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Cuando desaparezcan los glaciares
Los glaciares en el Polo Sur cada vez están más mermados como un efecto indudable del cambio climático. Esta drástica pérdida está elevando el nivel de los mares y amenaza, si el deshielo prosigue, con acabar con muchas poblaciones costeras y generar migraciones hacia tierra adentro de los continentes. Algunos sistemas insulares serán borrados por las aguas incluyendo el patrimonio construido, lo que evidenciará que toda forma de civilización se asienta en un contexto medioambiental y cuando éste pierde el equilibrio no puede coexistir ninguna expresión cultural viva.
Los humanos no hemos aprendido la lección y ahora sólo esperamos silenciosamente la catástrofe ambiental que significaría para el planeta la pérdida total de sus glaciares. Sin embargo, y como un mal chiste, hay familias que se embarcan hacia las zonas con témpanos de hielo para poder contar que los vieron antes de su definitiva desaparición, al menos en la presente era.
En México hemos contado con volcanes nevados como los llamados Pico de Orizaba y Nevado de Toluca, así como los legendarios Popocatépetl e Iztaccíhuatl que coronaron con su belleza imponente el Valle de México y representaron deidades en la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos, antes de la llegada de los invasores.
Los volcanes mexicanos están heridos de muerte y lo más probable es que en menos de treinta años sus ahora escasas crestas nevadas dejen de existir, provocando que muchas actividades de poblaciones en sus faldas y cercanías dejen de disfrutar del agua que por siglos aprovecharon para su consumo y para las prácticas agrícolas.
Cuando desaparezcan los glaciares seguramente aumentará la temperatura global de la Tierra y los problemas alimentarios se endurecerán con una población de arriba de 20 mil millones de personas, si es que no hubieran pandemias catastróficas que pudieran afectar la vida del género humano. Entonces se recordará la adoración que los indígenas de América tenían por sus volcanes nevados y la manera en que fuimos perdiendo sus ricos ecosistemas incluyendo su flora y fauna.
En el norte del País las altas temperaturas serán más inclementes. ¿Cómo sobrevivirán nuestros descendientes a las olas casi permanentes de calor y por otro lado a los huracanes cada vez más potentes que se presentarán sobre la faz del planeta?
Un experto en los temas de paleontología, arqueología y espeleología lo es el doctor Ismael Arturo Montero quien recibió la Medalla Juan Bautista Chapa en la categoría nacional por la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Nuevo León “José P. Saldaña”, que honra a personas mexicanas y del extranjero por sus aportaciones a favor del fortalecimiento y conservación del patrimonio integral de la humanidad. Montero en su breve alocución subrayó su preocupación sobre el estatus de los glaciares y compartió tesis importantes sobre arqueología y los volcanes mexicanos. No hizo un llamado para salvarlos porque quizá los ve perdidos, pero se lamentó de la lenta extinción de sus cumbres nevadas.
Lo invité junto con su esposa y su hija a desayunar en Bustamante, en donde recorrió sus famosas grutas prometiendo regresar para ofrecer un taller por parte de la Conacyt y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Por cierto, será muy importante su presencia para fortalecer el decreto de Área Natural Protegida Municipal con la que cuenta este pueblo mágico. Pronto se cumplirán tres años de este decreto, único en Nuevo León.
En Coahuila existe como gran ejemplo el área natural protegida de Jimulco, en el municipio de Torreón que, aunque ha sido harto difícil su manejo ambiental y administración, resulta un lugar en el que es notoria su conservación, tabla de salvación de los futuros torreonenses.