Cuando se casan los hijos

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Cuando se casan los hijos

Aunque la llegada de los nietos, alumbran siempre la vida de los abuelos, la forma de dejar a los padres es bien distinta

Hay temas que por su simpleza son poco socorridos para escribir sobre ellos en columnas editoriales pero adquieren relevancia cuando son temas que experimentan los hijos.

Cuando decidí casarme y mis padres pidieron la mano de la que ahora es mi esposa se inició una transición rumbo a la boda que desembocó en dejar la casa que me había sido propia. Fui el primero de los hermanos que se casó por lo que fue una situación inédita para mis progenitores quienes actualmente cuentan con más de ochenta años de vida.

Recuerdo que al sacar mis pertenencias y despedirme de mi señor padre le entregué las llaves de la que fuera mi casa de soltero y él, con afecto, me las quiso devolver. Agradecí su gesto inolvidable pero no acepté las llaves. De manera respetuosa estaba realizando el acto comprensible de dejar a mi familia de origen porque ahora formaría mi propia familia. 

No comprendía entonces lo que para los padres representa entender que a los hijos se les tiene realmente cerca por poco tiempo y como dice el refrán: El casado, casa quiere.

Cada vez que visito a mis padres que viven una ancianidad digna pues no piden nada más que amor y tiempo a sus hijos, comprendo mejor la existencia humana. El amor que recibimos de ellos definitivamente es incondicional. 

Tengo un sueño recurrente en el que todos mis hermanos seguimos viviendo junto a nuestros padres despertándome luego con una grata sensación. No dudo que muchas otras personas también tengan una sensación similar al soñar con sus tiempos de infancia.

Mi hijo mayor se casó ayer con una linda muchacha norteña descendiente de familias muy regiomontanas por sus apellidos De la Garza Elizondo. El tatarabuelo paterno de mi nuera fue el general Pablo A. de la Garza quien participó en la Revolución Mexicana y llegó a ser gobernador de Nuevo León y Guanajuato.

Los padres de mi nuera le han enseñado el valor de la austeridad y el ahorro. Eso me alegra mucho porque la crianza que ella tuvo es la buena crianza típica que se ofrece en las familias del noreste de México.

De sobra está compartir que hay una alegría que raya en la locura en los recién casados. Celebro que surjan nuevos matrimonios cuando se placea el amor entre los contrayentes porque empiezan con la mirada puesta en la confianza y en el compromiso como es el caso de mi hijo y de su flamante esposa.

Apenas hace dos semanas estuve en la despedida de soltero del yerno de uno de mis mejores amigos y allí me percaté que los futuros consuegros habían organizado el ágape. Al día siguiente le pregunté a mi hijo si le parecía correcto que su suegro y mi persona le organizáramos una despedida a lo que estuvo de acuerdo.

Así que nos congregamos más o menos 70 personas para despedir a mi hijo de su soltería. Algunos de los asistentes eran muy jóvenes aunque la mayoría éramos personas adultas entre los amigos, familiares y compadres de los que ahora somos consuegros.

Fue una experiencia muy enriquecedora para todos los presentes porque se compartieron experiencias en relación al matrimonio y particularmente en torno a la mujer y sus cuidados.

Alguien habló de su matrimonio de casi 50 años alentando a mi hijo a conservar el suyo siempre, mismo mensaje del papá de mi nuera que puntualizó que estaría muy al pendiente de su hija, comentario que dibujó de cuerpo completo a un padre amoroso. 

Los tiempos ahora son bien distintos a los pasados. Aunque la llegada de los nietos, -esperando que un día lleguen -, alumbran siempre la vida de los abuelos, la forma de dejar a los padres es bien distinta. Mi hijo no me entregó las llaves de la casa lo que no me molesta.

Me queda un hijo y él también un día partirá. ¡Qué maravilla que así sucedan las cosas!…. Las llaves de la casa son lo de menos, porque finalmente seguirá siendo de los hijos.