Covid, o no Covid. Sobre la relativa victoria del Movimiento Estudiantil de la UAdeC

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Covid, o no Covid. Sobre la relativa victoria del Movimiento Estudiantil de la UAdeC

Varios padres de familia tuvieron la gentileza de escribirle con gratitud a este, su amistoso columnista local (el sorprendente hombre en cuarentena), por su adhesión al Movimiento Estudiantil Coahuilense, surgido -quiero pensar que espontáneamente- de entre la comunidad de alumnos de la Universidad Autónoma de Coahuila.

El movimiento pugnaba por revocar un incremento a las cuotas de inscripción y de reingreso a nuestra Casa de Estudios (se pretendía cobrar algunos cientos de pesos más por alumno con respecto al año anterior).

Mucho o poco, lo que haya sido el pretendido incremento, no pudo la Universidad escoger peor momento para esto. Por varias razones:

Para empezar, la educación en línea que ha ofrecido deja mucho que desear. Y no le regateo el empeño que estén poniendo desde el semestre pasado los amigos docentes y catedráticos por sacar adelante los contenidos de sus respectivos programas. Pero las plataformas contratadas y puestas a disposición por la Universidad para la educación a distancia han demostrado ser una catástrofe. 

Me reportan problemas para evaluar, aplicar exámenes, subir calificaciones y bueno, la simple impartición de las materias se queda muy corta frente a la clase presencial.

En segundo lugar, la Universidad de hecho debería estar reportando algún ahorro, ya que sus planteles permanecen cerrados, con un mínimo consumo de energía y otros insumos. Si la UAdeC hizo la cuarentena como Dios (y Gatell) mandan, debió ahorrar desde garrafones de agua hasta vales de gasolina, hecho que tampoco ayuda a justificar una alza en las cuotas (entiendo que se gastó sin embargo en la plataforma digital y falta ver cómo se concursó).

Y ya por un mero gesto de consideración a la comunidad estudiantil y padres de familia, que ahí donde los ve, están a punto de encarar una crisis que amenaza con inscribirse en los libros de Historia (estamos), bien pudo la Universidad ya no digamos bajar las cuotas, aunque fuese simbólicamente (ya le digo, un mero gesto), pero de perdido mantenerlas iguales.

Lo siento pero no, las autoridades universitarias como cualquier otro hato de burócratas son desfuncionarios presupuestívoros (“presupuestívores”, dijeron les inclusives) y están totalmente desconectados de las preocupaciones de la gente real. 

Son del todo ajenos a las tribulaciones del presupuesto familiar y, parafraseando a Chiquespeare, “‘COVID, or not COVID’, nosotros le vamos a meter un pellizquito extra por cabeza a los buenos lobitos”.

La insensibilidad de la Rectoría es tal que su primera respuesta fue a través de los tele-merolicos del canal local, quienes pronto desacreditaron el movimiento estudiantil y dijeron que todo era un malvado plan para “desestabilizar a la Universidad y atacar al pobrecito del señor Rector ¡Smack, smack!” (*beso, beso) y ya lo demás lo omito, porque es porno-periodismo, aunque acá entre nos, sí que estuvo bien puerco.

Los incrementos se echaron para atrás, lo que constituye un triunfo para el movimiento estudiantil, aunque bastante relativo.

Mencionaba yo hace unos días que un detalle encontraba objetable del movimiento y lo sostengo: ¿Qué podría ser?

Pasa que, como en tantas otras luchas civiles, lo que despertó la indignación popular y animó a la movilización estudiantil en este caso, no fue todo el desaseo administrativo con que se ha manejado a la institución desde hace años. Desaseo que obra en perjuicio no de una idea abstracta como lo es “la Universidad”, sino que afecta directamente en la calidad de la educación que los estudiantes reciben.

Lo siento, pero no escuché a los alumnos indignarse cuando a Blas Flores le salieron las cuentas mochas. Tampoco cuando la Auditoria encontró irregularidades en el ejercicio de 2 mil 792 millones de pesos. Es decir, que esta fabulosa suma de dinero se gastó toda de manera turbia o por lo menos sospechosa, ante la parsimoniosa indiferencia del actual Rector, quien heredó este chiquero administrativo sin hacer el menor gesto de asquito.

Los estudiantes sólo se organizaron para protestar cuando su bolsillo o la economía familiar se vio directamente afectada (en unos cuantos cientos de pesos), siendo que ya antes la misma Universidad les había escamoteado muchísimo más de lo que pueden imaginar.

Pasa con demasiada frecuencia que el sentido del interés común, de la responsabilidad de vigilancia sobre nuestras instituciones, no están debidamente afianzados. En cambio, cuando sentimos que nuestro interés individual es el que se está viendo afectado, brincamos inmediatamente. La reacción llega cuando sentimos el agravio personal, no cuando se cometen las peores fechorías, que suelen ser en contra del interés público.

Es un poco como el magisterio (ahí con el perdón de los docentes) que consienten cualquier cantidad de corruptelas, vicios y “costumbres históricas” en su sindicato y organismos administrativos. ¡Pero, ay del día que osen rascarle tantito a su cheque, o quitarles un día de descanso porque paralizan al País, con un sentido de la solidaridad y de la unión que ya hubieran querido los 300 espartanos! Pero claro, no se percatan de que la merma de sus derechos se encuentra en el mismo mecanismo del que con pleno conocimiento se desentienden.

Sigo celebrando el Movimiento Estudiantil, pero creo que estamos muy lejos de ser verdaderamente conscientes del grave problema administrativo, financiero y moral que enfrenta la UAdeC.

El día que se pronuncien en contra de la corrupción, en favor de una total transparencia y por la aplicación de todo el rigor de la justicia en contra de quienes se han enriquecido hasta lo obsceno a costa de la Universidad, ese día me les uno en la marcha, cuarentena o no cuarentena, COVID, o no COVID.