron como Enrique Peña Nieto o Miguel Osorio Chong.
Hoy Rosario Robles ha gritado como aquella noche en la Zona Rosa cuando interpretó Los Monólogos de la Vagina: “Mi vagina está encabronada y quiere hablar”, pero ya no está en el teatro sino en una mazmorra de la cárcel de Santa Martha Acatitla, lo cual, la hace más peligrosa y también que su vida corra un gran peligro.
¡Cuiden a esa mujer! La pueden matar para callarla.