Crónica de una mamá en tiempos de coronavirus

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Crónica de una mamá en tiempos de coronavirus

Los padres tienen que lidiar con tareas de los hijos, home office y aspectos domésticas/Foto: Pixabay
Estamos en un encierro necesario y no solo tenemos que trabajar desde casa. Los que somos padres también tenemos que lidiar con las actividades diarias de las plataformas escolares, tareas del hogar y además… intentar estar de buenas.

¿Quién me dijo que era fácil? Respiro. Hace unos cuatro días bajé para mi pequeño hijo de seis años una aplicación que se llama “Respira, piensa y actúa”. Buenísima decisión. Hemos aprendido los tres: él, su papá y yo. 

La cuarentena nos cayó de golpe y nos cambió la rutina. Normalmente me levantaba a las 6:45 y ahora lo hago una hora después, nada mal. Aunque debo decir que también me dormía a las 11:00 de la noche cuando muy tarde, pero en los días recientes me encuentro con la cama ya pasadas las 12:30 de la madrugada. 

Hoy, suena la alarma y me salgo del cuarto para no despertar a mi esposo. Le doy los buenos días a nuestra perrita. Ella vive dentro, duerme en una pequeña estancia en la entrada. En su compañía, leo las noticias y le doy una checadita a Facebook. Pongo el café y enseguida me voy a bañar. Son ratitos de paz, a pesar de lo que se dice en las noticias. 

A las 9:00 de la mañana, ya lista, prendo la computadora y abro la plataforma de la escuela. Todos los días los maestros envían las actividades que tenemos que hacer, mismas que hay que evidenciar con fotos.  

Tenemos seis actividades que hacer. ¿Seis, es en serio? Tal parece que las escuelas no se dan cuenta de que el teletrabajo y la organización en casa son complicados. 

Uno debe buscar ratos para desconectarse por unos minutos, sentarse con el hijo para conversar y revisar lo que esté viendo en la tablet. Ese dispositivo que tanto nos han dicho que limitemos, pero en estos tiempos -sé que me van a criticar- es una gran aliada.

No he comentado que en casa somos tres personas, y la perrita. Esa es nuestra familia “muégano”. Hacemos todo juntos. Y en estos días, nuestro hijo ha acentuado más la cercanía con su papá y conmigo. 

Cuando estamos trabajando, se sienta a nuestro lado solo para estar ahí. Ve a los youtubers que le encantan y que a nosotros nos resultan irritables. A lo lejos escucho que uno de ellos narra el videojuego que está jugando. Luego, en pantalla, otro niño que hace videos en los que participan sus papás, pero que gritan todo el tiempo. 

Tengo que investigar para escribir las notas que desde casa estoy enviando diariamente. La dinámica también cambió en mi trabajo. Ahora se trata de escribir, principalmente, acerca de recomendaciones de todo tipo. 

Mi niño sigue a mi lado, está en la tablet, pero también está viéndome. Un ojo al gato…

Entre nota e investigación, hacemos una actividad del colegio. Luego, mientras veo el tráiler de una serie cómica en Netflix,  él voltea y me dice: 

-¿No ibas a trabajar?

-Sí, estoy trabajando. 

-Estás viendo videos. 

¿Cómo le explico? En una de mis notas de hoy quiero escribir recomendaciones de series que hagan reír en tiempos de coronavirus. 

Luego, veo que la tarea que le encargaron para su clase de computación. Hacer un dibujo en Paint. Ojo, el niño no sabe usar Paint. Me acabo de dar cuenta, le piden dibujar una fruta y no lo sabe usar. Le explico a grosso modo, entre la explicación que ya medio me tiene de malas porque mi niño se distrae con la perrita, con la mosca, con todo y me ignora. Salimos de pleito. 

Luego, malencarado hace… lo que parece ser una manzana. Voltea y me dice:

-¿Amigos? 

Acto seguido, nos abrazamos.

Suspendo un rato mi trabajo. En casa solo hay una computadora –¿para qué habrían dos?- mi esposo tiene su primera videollamada laboral. Mientras tanto, mi hijo y yo adelantamos el ejercicio de matemáticas. Enviado, punto para nosotros. Una tarea menos. 

Cuando vuelvo a sentarme a trabajar, termino una nota más. Llamo a mi hijo para hacer la tarea de math, porque va a un colegio bilingüe. La hacemos, envío las fotos. Ahora toca inglés, están afianzando los nombres de los días de la semana y los nombres de las habitaciones de la casa. 

Primero hacemos un ejercicio en el libro digital de los días de la semana y luego… me detengo a observar a mi güero, algo le noto raro, pero no sé qué es. Veo que la maestra encargó hacer una casita de origami, en la que dibuje y pinte bedroom, bathroom, living room, kitchen and so it goes on. ¿Really miss?

Busco un tutorial del famoso origami y de repente…

-¡Eugenio, te cortaste el cabello!-

Sus expresivos ojos se abrieron lo más grande posible y enseguida, salió corriendo de la habitación.  

Cuando regresa viene esperando un regaño. Lo tomo con gracia, yo hice lo mismo a los 12 años. Nos abrazamos otra vez –teníamos que estar distanciados, pero ahora mismo, el abrazo es necesario- luego continuamos vemos el tutorial. 

Sorpresivamente la casita fue un éxito, terminamos de enviar las actividades escolares. Y después de comer y de que yo envíe mi última nota, en familia vemos un poco la televisión. 

En familia es un decir, me refiero a que los cuatro estamos en la sala. Mi esposo y yo vemos una serie; el niño ve en su tablet una caricatura o algún youtuber, en volumen muy bajito, porque no se quiere ir a su cuarto. 

En un momento me levanto del sillón. 

-Mamá, ¿a dónde vas?

-Por agua.

-Voy contigo. 

-(¿Neta?)

Después de terminar un capítulo de una serie islandesa –“Trapped”- que nos tiene muy ‘picados’ sugiero ver una película que me recomendaron mi hermano y mi cuñada. Se llama “Vivir dos veces” (¿ya la vieron?). Hacen falta filmes esperanzadores para cerrar el día. 

Nadie nos dijo que esto sería fácil. Pero, también esto pasará. 

La casita de origami para la tarea/Foto: Susana Zepeda