Cuentos navideños
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Cuentos navideños
Este día no me ocuparé de política. La fecha es demasiado alta para hablar de lo que a veces es tan bajo. Narraré únicamente cuentecillos alusivos a la celebración... La familia desenvolvía los regalos que Santa había dejado la noche anterior. Preguntó el hijo menor: “¿Por qué no funciona este carrito?”. Respondió el más grande: “Porque no tiene baterías.
En estos tiempos todo funciona con baterías”. Y dijo inmediatamente la señora: “Ve a traer unas para tu papá”… El padre Arsilio predicaba el sermón de Navidad. “Y la Virgen María -dijo emocionado- dio a luz sin ayuda en un lugar oscuro, frío, inhóspito, ante la indiferencia de todo el mundo”. “¡Mira! –le dijo en voz baja una señora a otra-. ¡Igualito que cuando yo me alivié en la Clínica 75!”… Dos chicas adolescentes oían el relato de la Nochebuena, de cómo Jesús vino al mundo en un establo. Una le preguntó a la otra: “¿Qué es un establo?”. Contestó la amiga: “Imagina que en tu cuarto no hubiera tele, iPhone, iPad, celular ni espejo. Más o menos así es un establo”… Las señoras se quejaban de los precios tan altos que este año tuvieron los pinos de Navidad.
Se sorprendieron todas, por lo tanto, cuando un señor que oía la conversación manifestó que él había hallado un pino muy bonito que le costó sólo 400 pesos. “¿Y dónde lo puso? —preguntó una de ellas-—. ¿En la oficina o en su casa?”. Respondió el señor, mohíno: “En mi solapa”… Según la conseja popular las mujeres embarazadas sienten casi siempre antojo de fresas con crema. Se celebró la fiesta navideña en la oficina.
Un mes después la recepcionista dijo casualmente que tenía ganas de comer fresas con crema. Al oír aquello tres gerentes se llenaron de preocupación… ¡Caramba! —decía con envidia don Chinguetas, el marido de doña Macalota—. ¿Cómo le hará Santa Claus? Llega siempre en la madrugada, y aunque lo están esperando nadie lo siente entrar”… Un tipo le comentó a otro: “No sabía que la crisis económica había llegado también al Polo Norte. Le pregunté a Santa: ‘¿Cómo están tus renos?’.
Y me contestó: ‘Estaban sabrosos’”… Doña Panoplia se conmovió al ver en su puerta un mensaje: “¡Feliz Navidad le desean los encargados de recoger la basura!”. “¡Qué bonito detalle!” —pensó. Al día siguiente vio otro mensaje. Decía: “¡Feliz Navidad le desean los encargados de recoger la basura! Segundo aviso”… El Santa Claus de la tienda llegó a su trabajo en competente estado de embriaguez, con un fuerte aliento alcohólico que todos los papás notaron. El gerente lo quiso despedir, pero había muchos niños esperándolo, de modo que a regañadientes lo dejó trabajar.
Se sentó el Santa Claus a una niñita en el regazo. La pequeña se volvió hacia su mamá y le dijo alegremente: “¡Mami! ¡La pasta de dientes que usa Santa huele igualito que la de mi papá!”… Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, les comentó a sus compañeros de dominó: “Esta Navidad le galé a mi suegra una silla grande y fuerte. Pero mi esposa no me dejó que se la conectara”… Un señor tenía un amigo nudista. Le preguntó burlonamente: “¿Cómo hacen ustedes los nudistas para tener un Santa Claus?”. Respondió el otro: “Escogemos a uno que tenga presión alta, para que se vea rojo”… Don Martiriano, el esposo de doña Jodoncia, contó en la oficina: “Cometí un error terrible que me ha traído muy malas consecuencias. Mi mujer me hizo prometerle que esta Navidad no le compraría un regalo caro ¡y no se lo compré!”… La mamá de Pepito lo llevó a una tienda donde había un Santa Claus que se sentaba a los niños en las piernas y oía sus peticiones de regalos.
Le preguntó Santa a Pepito: “¿Qué quieres que te traiga esta Navidad, buen niño?”. Enumeró el chiquillo: “Un iPad, unos patines, un balón de futbol, un carrito electrónico y un robot”. “Muy bien” -le dijo el hombre. Inquirió Pepito con preocupación: “¿No vas a tomar nota de lo que te pido? Se te puede olvidar”. “No necesito anotar nada -—sonrió Santa—. Tengo buena memoria”. “Mejor apunta –insistió el chiquillo-. Mi abuelo dice que es mejor un lápiz débil que una memoria fuerte”. Repitió el que la hacía de Santa: “Te digo que no necesito tomar nota. Me acordaré muy bien de lo que me pediste”. Al día siguiente la abuelita de Pepito lo llevó a la misma tienda. El Santa Claus se sentó en las rodillas al pequeño y le preguntó: “¿Qué quieres que te traiga esta Navidad, buen niño?”. “¿Lo ves, pendejo? –se enojó Pepito-. ¡Te dije que se te iba a olvidar!”… ¡Que mis cuatro lectores los posea la alegría de la Navidad!... FIN