Cosas que acontecen a consecuencia de los cortes súbitos de energía eléctrica

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Cosas que acontecen a consecuencia de los cortes súbitos de energía eléctrica

La actual crisis energética que se vive a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos, misma que ha provocado una serie de apagones masivos en gran parte de sendos territorios, ha arrojado otras graves consecuencias.

Como es lógico suponer, una ciudad sin fluido eléctrico no sólo está sumida en la parálisis, sino que se encuentra además al borde del caos y sus habitantes a merced de la delincuencia.

Sería muy fácil demostrar estadísticamente una mayor incidencia de crímenes perpetrados al amparo de la oscuridad nocturna, pero si sumamos la interrupción de los servicios electrónicos de monitoreo y vigilancia, las cifras se incrementan dramáticamente.

Pero los números son fríos y no alcanzan a reflejar el verdadero drama de la condición humana, cuando estamos anegados en la más insondable oscuridad.

Apenas esta semana se reportó el enésimo asalto en el que se vio afectada, nuevamente y por desgracia, una mujer, lo que sólo viene a refrendar el hecho de que, bajo determinadas circunstancias, constituyen las mujeres el segmento más vulnerable de la población.

Algunas voces insensibles estuvieron tentadas a culpar a la propia víctima, aduciendo que transitar de noche y sin compañía, tal como relató la querellante luego de esta amarga experiencia, era un acto imprudente, temerario, irresponsable y que si bien no justificaba lo sucedido, al menos lo explicaba en parte. Lamentable.

La narración a partir de este punto se vuelve, por decir lo menos, truculenta: Una vez que la víctima fue avasallada por su atacante, quien la superaba en peso, estatura y fuerza, fue conducida casi en rastras a lo que ella alcanzó a identificar como un zaguán.

Siempre en la total penumbra, la víctima optó por permanecer inmóvil con la intención quizás de no provocar la ira de su agresor, mismo que inició una serie de tocamientos lascivos.

Imposibilitada en todo momento para identificar visualmente a su asaltante, quien ya comenzaba a despojarla de sus ropas, ella comenzó a evaluar los recursos a su alcance para iniciar un contraataque: 

Cerró los ojos, se lo pensó unos segundos, se armó de valor, respiró hondo y a nada se quedó de comenzar a luchar ferozmente para repeler al cobarde sujeto porque justo, justo en ese preciso momento y casi como un acto providencial, la CFE pudo reestablecer el suministro de energía eléctrica, de manera que la luz se hizo de nuevo en toda la ciudad.

Pero si usted piensa que por ello la condición de la víctima mejoró, mucho me temo decirle que no podría estar más equivocado. 

Fue luego de algunos instantes, cuando sus ojos se acostumbraron a la luz -pues estaba naturalmente deslumbrada por el imprevisto golpe lumínico-, que comenzó a reconocer poco a poco en su captor a una figura y un rostro familiares:

“¡Ay… era mi papá!”, alcanzó a exclamar la víctima, casi al borde del desmayo y presa de una confusa mezcla de emociones que iban del azoro a la repulsión, pasando por la cólera y el más hondo desencanto.

¡¿Me quiere alguien explicar en qué mundo tan enfermo vivimos para que un padre asalte de esta manera a su propia hija?! Bueno, quizás de Donald Trump lo habríamos esperado, pero no de alguien de nuestra propia comunidad.

Es muy desalentador conocer de esta manera el nivel de la decadencia de nuestra sociedad, de nuestra civilización y es que en vez de dar parte inmediata a las autoridades, la víctima, una tal Yuridia Valenzuela, todavía se dio el lujo de bailar unas coreografías bien ochenteras.

Y bien, por si se preguntaba qué cosas suceden con el apagón, pues nada: que los columnistas se quedan sin WiFi y les da por escribir sandeces.