Crueldad heredada

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Crueldad heredada

La crueldad es inherente a la idiosincrasia de los estadounidenses. Es increíble que en este país, que se ostenta como el más avanzado del planeta, sobrevivan prácticas tan despreciables como la pena de muerte, el aborto y el racismo.

La brutalidad aparece en cada uno de sus actos. La venganza por los atentados terroristas en Nueva York fue tan violenta, que miles de inocentes perecieron bajo el yugo de la soberbia norteamericana. Lo increíble de todo esto, es que la popularidad del presidente Bush en su momento creció como espuma gracias a la sangre derramada en Afganistán, aunque ahora sucede lo contrario al saberse que emprendió una guerra sin sustento alguno.

Pero el salvajismo yanqui no sólo está presente en las incursiones militares, sino en muchísimos aspectos más y, por desgracia, decenas de miles de mexicanos son víctimas de esa cultura que siente adoración por lo material y desprecio por lo humano.

Los rancheros de Texas, por ejemplo, han adoptado como extraño pasatiempo salir a cazar ilegales. Amparados por un sistema jurídico que se hace de la vista gorda hacia los abusos contra los inmigrantes, terminan con la vida de decenas de seres humanos cuyo único delito fue el de haber posado sus plantas sobre un pedazo de tierra ajena, y, sobre todo, haber soñado con tener una vida mejor.

Extraño es el pueblo estadounidense que lucha incansablemente por proteger la vida de las ballenas y se afana por pisotear la dignidad de los seres humanos.

Desgraciadamente muchos mexicanos se están contagiando por ese espíritu brutal que nos lleva directo a la destrucción de nosotros mismos.

Son incontables los casos de abusos de los que son víctimas migrantes centroamericanos que cruzan por nuestro territorio. Desde policías que los desfalcan, polleros que los explotan, y una sociedad que los maltrata, en realidad no somos muy distintos a los Rancheros de Texas, sólo que nuestro rifle está cargado por las balas del desprecio y de la corrupción. 

Causa estupor reconocer que la crueldad está a la vuelta de nuestra esquina y ni siquiera nos damos cuenta. Ponemos el grito en el cielo cada vez que un mexicano muere bajo los influjos de una inyección letal, o cuando la bala del desprecio estadounidense le arrebata el último suspiro a un paisano, sin embargo ignoramos que en nuestra ciudad hay quienes se ganan la vida pisoteando la dignidad de los más desprotegidos.

Esto debemos tenerlo muy en cuenta con los indocumentados, que cuando no llegan al sueño americano, muchas veces se conforman con la pesadilla mexicana.

Recordemos que, por encima de cualquier interés económico o político, debe estar siempre un sentimiento de humanidad. Ante la indolencia del presidente López Obrador, que por quedar bien con Trump formó un muro de militares en la frontera con Estados Unidos.

Y si a esto agregamos que muchos de los migrantes se integran por fuerza en los frentes de guerra de los cárteles de la droga, veremos que su tránsito por México es un volado entre la vida y la muerte.

Si a tu paso te encuentras con un migrante no lo veas con desprecio, pues la mayoría carga a cuestas el sufrimiento de haber abandonado sus países en busca de un mundo mejor y más justo. Antes, ofrécele alimento o vestido, o simplemente unas monedas que le permitan conocer el lado humano de los mexicanos.