‘Cuau’, el flechador corcovado

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‘Cuau’, el flechador corcovado

El burócrata que cobra del dinero de todos y luego nos ofende desde el poder no merece respeto alguno, por eso decimos que el alcalde de Cuernavaca, el futbolista Cuauhtémoc Blanco, es un auténtico corcovado, más que de cuerpo, de personalidad y actitud ante todos los que tenemos que soportar su arrogancia y sus desplantes.

De verdad estamos fritos cuando un ídolo del fútbol aprovecha su decadente popularidad para llegar al poder sin saber maldita cosa con respecto a la consecución de un orden social.

Rechazar la política y a los políticos, para luego votar por un futbolista que llega para iniciarse en la política y empezar a comportarse como político es una calamidad.

Y es que las frases y actitudes de este corcovado dicen mucho de su chueca personalidad. El duce, el führer y el caudillo siempre utilizaron a este tipo de deportistas para propaganda del fascismo. 
Por eso Cuauhtémoc Blanco tiene inclinaciones totalitarias, porque es producto del fútbol que actualmente es considerado como un espectáculo fascista. No lo dice el suscrito, lo afirman personalidades como el finado Eduardo Galeano y el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, asimismo lo confirman las bandas de hooligans que aterrorizan calles y estadios así como el racismo hitleriano que discrimina a los jugadores de color. Uniforme, banderines, colores, himnos y fanatismo son elementos evocadores del fascismo, esencia representativa de los nazis y de los “camisas negras” de Benito Mussolini.

Y salvando las abismales diferencias, cierto es que el Cuauhtémoc Blanco nos recuerda a Primo de Rivera cuando al fundar la Falange Española, en su discurso dijo eso de que “cuando un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rousseau, publicó el Contrato Social, la verdad política dejó de ser una entidad permanente”. Lea usted en la Internet ese discurso inaugural de José Antonio y verá reflejadas las actitudes del “Cuau”, aunque él mismo no sepa que es la Falange, el fascismo, ni quien fue Primo de Rivera.

Así empieza su gestión municipal este futbolista, como chivo en cristalería, con actitudes fascistas contrarias a cualquier contrato social y con posiciones muy contradictorias debido a su manifiesta ignorancia.

Primero se queja de los regidores de su Ayuntamiento que al actuar como un equipo no lo dejan ser el rey absoluto de la cancha municipal, por lo que acude al centralismo para pedirle a Enrique Peña Nieto que intervenga a su favor. Luego, ante la imposición centralista del Mando Único policial, a este soberbio corcovado le sale lo autócrata e insulta a discreción, como lo hacía en las canchas cuando era el niño mimado de Televisa.

Ahora tenemos que Cuauhtémoc Blanco quiere hacer sus “cuauhtemiñas” en los estadios de la política municipal. El problema es que este flechador corcovado confunde el prestigio con la popularidad. Ignora que el prestigio se gana con ecuanimidad, eficiencia, temperancia, congruencia y una buena dosis de humildad. En cambio la popularidad, en su caso, es producto de la mercadotecnia y la televisión. Pero además hay que decirlo, todo caso empeora cuando debido a la soberbia los sesos se bajan de la cabeza a la joroba.