Cuarentena. Episodio XII. ¿Cubrebocas sí o no? Lo que nos dice la ciencia

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Cuarentena. Episodio XII. ¿Cubrebocas sí o no? Lo que nos dice la ciencia

La ciencia, no me cansaré de decirlo, es todo menos perfecta. Se equivoca –¡vaya que lo hace!–. ¿Comete errores? Demasiados.

En ocasiones salva vidas y en términos globales ha prolongado y vuelto muchísimo más confortable la nuestra, más digna y llevadera.

Pero la ciencia la riega y la va a seguir regando, es su curso natural por tratarse de un proceso eminentemente humano. Es como nuestra democracia, falible totalmente, pero es lo mejor que tenemos.

¡Miento! La ciencia es lo único que tenemos para acceder a una tenue pincelada de algo que pudiésemos llegar a presumir como conocimiento.

Si el universo es un océano de misterios y hemos logrado descifrar apenas un par de ellos, ha sido sólo posible siguiendo los pasos que marca el método científico.

Establecido lo anterior, señoras y señores, niñas y “niñes”, excuso decirles que la ciencia no ha podido demostrar que el cubrebocas sirva para maldita la cosa, en el contexto de esta Primera Edición de los Juegos Pandémicos, Wuhan 2020.

No me crea a mí. Hágale caso a su doctor. Sí, al doctor López-Gatell, quien acaba de reiterar, apenas hace un par de días, la nula evidencia de que el uso de un trapo en la cara haya tenido algún efecto deseable –inhibidor– en la propagación del virus de moda.

Y mire: Cuando el doctor Gatell dice “Estudios demuestran que…”, no se refiere a esa clase de estudios que comparte la gente en Facebook nomás a lo pendejo, sin mayor evidencia de lo que se afirma que el puro hecho de verlo publicado en un sitio informativo pirata.

“Estudios arrojan que una orden de tacos al pastor es más beneficiosa para el organismo que dos horas de cardio”. “Estudios demuestran que las personas que tardan en decidir qué ver en Netflix son más inteligentes”. “¿Tu bebé es feo? Estudio demuestra que al llegar a la pubertad será el más hermoso”.

Todos estos “estudios”, no son sino meras estupideces redactadas por un asno con computadora para que sus congéneres le den clic, compartan y viralicen estos bulos. Lamento decirle que esos tacos le van a matar, que es un cretino como el que más y que su bebé seguirá siendo horrible ad vitam.

Pero tratándose del médico encargado de la estrategia de contención y comunicación frente a la pandemia en México, mismo que no podría tener otro deseo que el evitar muertes y contagios innecesarios, ya sea por él y por su prestigio, por cuidar su chamba, por la administración que representa, por nuestro País y por pura humanidad, creo que si tuviera conocimiento de que el cubrebocas sirve para algo, tendría al menos la cortesía de informárnoslo.

Ni modo que se estuviera reservando información vital: “¡Mentecatos mexicanos! ¡El cubrebocas podría salvar sus vidas, pero les diré que no sirve y los veré caer como moscas! ¡El momento de tu venganza ha llegado, Gatell! ¡Muajajajajajaja¡ (risa de doctor diabólico)”.

Pos no. Así que si el buen doc dice que en ningún País existe evidencia de que el contagio se haya contenido mediante el uso del cubrebocas, yo la neta le creo sin reservas.

Ahora bien, que el tapabocas (cubrebocas) pudiera tener algún efecto placebo o tranquilizante… Pues… si le hace sentir más seguro, dormir mejor y soporta que se le empañen los anteojos, ¡adelante, úselo! Aunque la verdad, la verdad (y la ciencia me respalda) es muchísimo más importante insistir con el lavado de manos y el distanciamiento social como estrategias para frenar a este bicho y a cualquier otra influenza conocida desde que el mundo es mundo y el primer humano se contagió de la gripe del mamut.

¿Recomendación? Utilice el cubrebocas si quiere, pero sin cifrar en éste todas sus medidas precautorias para evitar el contagio. ¡Carajo! Si de perdido supiéramos cómo utilizarlo y manipularlo debidamente, quizás le daría el beneficio de la duda, pero lo cierto es que un trapo en la cara debe ser lo que sea, menos un producto higiénico.

¿Por qué el Gobierno de Coahuila que encabeza Miguel Riquelme lo volvió de uso obligatorio en la entidad, e incluso se ufana del número de multas económicas que ha impuesto en contra de ciudadanos que fueron sorprendidos transitando sin el bozal en cuestión?

Hay varias respuestas que se me ocurren:

1. Para que el Gobierno dé la impresión de que está haciendo algo. Obligando a la población bajo amenaza de una multa (y hasta detención) la percepción puede tornarse favorable para la administración estatal y es que muchos, los que están presos de la histeria, hasta claman porque la autoridad se endurezca. Así, aunque el cubrebocas no sirve pa’ná, funciona para aparentar que hay orden, control, capacidad de respuesta.

2. Como medida recaudatoria. Poco o mucho, lo que le caiga a las arcas estatales por concepto de multas durante la contingencia, seguramente le ha de venir como perlas a un gobierno sumido en una bancarrota perpetua gracias a la megadeuda y sus reiteradas reestructuraciones bancarias. ¿Le parece insignificante lo que puedan recaudar con esto? Yo estoy seguro que ellos no le hacen asco a un sólo centavo.

3. Porque nuestros gobiernos y gobernantes son unos fascistoides de porquería. Son déspotas y les chifla (por no decir que les mama) tener control arbitrario sobre lo que podemos y no podemos hacer, ya que si fuera nuestro bienestar lo que les interesa, atenderían lo que dicta la ciencia.

Crimen es que Riquelme tape ese apolíneo rostro con el cubrebocas, siendo que lo que mejor funciona –le insisto– es el lavado de manos.

Y allí sí, para que vea, Riquelme junto con todos en su administración y la de quienes le precedieron y lo hicieron Gober, nos dan 10 y las malas en esta materia: Tutoriales, clases online, cursos intensivos y avanzados y hasta diplomados con valor curricular sobre cómo lavarse las manos.

Y lo de cubrirse la cara, debieron hacerlo en su momento los Moreira y asociados, cuando desfalcaban al erario coahuilense. ¡Ya ahorita como pa’ qué! Tampoco sirve de nada.