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Crónica de un desastre

Si los mexicanos, al paso de los siglos, nunca hemos logrado construir un Estado de derecho y a esta gravísima circunstancia se agrega la decisión suicida de AMLO de renunciar al uso de la fuerza pública y no se pierde de vista la ausencia de una estrategia coordinada y eficiente para imponer el orden, entonces, el desastre y el ridículo nacional e internacional, como en el reciente caso de Culiacán, eran absolutamente previsibles.

Invariablemente fuimos gobernados de acuerdo a los estados de ánimo de un sólo hombre; fuimos y volvimos a ser el país de un sólo hombre llamado tlatoani, virrey, cacique, caudillo, presidente, dictador hasta llegar, en nuestros días, a un modelo político inédito al frente del poder: se trata de un pastor religioso o un iluminado que pretende acabar con enormes y poderosas organizaciones criminales con palabras –“abrazos, no balazos”–, además de amenazar a las autoras de los días de los narcotraficantes con invitaciones a llevar una vida ordenada y respetuosa dentro de los extremos de la ley, so pena a que se expongan a un regaño maternal, cuando los envenenadores de la sociedad sólo entienden el lenguaje de la violencia y de las balas para defender sus cuantiosos intereses. ¿Cómo acabar con las masacres con arreglo a discursos moralistas totalmente inútiles y objeto justificado de burlas, como el fuchi y guácala?

¿Qué podíamos esperar dentro de esta breve crónica que exhibe una grotesca y deshonrosa claudicación que aterroriza a millones de mexicanos, además de una soberbia y arrogancia indigeribles?

No sólo no contamos con un Estado de derecho, ni con un autonombrado ministro de Dios que intenta gobernar este País con invitaciones al buen comportamiento y a la oración y que confunde el delito con el pecado, sino que, por si fuera poco, han desaparecido los órganos de inteligencia, sobre todo la financiera para detectar y expropiar los bienes multibillonarios de los capos, se ha desmantelado prácticamente el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), se ha desmontado a la Policía Federal y se ha creado una supuesta Guardia Nacional que en realidad vigila nuestras fronteras por instrucciones obscenas de Trump. Por si fuera poco, nuestros soldados son desarmados e insultados por la sociedad que los humilla donde se encuentran cuando nuestras fuerzas armadas, invariablemente respetadas, justifican su existencia con la imposición coactiva del orden público, entre otros menesteres.

En lugar de las amnistías, de obligar al ejército a construir aeropuertos, ya descalificados por las autoridades aéreas internacionales, de asistir a homenajes a los ladrones de combustible y de autorizar los destrozos de los vándalos en la Ciudad de México, el manicomio más grande del mundo, y de convocar diariamente reuniones vanas, superfluas e infructuosas a las 6 de la mañana para promover su reelección y recibir los “partes de seguridad” que no le sirven para nada a un pueblo “feliz, feliz, feliz”, según se puede comprobar con lo acontecido en Culiacán y con el hecho de que más del 50 por ciento de los municipios ya son controlados por el hampa, AMLO debería echar mano del ejercicio de la fuerza pública con todas sus consecuencias y dejar de perdonar al crimen organizado con el argumento de que al fin y al cabo también es pueblo, y garantizar la coordinación entre los aparatos de seguridad del Estado, antes de que México continúe desintegrándose como un papel mojado.

López Obrador debe entender que no dirige a fieles integrantes de una secta, sino a ciudadanos que cotidianamente soñamos con un México mejor, con oportunidades y paz para todos. De nada sirve ya culpar del actual desastre a funcionarios del pasado. A 11 meses de “gobierno” de la 4T sólo hay un responsable: AMLO.

López Obrador prometió guardar y hacer guardar la Constitución y si no que la nación se lo demande, y en este momento la nación –aterrada y puesta de pie– se lo demanda con justificada energía y desesperación. La revocación del mandato se debe aplicar hoy antes de que desde Washington nos digan: ¡Ah, Mecsicanitous!, y vengan de afuera órdenes destempladas cuando el malestar se desborde a orillas del Potomac… ¡Cuidado!

@fmartinmoreno