Crucifixiones

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Crucifixiones

De una u otra forma el mundo hoy se une para recordar la pasión y crucifixión de Jesús de Nazaret. Aunque los agnósticos y ateos abundan, las religiones siguen presentes en el mundo global y en el fondo, según los filósofos, ellas mantienen las utopías, las fundamentan y les dan vida. En el ser humano, las religiones ocupan una dimensión en la inteligencia cordial, en el sentimiento oceánico, es en esa esfera de lo humano donde surgen las utopías.

Creer en Dios no es pensar en Él, sino sentirlo a partir de la totalidad de nuestro ser. La religión es la voz de una conciencia que se niega a aceptar el mundo tal como es, afirman las y los teólogos, ella se propone transformar la realidad y trascenderla, proyectando visiones de una nueva humanidad, utopías que rasgan horizontes todavía no vislumbrados.

Para los antropólogos y psicoanalistas, la experiencia religiosa surge de las capas más profundas de la psique, siendo en las emociones y en los afectos en donde se elabora el universo de los valores, la ética, las utopías y la religión (Leonardo Boff).

La religión está más allá de la razón, es la esperanza. Por eso vemos caminar a nuestro pueblo visitando los templos, asistir a procesiones en las que se escenifica la pasión de Cristo, drama terrible y sanguinario que, sin embargo, ha sido superado por la crueldad feroz que padece la humanidad actual, sometida a la miseria, al hambre, al desempleo; a la voracidad económica e industrialista que crucifica a la naturaleza, crucifica al planeta entero haciéndole perder su equilibrio y provocando el cambio climático.

Cristo murió humillado, crucificado, que entonces era la peor muerte y la más vergonzante; murió en solidaridad con todos los crucificados de la historia que son víctimas de las relaciones sociales de violencia, discriminatorias, de odio, de injusticia, de desaparición y trata de personas, de desigualdad, de segregación racial, víctimas del rechazo a la compasión y a la fraternidad.

Los pueblos de Centroamérica huyen de la violencia y peregrinan hambrientos en busca de trabajo y sustento para sus familias, y Estados Unidos los veja, los rechaza, los encarcela, les cierra el paso con el muro de Trump, ellos son parte de los crucificados que no tienen en donde reclinar su cabeza.

La crucifixión es la dolorosa toma de conciencia de que se tiene una dignidad que hay que mantener y por la que hay que luchar constantemente, que los derechos humanos no pueden ser pisoteados como se ha hecho en Coahuila, estado del despojo en el que al Magisterio se le han arrebatado la seguridad social y el derecho a una jubilación digna. La crucifixión es la expoliación y el saqueo de recursos económicos del que la población coahuilense ha sido objeto por parte de una familia que gobierna sin ética y sin justicia.

Una querida amiga me envió este mensaje: “Demos el paso de la esclavitud hacia la libertad, de la resignación a la acción, de la indiferencia a la solidaridad, de la queja a la búsqueda de soluciones, de la desconfianza al abrazo sincero, del miedo al coraje de volver a apostar todo por amor, de recoger los sueños rotos y volver a empezar… ¡Felices Pascuas!