¿Cuba libre?

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¿Cuba libre?

¿Debemos estar emocionados por las manifestaciones multitudinarias en contra del régimen cubano, ocurridas en distintas partes de Cuba el día de ayer? No necesariamente, a menos que nuestra mentalidad esté atorada en aquella Guerra Fría sucedida de 1947 a 1991, entre el capitalismo representado por EU y el socialismo por la URSS. En ese momento, para la URSS, Cuba era un peón estratégico en su confrontación geopolítica con EU.

Empero, esa categoría bipolar es inexistente el día de hoy: el capitalismo avasalló al socialismo después de la caída del Muro de Berlín en 1991. Y la URSS fue desintegrada en 14 países. En ese momento emergió una realidad multipolar –vigente el día de hoy– con estas potencias: Estados Unidos, Japón, China, Rusia y la Comunidad Europea. Bajo este entorno, Cuba es poco relevante para Rusia en un sentido geopolítico.

Por ello, Cuba desde 1991 fue obligada a sobrevivir con carencias básicas entre la mayoría de la población y un régimen dictatorial que apuntaló el poder económico y político de una casta militar y civil bendecida por los hermanos Castro.

¿Qué hechos condujeron a Cuba a esa fragilidad económica y política? La desaparición del socialismo real; el abandono de Rusia como su aliado estratégico; el cerco comercial, económico y financiero impuesto por EU que data desde 1960, con un costo aproximado para Cuba de más de un billón 157 mil 327 millones de dólares; el apoyo económico intermitente de países populistas latinoamericanos –como Venezuela y Bolivia, principalmente, y la muerte de Fidel Castro y el retiro de su hermano Raúl– que forzó la transición de un régimen militarizado, socialista y de economía cerrada, a uno militarizado, civil y de economía semiabierta a un modelo socialista-capitalista.

Bajo estas condiciones de debilidad estructural, el gobierno cubano intentó de manera más agresiva en 2021 una apertura económica selectiva con países europeos, limitada por criterios burocráticos; una unificación monetaria que ocasionó una espiral inflacionaria y la ampliación de actividades laborales por cuenta propia (de 127 a más de 2 mil) para aumentar el papel del sector privado en la economía que no culminó por falta de tiempo.

Más allá del embargo económico en su contra, Cuba fracasó en transformarse por tres lastres: (1) la burocratización de su casta civil y militar gobernante ligada al ejército y al partido comunista cubano; (2) la imposibilidad de esta casta gobernante para desprenderse de un modelo tatuado desde hace 60 años con estas características: estatización económica, control estricto de precios y salarios, censura de la libertad de expresión (periodística, artística y/o académica), vigilancia sistemática y control social personalizados y represión selectiva y/o masiva; y, (3) la incapacidad de dicha casta para sacrificar el férreo control político sobre los cubanos para abrir la economía con democracia a través del ejercicio libre y pleno de los derechos humanos de sus 11 millones de habitantes.

¿Cimbrarán las protestas de los últimos días ese búnker burocratizado de la casta gobernante en Cuba? Difícilmente. Jorge Castañeda, analista internacional y especialista en Cuba, lo responde así: el régimen cubano tiene tres círculos concéntricos de control o represión social; el primero corresponde a “los contramanifestantes, o grupos civiles entrenados, no armados, que llegan donde hay manifestantes, los encapsulan sin un exceso de violencia, desplazándolos hacia centros de detención”. El segundo son “las brigadas de despliegue rápido. Éstas, ya profesionalizadas, suelen intervenir cuando la situación se complica: siguen vestidos de civil, pero van armados con bastones largos”. Y el tercero es “el MINFAR, es decir, los militares... mientras no salga el ejército a las calles; mientras salga, pero no se vea rodeado o rebasado por los manifestantes; mientras tenga otra salida, la protesta no pasará a mayores. El día que no les quede más que disparar o desarmarse, todo terminó”.

¿Avizoran esas manifestaciones de hartazgo –ante la escasez de libertad y bienestar– la enfermedad terminal del régimen cubano? Sí, pero nada más.

Irónicamente, la muerte (con velorio y mariachi incluido) del régimen cubano no depende ni de su presidente Miguel Díaz-Canel o de la casta en el poder, y mucho menos de los mismos cubanos, sino del juego multipolar entre Estados Unidos, Japón, China, Rusia y la Comunidad Europea.

Por ello, pregunto, el día que caiga el régimen cubano, ¿en qué país se transformará Cuba? ¿Cuál será la calidad de libertad a la cual aspirarían los cubanos? ¿Sería, acaso, la misma que prevalece en Puerto Rico, Jamaica o República Dominicana? ¿O migrarían los cubanos a Miami para refundar –una vez más– su definición de libertad –american way– allá?