Cosas que aprendimos viendo ‘La Guerra de las Galaxias’

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Cosas que aprendimos viendo ‘La Guerra de las Galaxias’

 

Antes y después de “La Guerra de las Galaxias” (ahora ya nadie dice así) hubo y ha habido mejores películas SciFi, con mejores efectos especiales, mejor argumento, mejores secuencias de acción y hasta mejores actuaciones (mejor música, probablemente, eso sí no).

¿Qué tenía pues de maravillosa aquella primera cinta que derivó en una muy redituable franquicia y un culto que raya en lo religioso?

La respuesta quizás esté en su mística, su filosofía y en sus personajes que por entonces resultaban más arquetípicos que estereotipados,  

Si el discurso no versara sobre dilemas eminente humanos, sería muy difícil identificarnos con el universo de George Lucas.

Podemos sustraer los temas fundamentales de “Star Wars” de su intergaláctico contexto y son las mismas preocupaciones que nos aquejan a diario: la lucha por el poder y su correcto ejercicio, la corrupción y la pugna del individuo por hacer lo correcto. No hay nada de fantástico en esto, son los temas recurrentes desde que la literatura nació.

Claro, en la vida real una batalla por la emancipación de los oprimidos es mucho menos emocionante que en “Star Wars” y no se libra con sables de luz.

Suele ser algo más exasperante que ver en Canal 5, doblada y con comerciales “La Amenaza Fantasma”. Es una batalla burocrática, una lucha por ser escuchado en una nación de sordos indiferentes.

Luego, el riesgo que se corre no es la posibilidad de ser fulminado por un arma de rayos, es algo menos romántico como ser levantado por algunas madrotas y que lo siguiente que se sepa de uno es que nos identificaron por un poco de nuestro ADN que quedó pegado en el fondo de un tambo pozolero.

No, pos eso como que no inspira. Por eso, la gran mayoría de la gente se instala en una zona de confort, porque hacerle la guerra al Imperio es básicamente causa perdida, y muchos otros acallando la voz, no digamos ya de la consciencia, sino la de la razón y la cordura, se vuelven aliados del tirano y pasan a formar parte del ejército de patéticos “Troopers”, tan útiles para los señores Sith como una caja de pañuelos Kleenex e igualmente desechables.

Bien, cualquiera que haya visto una o todas las pelis de la saga de George Lucas sabe algunas cuantas cosas fundamentales de ética práctica. Estas son, las cosas que hemos aprendido viendo Star Wars:

1.- El Poder es cabrón, el Poder corrompe. Y no es tanto que transforme a las personas, sino que saca a relucir a su verdadero yo y en una versión magnificada. La mayoría de la gente es susceptible a ceder ante sus propias debilidades y pasiones, tan pronto la trepen a un ladrillo y se sienta quince centímetros por encima de los demás.

¡Ah, y con el tiempo la cosa empeora! Los vicios acaban por devorar a quien se instala indefinidamente en el trono. Enloquecen, pierden proporción de la realidad porque nadie les puede aportar la maravillosa perspectiva que representa una opinión distinta. No admiten más razón que su razón. Cada día en el Poder resulta intoxicante, no hablemos de quien lleva ya enquistado en el palacio dos sexenios.

2.- Los buenos no sirven de nada diseminados por allí. ¿De qué sirve Obi Wan si vive en su retiro monástico en el desierto? ¿O Luke en una granja? ¿O Han Solo metido en pleitos de cantina? Es hasta que todos hacen equipo que pueden hacerle la guerra al maldito Imperio. El individuo por sí mismo es muy limitado. Sólo uniendo talentos se logra tener una oportunidad frente a las dictaduras.

3.- La maldad no se crea ni se destruye, nomás se reelige.  Así como una franquicia de películas necesita un acervo de villanos interesantes para continuar vigente, el catálogo de hampones de la vida real es inagotable. De por sí, sólo la muerte es capaz de separarlos de la ubre presupuestal (se toman muy a pecho aquello de que vivir fuera del presupuesto es un error y se pegan al generoso seno del erario hasta el último día de sus vidas). Otros se jubilan antes de tiempo porque los anda buscando la DEA o están muy quemados para salir a dar la cara. Pero las bancas siempre están repletas de emergentes, discípulos y jóvenes promesas dispuestas a jurar su fidelidad eterna a los intereses más viles, con tal de que le conviden una tajada de ese suculento pastelote que son nuestros recursos.

4.- Es sin duda mejor el Lado Luminoso de la Fuerza. Sí, el Lado Oscuro es un camino más rápido y breve para vivir como rey (y hasta eso, es relativo), para estar en posición de gritonearle órdenes a otros (por muy pendejas que sean estos designios), para ganarse una ilusión de respeto, de majestad, aunque en el mejor de los casos lo mejor que se inspira desde el Lado Oscuro es miedo con algo de asquito.

El Lado Oscuro es la senda de los cobardes, de los que tienen miedo y están perpetuamente enojados. Miedo porque saben que si no son alevosos y juegan chueco, no podrían adjudicarse ningún logro, y enojo porque envidian la vida desenfadada de quien alcanza sus modestas metas con esfuerzo, talento y tesón.

Los malvados señores Sith, los Darth, tanto del cine como de la vida real, lucen matones, se ven malotes, le pegan a los más chiquitos. Parecen la gran cosa, pero están dominados por un miedo que se les petrifica en forma de odio.

5.- Es mil veces preferible seguir de huérfano que resultar hijo de alguno de estos desgraciados.

¡Que la fuerza nos acompañe, siempre!

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