Cuando la obesidad te lleva al quirófano

En Coahuila se han emprendido programas de salud pública para frenar el mal de la obesidad. Las operaciones bariátricas son una opción que parece mágica, pero no lo es. Semanario registró el proceso de algunos pacientes.

Por: Jesús Peña 
Fotos: Luis Castrejón, Luis  Salcedo, Orlando Sifuentes, Marco Medina 
Video: Estefan Baltezan 
Diseño: Edgar de la Garza 
Edición: Quetzali García 

Narce está sentada en la cama de un cuarto de hospital, vestida con una bata quirúrgica azul y dice que está contenta, porque ya se va a ir a casa. 

Hace unos días, dos para ser exactos, que Narce fue sometida a una cirugía bariátrica, el bypass gástrico, para ser exactos, pero ni el dolor de las heridas que le dejó la laparoscopía, mina su buen ánimo.

Narce dice que está consciente del paso que acaba de dar, sabe que no se trata de una simple operación para bajar de peso, sino de un cambio radical en sus hábitos de vida y está dispuesta a afrontarlo.

No quiere que al rato le amputen la pierna o que se le apague la vista, a consecuencia de la diabetes que padece por su obesidad. 

“Además mis hijos están chiquitos todavía”, añade Narce. 

Narce había sufrido durante años de dolores en los pies y en las rodillas, se cansaba con facilidad y aparte padecía de hipertensión.     

La insulina comenzó a hacer estragos en su piel, porque se inyectaba a mañana y noche, y la presión arterial ya le provocaba acidez y agruras. 

Por eso se decidió.

Cierto día Narce escuchó en las noticas sobre un Programa de Cirugía Metabólica que ofrecía el gobierno de manera gratuita a la comunidad y se interesó. 

Un jueves a las 10:00 de la mañana se hallaba, junto a otras personas con sobrepeso, sentada en la sala de espera de la Unidad de Especialidades Médicas en Enfermedades Crónicas, (UNEME), de Saltillo, atenta a la junta de información del Programa.

Era noviembre de 2018.

Cirugía. Hay pacientes con grados de obesidad que ya no se solucionan únicamente con dieta y ejercicio. Es necesario que se sometan a estos tratamientos.

Allí le explicaron que el proyecto estaba dirigido a persona de escasos recursos, afiliadas al Seguro Popular, y le pidieron que pusiera sus datos personales en una hoja, la pesaron y midieron, y al final le dijeron que en cinco o seis días, máximo, la llamarían para su primera cita con una psicóloga y una nutrióloga del Programa.

Desde aquella primera cita la nutrióloga le advirtió a Nare que si deseaba realmente ser la beneficiaria de una de las 150 o 200 cirugías bariátricas gratuitas  que ofrecería el gobierno, y que en el medio privado llegan a costar entre 100 mil y 300 mil pesos, tenía que someterse al régimen alimenticio, una dieta, que ella misma le daría. 

El presupuesto era limitado y sólo los mejores pacientes, los más aplicados, llegarían. 

“Uno es de bajos recursos, no hubiera yo podido hacerme esa operación”, platica Narce.

Para ella, que nunca en su vida había hecho una dieta, el reto fue difícil, colosal. Lo que más le costó, dice, fue dejar el refresco.     

“Todos los días nos comprábamos una Big Cola de tres litros y toda se acababa y en la noche cómprate otra. A parte soy adicta al café…”, cuenta.

En unas semanas Narce consiguió bajar los kilos que le había prescrito la nutrióloga y gracias a su actitud positiva la psicóloga le dio el visto bueno y la refirió con el cirujano bariatra y el médico internista para una valoración. 

Semanas después Narce recibió otra llamada en la que le avisaban que había pasado la prueba y todo estaba a pedir de boca, listo para la intervención quirúrgica.

Pero en el último minuto... Narce desistió. 

 

Curso propedéutico. Lo primero para entrar de lleno al Programa - reafirma Patricia García, cirujano bariatra - es la pérdida de peso y que la psicóloga vea que los pacientes están motivados y que asisten a los exámentes y pláticas preventivas.

Se aproximaba el cumpleaños de su padre, que vive en el rancho y ella no quería perderse la fiesta por nada del mundo

“Les dije ‘no, no me operen porque tengo que ir a una fiesta’. A todos nos encanta la comida y más cuando es asadito, barbacoa, y todo eso, más en el rancho…”.

Andando los días Narce regresó al Programa. 

Pasaron siete meses antes de que fuera reprogramada para su cirugía, debido a los ajustes presupuestales que se vinieron con la entrada del nuevo gobierno en diciembre del año pasado.

Hasta que al fin le telefonearon de nuevo para decirle que el 7 de mayo sería operada en el Hospital General de Saltillo.

Ese día, el día de la cirugía, Narce  entró sin miedo, sin una pizca de nervios al quirófano. 

La psicóloga del Programa se había encargado de transmitirle la seguridad que necesitaba para ese momento, narra.

La operación salió perfecta.

Y hoy Narce está aquí, sentada en la cama del cuarto de hospital, vestida con la bata quirúrgica azul, el rostro deslumbrante, esperando que la den de alta.

Narce Idalia Peña Sifuentes es una de las 44 pacientes que hasta la semana antepasada habían sido beneficiadas con una cirugía bariátrica. 

México con diabetes. 6.4 millones de mexicanos están diagnósticados con diabetes.

Y aunque al principio le dijeron que no pagaría ni un centavo por la operación, Narce tuvo que desembolsar cinco mil pesos para el material quirúrgico y la ropa de cama, dice que se siente feliz y optimista. 

 “Quiero seguir adelante con mi dieta, para mejorar. Se acabaron las chiflazones”.

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2016, el 71 por ciento de la población de Coahuila vive con sobrepeso y obesidad, condición que afecta su calidad de vida.

Y a pesar de las intensas campañas del gobierno que desde hace años, todos los días y a toda hora, bombardea a la gente, por radio y televisión, con aquello de “mídete, nútrete, actívate”, todo parece indicar que sus esfuerzos han sido insuficientes. 

“Lamentablemente la cirugía bariátrica, por el costo y por la percepción que tenemos a nivel nacional de que es una cirugía estética, no la implementan en programas públicos. Mejor méteme al programa de muévete, mídete. Esos programas están haciendo su labor, pero no están atacando el verdadero problema que es la ingesta inadecuada de alimentos. Las campañas y todos los programas que estaban dirigidos a ese tema tenían cierto efecto, pero no a largo plazo”, dice José Luis Rodríguez Núñez, director del Centro Estatal de Desórdenes Metabólicos y encargado del Programa de Cirugía Metabólica. 

A esta circunstancia se añade el hecho de que la obesidad, considerada un problema de salud pública, la epidemia del siglo XXl, es más compleja de lo que la gente cree.

Al respecto Rodríguez Núñez, destaca que según las últimas investigaciones en la materia, se ha encontrado que la obesidad tiene su origen en 108 factores, divididos en ocho macroprocesos sociales, fisiológicos y  mentales.

“No es nada más ‘como menos o hago más ejercicio’. Conceptos sociales, fisiológicos, psicológicos,  engloban la obesidad”.

Durante el Foro de Tratamiento Quirúrgico para Desórdenes Metabólicos realzado el pasado 21 de mayo en el auditorio del Hospital General se dio a conocer que 37 mil saltillenses con obesidad se tienen que operar ya. 

Ante tal situación el Gobierno de Coahuila, a través de la Secretaría de Salud, echó a andar, a finales del año pasado, el Programa de Cirugía Metabólica, con miras a disminuir el exceso de peso en la población de entre 18 y 65 años, y reducir el impacto de enfermedades asociadas a la obesidad, como son la diabetes y la hipertensión.

El 70% de los adultos tienen algún grado de obesidad, de éstos, 37 mil saltillenses con obesidad.

Registros de la Secretaría Nacional de Salud Indican que en México al menos 6.4 millones de personas están diagnosticados con diabetes.

Y lo que es más, los costos sociales que genera esta enfermedad en el país ascienden a unos 85 mil millones de pesos anuales, de acuerdo con estimaciones del Instituto Mexicano para la Competitividad.

El responsable del Centro Estatal de Desórdenes Metabólicos y encargado del Programa de Cirugía Metabólica,  explica que el primer paso para  armar este proyecto, el de las cirugías bariátricas , ( manga gástrica, bypass gástrico), fue reunir a un grupo multidisciplinario de expertos que incluye, básicamente, psicólogos,  nutriólogos, cirujanos bariatras, endocrinólogos y médicos internistas.    

“La obesidad es multifactorial, y es tan compleja, por eso no nada más una especialidad la puede tratar, por eso en este programa hay un equipo multidisciplinario. Así es como se debe de manejar la obesidad. Esto de ponerme a caminar y cerrarme la boca, me funciona un ratito y me funciona unos cinco kilos, pero no los 35 que tengo que perder”, dice Ana Patricia García Vives, médico cirujana bariatra certificada del Programa.   

Después se estableció el protocolo de atención, que inicia, a groso modo,  con las juntas informativas, sesiones con la nutrióloga y la psicóloga, análisis bioquímicos, valoraciones con los cirujanos bariatras y médicos internistas, luego, y si el paciente pasa los filtros, la cirugía y por último lo más importante, el seguimiento, que puede durar entre uno y dos años, dependiendo del tipo de operación que se realice.     

“No sé cuántas veces les ha pasado que conocen gente que se opera, pasan unos años y otra vez están en el mismo peso de antes de la cirugía o todavía más. Estas personas no tuvieron un seguimiento por parte de un equipo multidisciplinario. La cirugía no es mágica y el seguimiento es muy importante porque los pacientes tienen que hacer conciencia del origen de su obesidad y de cómo tienen que modificar esos hábitos. Eso va a asegurar el éxito a largo plazo”, comenta Angélica Dávila, la psicóloga, durante una de las juntas de información que todas las mañanas de jueves se llevan a cabo en la UNAME de Saltillo.

Este es uno de esos jueces y la sala francamente luce abarrotada de gente. 

Desde que se inició este Programa se han acercado personas de todas las tallas y pesos, en busca de una esperanza, de una oportunidad. 

Los pacientes más pesados que le ha tocado recibir a Lourdes Saraí López Rivera, especialista en nutrición clínica, obesidad y diabetes, han sido arriba de 200 kilos, catalogados ya como súper obesos.

“Había una paciente que ya no podía caminar porque sus articulaciones  estaban bien dañadas. Después que bajó de peso, en las primeras sesiones, y que ya podía caminar,  sentía que daba sus primeros pasos”, narra Saraí. 

Camino. El panorama se pinta de manera realista. El camino no es fácil y sólo quienes estén dispuestos a cambiar de hábitos acceden a la operación.

Saraí es la responsable del plan de cuidado nutricio del paciente con obesidad, previo a la cirugía y después de la cirugía.

“Hacemos todo el acompañamiento del proceso, somos muy exigentes  en que la persona vaya muy bien, se esté aplicando con su alimentación y esté haciendo actividad física, esté cambiando sus hábitos, esté al pendiente del programa”, dice.

“Es poder guiar a los pacientes – comenta Ana Luisa Miranda Briones, nutrióloga del Programa -, para que adopten buenos hábitos de alimentación y que sea un cambio que dure no solamente uno o dos años posteriores a la cirugía, sino de aquí al resto de su vida”.

A ocho meses de que arrancó el Programa el equipo multidisciplinario ha atendido a más de 500 personas, de la cuales 44 han sido operadas y hoy existe una lista de 300 pacientes que esperan turno para su valoración.  

Enrique Quijano Hernández, 28 años,  llegó desesperado al Programa de Cirugía Metabólica, clamando por ayuda. 

Su peso de 187 kilos le había ocasionado fatiga crónica, dificultad para respirar, dolores en huesos y articulaciones e incapacidad y discriminación laboral. 

“Más que nada se me empezaron a inflamar los pies, luego el dolor de las rodillas. Llegué a dormir sentado. Dormí casi un año sentado porque no podía respirar, me ahogaba. Y la presión en la cabeza, mucha. Estaba acostado y sentía como que mucho dolor en la cabeza.  Me tenía que levantar”, relata.

“Hay personas, – dice la bariatra Patricia García -, muy pesadas que llegan con súper, súper obesidad, necesitan ver al neumólogo para que les trate su problema de insuficiencia respiratoria, los tiene que ver el vascular por sus problemas con la circulación. Todo esto para poderles ofrecer una cirugía segura, porque se trata de que estén en el quirófano dos o tres horas, dos o tres días internados y se vayan a su casa. No queremos complicaciones”.

De crío Enrique había sido delgado, hasta que salió de la secundaria y empezó a engordar, no sabe por qué.

Una tía le dijo del Programa y él vino a la UNEME para pedir información.

CUERPO Y MENTE. La psicóloga Angélica Dávila da un acompañamiento especializado para que todo el proceso, desde la entrada al quirófano, sea sencillo para los pacientes.

Lleva ya tres meses de estar con la nutrióloga, tres dietas y ya ha adelgazado 11 kilos. 

Dice que se siente mejor.

Para esto la nutrióloga le quitó las harinas y las grasas, también los azúcares. Nada de eso debía comer, le dijo.

“La nutrióloga me dijo que otros siete kilos y ya me pueden meter a operación”, dice Enrique, con la cara que no le cabe de la emoción. 

Lo primero para entrar de lleno al Programa - reafirma Patricia García, cirujano bariatra - es la pérdida de peso y que la psicóloga vea que los pacientes están motivados, 

Angélica Dávila, la psicóloga, dice que ha tenido casos de pacientes que en un mes han logrado bajar hasta 15 kilos y eso le da satisfacción.

“No hay mayor satisfacción que ver el compromiso de los pacientes, el apego a su plan nutricional, cómo están motivados y cómo se apoyan en sus familias para lograr sus objetivos. Ven el Programa como una oportunidad de cambio. Están muy  interesados y se comprometen porque dicen que han buscado ya muchas oportunidades,  que en su historia han tenido muchos intentos de pérdida de peso, muchas dietas, muchos cambios de hábitos, pero no han logrado resultados, entonces llegan aquí buscando eso, lo ven como un salvavidas, pienso”.

María de la Luz Sánchez Zapata, 47 años, diabética, tenía 162 kilos de peso, y se había pasado la vida buscando el remedio contra su obesidad.  

“Y sí bajaba de peso, pero volvía a engordar más de lo que estaba”, dice.

Desde niña había sufrido las burlas de sus compañeros de escuela y ya de adulta se vio precisada a usar taxi en lugar del colectivo por temor a las miradas e insinuaciones de la gente. 

Constancia. El doctor José Luis Rodríguez busca que este programa tenga efecto en el largo plazo.

“Uno se sube a las combis y la gente se queda viendo así de que ‘¿dónde se va a sentar?’. Se sienta uno y nadie se sienta con uno porque han de decir ‘no cabemos’”. 

Fue con uno y otro nutriólogo y tomó cuantas pastillas milagro promocionaban en la televisión para controlar el apetito o bajar de peso. 

“Por ejemplo la semilla de Brasil  que en lugar de ayudarme me perjudicó más porque fue la que hizo que se me disparara la presión y el azúcar”, narra. 

Hasta que hace unos meses alguien le dijo del Programa de Cirugía Metabólica y ella no dudó en informarse.

María de la Luz había llegado con la autoestima hasta el piso. 

“Llegan en un estado de abatimiento, de derrota, de desolación, de desconsuelo, de frustración, de miedo, cabizbajos, a veces hasta arrastrando los pies, con la sonrisa apagada, la vista hacia el suelo,    Inclusive tenemos gente que ha llegado a tener ideas suicidas o intentos suicidas por esta situación de la obesidad. Es común escuchar a pacientes que han intentado quitarse la vida porque no tienen esperanza, no sienten que alguien los escuche, alguien que les pueda apoyar, que puedan ser aceptados.”, dice Mayahuel Gutiérrez Villegas, psicóloga bariatra del Programa. 

Pero al cabo de cinco meses de asistir a las sesiones con la psicóloga Angélica y la nutrióloga Saraí, María de la Luz consiguió bajar 22 kilos, antes pesaba 162.

“Bajé comiendo más frutas y verduras, comida sin grasa, sin tomar refresco, sin comer pan…”.

María de la Luz ya no sale en taxi, ahora sale en combi, anda de un lado para otro. 

Y lo mejor de todo es que en la última sesión la nutrióloga le dijo que de continuar así podrían operarla para agosto.

Multifactorial. La cirujana Ana Patricia Vives aborda la obesidad como un problema de múltiples aristas.

“Me dice la psicóloga y la nutrióloga que ya estoy a un paso de la cirugía. Es algo que a mí me entusiasma por mi salud, porque yo quiero estar bien”.

Pero como siempre la falta de recursos en los sistemas públicos de salud sigue siendo el prietito en el arroz, la mosca en la sopa. 

“Nos explicaron que lo único que podía costarnos era lo de un bulto quirúrgico que se utiliza para quirófano, materiales de quirófano para que en el momento que entremos a cirugía no nos topemos con que no hay material y nos suspendan la operación. Nos  hablaron de un monto más o menos como de 10 mil pesos. Que estuviéramos preparados por si se necesitaba eso”, revela María de la Luz.

Otro jueves en la sala de espera de la UNEME el cirujano bariatra Fernando Andreu explica para la audiencia, en un pizarrón, lo que es la manga gástrica y el bypass gástrico. 

La manga consiste, dice, en quitar el 80 por ciento del estómago y dejar  sólo un tubo o manga.

Se calcula, dice el doctor  Andreu que a un estómago normal le caben entre un litro y medio y dos litros de alimento. 

Con esta cirugía al nuevo estómago de u persona le cabrán aproximadamente sólo 100 mililitros,  

Mientras que el bypass es pegar el intestino al esófago, recortar el estómago a 50 centímetros cúbicos, y seccionar el intestino delgado para disminuir la superficie de absorción. 

El resto del tubo digestivo se queda dentro del cuerpo, sin funcionar. 

“Hagan de cuenta que en el bypass el estómago queda al tamaño de un caballito de tequila, es lo que dejamos de estómago”. 

Sanar y nutrir. Saraí López es parte del equipo multidisciplinario que atiende a los participantes del programa y ayuda a diseñar la vida después de la operación.

Ambas cirugías son restrictivas, porque restringen la cantidad de alimento que entra al estómago, dice el doctor Andreu.  

“Van a poder hacer una vida normal – expone la doctora Patricia García -  van a poder ir al restaurante, tienen opciones para pedir, no hay problema. El chiste es aprender que sí y que no comer y que no me dé tristeza no poder comer lo que todo mundo está comiendo”.

La cirugía bariátrica, dice el doctor Andreu, que se realiza por medio de laparoscopía, tiene un riesgo mínimo de entre dos y cinco por ciento, lo mismo que una cirugía normal de apéndice o vesícula.  

Ángel Alberto Urbano Antuna, era de los que les gustaba ir a la promoción del jueves de Wingstop para comerse, él solo, 20 alitas de pollo.

Y era de los que les gustaba comerse cuatro grandes rebanadas de pizza o una hamburguesa completa de una sentada.

Hace un mes y medio que a Ángel le hicieron el bypass gástrico, por medio del Programa de Cirugía Metabólica, y ahora sólo puede comer el 10 por ciento de lo que comía antes.

Con la diferencia de que hoy come nutritivo, nada de comida rápida.    

Ángel tiene 28 años y se sentía bien físicamente con sus 140 kilos encima, pero un día tomó la determinación de cambiar. 

“La obesidad no duele, si usted ve a alguien con obesidad igual y dice ‘es un gordito feliz’, pero la obesidad es una inflamación crónica que a la larga nos genera muchas enfermedades: diabetes, hipertensión, hígado graso, apnea del sueño, y esas enfermedades después nos generan demasiado costo”, dice Ana Patricia García Viveros, cirujano bariatra.

No obstante, algo no andaba bien  con las emociones de Ángel.

Sin hambre. Los paciente posoperados suelen decir ‘es que no tengo hambre, que raro, porque yo no me podía aguantar más de tres horas sin comer y ahorita se me olvida comer, hasta tomar agua’.Eso tiene que ver con la grelina.

“Yo no quería ser aceptado. No quería que me vieran. Me mantenía distante. Como a todas las personas gorditas no me gustaba que me tomaran fotografías. No me gustaba verme en fotografías. Hacía unos corajes inmensos cuando me tomaban fotos”, cuenta. 

Ya ha pasado más de un mes de la operación, Ángel ha conseguido bajar 20 kilos y ahora la ropa, que antaño le apretaba, ahora le queda holgada.

“En la oficina me dicen ‘ya te ves muy bien’, mi mamá me lo dice todos los días”.

Es lunes a mediodía, la hora de la comida en casa de Ángel, y aunque su madre ha anunciado que habrá pastel de carne y pasta, Ángel ni se inmuta.

“No tengo ansiedad, no tengo hambre. Me comentaba el cirujano Andreu que me eliminaron la hormona del hambre, junto con otras hormonas”. 

De vuelta a la plática en la UANEME el cirujano Fernando Andreu  dice que en el caso del bypass las modificaciones que se realizan a nivel tubo digestivo favorecen ciertos cambios hormonales que mejoran la producción de insulina y ello permite un mejor control de la diabetes y por ende una mejor calidad de vida.   

En ambas cirugías, la manga y el bypass, dice la doctora Patricia García, la grelina, hormona responsable del hambre, se mantiene dormida o suprimida.   

“Lo pueden platicar con cualquier paciente posoperado y les va a decir ‘es que no tengo hambre, que raro, porque yo no me podía aguantar más de tres horas sin comer y ahorita se me olvida comer, hasta tomar agua’.

Eso tiene que ver con la grelina. 

La grelina con la manga se va en el pedacito que te sacamos y en el bypass no se saca nada del cuerpo todo se queda adentro, pero está separado, dormido, como ya no pasa la comida por ahí no tiene estímulo, está dormido. Tu sensación de hambre va a disminuir muchísimo…”.

Narce cumplió ya casi dos meses de operada, ya ha bajado 14 kilos de los 97 que pesaba cuando llegó al Programa, y dice que nunca se sintió mejor.

“Haz de cuenta que le dieran reset a su vida y cambia todas sus actividades, su actitud… Le ayuda a tener más confianza, a desenvolverse con más seguridad ante las personas, en el trabajo…”,  cierra la psicóloga Angélica Dávila. 

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