Creación y cautiverio

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Creación y cautiverio

El nuevo entorno plantea serias dialécticas entre lo individual y lo colectivo, lo presencial y lo virtual. / Foto: Alejandro Pérez Cervantes.
Las semanas recientes han esbozado una realidad inédita para la ciudad y el planeta. Sería innecesario abundar en las causas que ya todos conocemos.
Asimismo, este forzado orden ha dibujado perspectivas para el arte y la cultura que hasta hace apenas unos meses eran inconcebibles. Sí, hay cuestiones muchísimo más urgentes, pero otra cuestión irremplazable que surge en este tiempo aciago es ¿Cómo sobrevivirán, cómo habrán de plantearse autores e instituciones del campo de la cultura en este inédito escenario?

Saldos

Cancelación o aplazamiento de eventos, cierre de museos y espacios culturales. Feria del Libro hasta agosto, exposiciones y convocatorias pospuestas. Si ya de por sí la oferta era raquítica… Casa Purcell alcanzará el récord de meses sin actividad. El Consejo ciudadano de cultura de la SEC seguirá sin tomar posesión, pese a haber sido elegido hace casi medio año. Y ni hablar de la convocatoria PECDA de este año -el pasado tampoco hubo. Uno de los temas más afectados fue el Aniversario del Teatro Fernando Soler, así como la edición de la FILC de este año, duplicado su agravante en contar como país invitado a Italia, uno de los más afectados por la pandemia. Por no hablar de ese evento extrañamente subsidiado por el gobierno en últimos años: la Procesión del Silencio de la Semana Santa en Viesca. Si la festividad religiosa es también una forma de cultura, acá perdimos un verdadero evento de carácter popular y de arraigada tradición; el Viacrucis del Ojo de Agua: no recuerdo su cancelación en ningún año.

Entonces, de manera un poco tímida, pero con resolución, ciertas instancias abogaron por paliar los efectos del desastroso encierro. Muchas de las iniciativas originales fueron espontáneas, ciudadanas, individuales: compartir libros, películas, visitas virtuales, materiales de lectura.

La Secretaría de Cultura implementó conciertos con transmisión streaming, lecturas, tutoriales, retransmisión de conferencias, charlas: cabe decirlo, es la institución que más actividad no presencial ha mantenido en las últimas semanas. Las demás entraron en una suerte de hibernación.

 

Intentos

Hubo iniciativas novedosas, como la de la Escuela de Artes Plásticas, que convocó a su comunidad para conformar una exposición colectiva virtual con el tema del cautiverio (My Hamster Wheel si Broken). O los prácticos talleres virtuales de gráfica en el MAG. El Instituto Municipal de Cultura liberó de manera virtual su producción editorial, series de muchos libros que nunca vimos en su forma física, sobre todo los de noveles autores. Y muchas iniciativas aisladas: conciertos desde la casa, lecturas en voz alta de prosa y de poesía, tutoriales, foros e iniciativas que se plantearon como una respuesta a este confuso entorno.

Surge entonces la pregunta; si la cultura y sus productos son resultado innegables de procesos sociales de transferencia, circulación e intercambio ¿Qué impacto tendrá en la creación, la difusión, el consumo y la consolidación  de un mercado de bienes artísticos y culturales en un entorno ya de por si deprimido y complejo como lo es nuestro estado? 

Ojo, no me refiero a la innegable recesión económica que resultado de esta contingencia vendrá a impactar los recursos institucionales dedicados a la educación y la cultura.

Voy más allá ¿Están preparados los creadores e instituciones para este escenario? ¿Cómo habrá de crearse en este contexto? ¿Cómo habrá de darse este intercambio, difusión y diálogo de una pretendida comunidad interesada en las artes?

El riesgo mayor sería caer en la condescendencia, la miopía, la práctica y el diálogo endogámico: seguir concibiendo a la cultura como un festín y espacio de pocos.

¿Nos hará el encierro más solidarios, abiertos o ensimismados?

 

Pensar la pandemia

Un riesgo poco discutido dentro de esta catástrofe es la de no estar a la altura ni en la sensibilidad ni en las ideas ¿Cómo se va a documentar, escribir, pensar, registrar, procesar este tiempo tan extraño? Institucionalmente ¿Se van a querer paliar los efectos psicológicos del encierro con talleres vía streaming de manualidades? Individualmente ¿Se va a pretender salvar el mundo leyendo poemitas?

¿Cuánto de verdadera vocación social y cuánto de oportunismo narcisista hay en estas iniciativas?

En textos recientes a propósito, pensadores de la altura de Giorgio Agamben, Naomi Klein, Zizek, Franco Berardi o Judit Butler han adelantado ya sus perspectivas; las visiones son disímbolas: cambios positivos en el orden social según el esloveno; mayor individualismo y control estatal según el coreano. Doctrina del shock e hipervigilancia, según la canadiense.

¿Cómo van a confrontar y sortear la reconfiguración social los creadores y las instituciones culturales coahuilenses

Sin eventos masivos de biopolítica ranchera y territorialidad como el Festival de Rodeo o la Matlachinada ¿Cuál será su apuesta si el espacio público hoy  una dimensión desconocida, un campo minado?

¿Podrá consolidar el autor su creación sin los habituales estímulos, las relaciones, en el encierro?

Hace muchos años el genio decadente William Burroughs dijo que “El lenguaje es un virus”

¿Serán el arte y la cultura un factor de peso, decisivo, en esta lucha personal, local y global?

La respuesta, como el virus -en batalla desigual- está en el viento.

 

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7