Cosas que no hacemos: La historia de Dayanara llega a los cines de México

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Cosas que no hacemos: La historia de Dayanara llega a los cines de México

Dayanara. Foto: Cortesía.
El documental dirigido por Bruno Santamaría Razo que tiene como protagonista a una adolescente transgénero, se proyectará en un circuito a nivel nacional con siete sedes, incluida Monterrey

El Roblito, en la costa de Nayarit, se antoja como un paraíso donde los niños son libres. Ellas y ellos corren y juegan a sus anchas por todo el lugar mientras que la mayoría de los adultos trabaja en un campamento pesquero, lejos de ahí.

Este fue el escenario que descubrió el cineasta Bruno Santamaría Razo cuando llegó a la isla, buscando contar una historia sobre la infancia y el crecimiento, propuesta que encontró su cauce cuando conoció a Arturo, un adolescente gay de 13 años que guardaba un secreto más sobre su identidad a sus padres.

“Cosas que no hacemos” es el documental en el que Santamaría acompaña a este joven en el proceso de hacer pública y de expresar su identidad como mujer, como Dayanara, ante sus padres y al resto de la comunidad, mientras pinta el paisaje la vida de chicos y grandes en El Roblito, y que a partir de este 25 de junio se proyectará en un circuito a nivel nacional a través de siete sedes, incluida la Cineteca de Nuevo León.

“Lo que me movió a hacer un viaje hacia allá, fue que escribí una memorias sobre la infancia, yo quería escribir una película sobre alguien que crece, pensaba en un niño o niña al que de pronto la realidad le impacta y le hace crecer. Entonces las memorias que yo escribí tenían un común denominador que era la represión de la identidad sexual. […] Cuando llegamos conocí a los papás, fui a trabajar con ellos y entendí que no estaban presentes porque viven en campamentos de pesca lejos del pueblo. De hecho hay niños de 12 o 13 años trabajando, ser adulto implica tener esa edad, y Arturo era uno de los pocos que seguía en el pueblo. Eso nos acercó, era una especie de hermano mayor, líder, cuidaba a los niños. Arturo era un chico gay, salió del clóset a los 12 años, su hermano mayor también lo es, y yo me sentí muy cómodo con esa familia en general”, comentó el director en entrevista con VANGUARDIA.

El también creador del documental “Margarita”, recordó que la madre de Arturo lo entrevistó en una ocasión. Él le contó sobre su homosexualidad y cómo temía contarle a sus padres, a lo que ella contestó que “nada les va a doler más que el secreto”.

“Arturo estaba escuchando esa conversación en el cuarto de al lado”, recordó, “entonces días después Arturo me dice: ’Bruno, escuché que mi mamá piensa que lo peor es el secreto y yo tengo un secreto y es que soy mujer”. A partir de ese momento hubo un match entre ella y yo, de compartir secretos y empezó una serie de sueños, de ideas, de anécdotas, que hablaban de lo que significa callar y eso nos vinculó y dio origen a que ella fuera la protagonista de esta historia en este entorno de niños, niñas, y estas capas de violencia y que siento tan ligadas al crecimiento”.

Tres años y ocho viajes fue lo que tomó la creación de este documental. Si bien la mayoría de lo que sucede en el filme fue de los últimos viajes todos resultaron importantes para establecer la intimidad y confianza necesaria de manera que pudiera contar estas historias.

Por ejemplo, para que se familiarizaran con él, su trabajo y lo que haría, impartió cursos de cine y les llevó proyecciones de películas, incluido su trabajo previo, hasta que su presencia con todo y cámara entre ellos se volvió natural.

“A mí me parece que es un esfuerzo que hacemos los documentalistas, ser honesto con quienes estamos filmando, jamás es ‘haz de cuenta que no estamos aquí’, sí estamos, pero tú concéntrate en lo que te llame la atención y yo pretendo que les llame la atención lo que tienen enfrente, más que la cámara, pero si de pronto eso los llama, pues bueno. Entonces es una relación donde se de prioridad al otro, encontrarse, conocerse, convivir y en medio del proceso hay una cámara”, expresó.

 
Niños de El Roblito.

Así es como logró captar momentos como aquel en el que Dayanara por fin se anima a “pedirles permiso” a sus padres para vestirse de mujer, como ella misma lo plantea, e incluso un tiroteo en medio de una fiesta local.

“La historia de Dayanara existe en la vida, entonces siguen pasando cosas muy interesantes. Me cuenta que en la maquila pasan cosas impresionantes, con sus amigas, con sus amigos, con el ligue, las relaciones de amor, los hombres que se fijaban en ella. Historias alucinantes que me moriría por filmar pero siempre entendimos que el encuentro que vivimos con ella, como son, un poco azarozo y eso determina un tiempo y fue acompañarla del secreto a la primera vez que o expresa. Vivimos el proceso de acompañamiento de su empezar a vivir de manera pública como una chica trans”, comentó, “y después me compartía ‘voy a un concurso de belleza’, ‘mi papá me corrió de la casa, discutimos’, ‘ahora mi papá me pidió perdón, me mandó un regalo y el regalo es un vestido’, una serie de imágenes que eran bellísimas y que yo sentía que ahora me toca acompañarla como escucha, ya no como cineasta”.

Arturo y su mamá.

“Siento que quien ha mirado la película, por suerte en un montón de lugares, conectan con el universo de las niñas, de los niños, pero sobre todo conectan muy fuerte con ese momento en que Dayanara espera la respuesta de sus padres y ese momento muy puntual tiene que ver con lo que muchísimas personas no solo de la comunidad LGBT+ hemos vivido, sino todas las personas que hemos decidido hacer lo que queremos y que de pronto la normatividad nos lo impide. Ese momento es para mí el corazón de la película que por suerte Dayanara nos regaló”, concluyó.