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Cuando Lou Reed trabajó con Martin Scorsese
Marzo de 1993. Martin Scorsese escribe a Lou Reed en lo que parece un intento de calmar al temperamental cantante. Deducimos que el cineasta se ha citado con Johnny Depp, con vistas al proyecto Dirty Boulevard, para el papel de un personaje llamado Mambo. Y Reed no está contento con esa decisión de casting. Nos enteramos así de que Martin y Lou estaban preparando lo que imaginamos era una adaptación cinematográfica de New York, el álbum de 1989 que tenía Dirty Blvd como tema principal.
Estamos ante los preparativos de una película. Se trata de una de las muchas sorpresas que contiene el archivo profesional de Lou Reed. El jueves 2 de marzo, cuando Lou habría cumplido 75 años, su viuda, la artista Laurie Anderson, anunciaba en Nueva York que los papeles y las grabaciones de Lou pertenecen ahora a la New York Public Library y se conservaran en la Biblioteca de Artes Interpretativas, dependiente del Lincoln Center.
Nada sorprendente. En los últimos tiempos, las instituciones estadounidenses están pujando por hacerse con los archivos de figuras del rock: los de Bob Dylan están en la universidad de Oklahoma y Bruce Springsteen ha llegado a un acuerdo similar con la Monmouth University, en New Jersey.En el caso de Lou Reed, el deseo de Laurie pasa por digitalizar sus contenidos y ofrecerlos online. Sin embargo, se trata de una tarea titánica: son casi cien metros de estanterías, cuya mera clasificación requiere meses de trabajo. Y habrá problemas de copyright: se incluyen miles de grabaciones en audio, en todos los soportes posibles (desde casetes a discos duros), con un total estimado de unas 600 horas. Esto sin contar las cintas de vídeo.
El responsable de ordenar ese tesoro es Don Fleming, un antiguo músico que ya bregó con los legados de Alan Lomax, Ken Kesey o Hunter S. Thompson. Según sus impresiones, hay comparativamente poco material sobre The Factory, Andy Warhol y The Velvet Underground (la Cornell University posee la mayor colección sobre la banda) pero sí todo lo que uno podría desear sobre sus cuarenta años como solista.
Las revelaciones prometen ser abundantes. En vida, Lou manifestaba celos ante la respetabilidad de Bob Dylan (“no ha dejado hueco para ningún otro cantautor judío”) pero las cintas demuestran que pasó por una etapa dylaniana en los sesenta y principios de los setenta: hay maquetas de canciones de protesta e incluso una versión de Don't Think Twice, it's all Right. La masa de cartas y mensajes también desvela conexiones inesperadas. Aparentemente, Jimmy Page —dos años antes de formar Led Zeppelin- envió a Lou una copia del disco Eight Miles High, de The Byrds, con una nota que sugiere que habían estado charlando sobre la creciente influencia del saxofonista John Coltrane en el rock.
Era imaginable que Lou conservara la correspondencia con Václav Havel, el admirador que, en 1989, se convirtió en presidente de Checoslovaquia. Lo más chocante, para los que se aferran a la leyenda de Lou Reed como creador salvaje, es que conservaba escrupulosamente sus contratos, las declaraciones de regalías y hasta los recibos por los gastos más diversos, desde un sándwich consumido en el Tokyo Hilton a aparatos de alta fidelidad, su gran obsesión. Como todo ciudadano, Lou estaba preparado para cualquier inspección de Hacienda.