CORRIDO DE TLATELOLCO (50 AÑOS DESPUÉS)

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CORRIDO DE TLATELOLCO (50 AÑOS DESPUÉS)

CORRIDO DE TLATELOLCO

(50 AÑOS DESPUÉS)

Trescientos mil estudiantes

marchando por la avenida:

el Zócalo, en estampida

toman, cual La Bastilla antes.

 

Darían un golpe de Estado,

pues el número es un arma:

accionó, pues, con alarma

un arma cada soldado.

 

Si la lógica ejercito,

un simple argumento fundo:

cualquier régimen del mundo

saca a la calle al Ejército.

 

Menos personas han dado

un golpe, y más lo dan peor:

en Tlatelolco el Estado

era un estado mayor.

 

La masa tiene un poder

que no dan la disciplina

ni las armas; al mover

el agua, el mundo se inclina.

 

Pudieron cien la persona

secuestrar del presidente,

pues el Zócalo es la zona

cero para el sedicente.

 

¿Quién planeó todo ese día?

Pues a veces es la historia

teoría conspiratoria,

cosa de masonería.

 

Jamás pudo Barros Sierra

contener la muchedumbre;

renunciar es la costumbre

si el mundo de alguien se cierra.

 

En las calles, cincuenta años

tienen, pues, los estudiantes

y los medios son escaños

para los vociferantes.

 

Sobrepasados los sabios

muros, la Universidad

cayó en la frivolidad,

ya sólo hay ruido en sus labios.

 

Mudos monjes de Birmania

le pegan fuego a sus túnicas:

tales son sus armas únicas

y es más sabia su vesania.

 

Católica procesión

del silencio: no hubo auto

de fe al presidente incauto

para su incineración.

 

Cuando se reta al Estado,

hay que tener un proyecto;

cuando el golpe es tan directo,

declarar quién lo ha asestado.

 

Aquello fue como un sismo,

tsunami de aguas civiles,

donde naufragaron miles,

siendo el océano ellos mismos.

 

Las grandes revoluciones

tienen lugar desde adentro,

cuando escogen otro centro

las mentes, los corazones.

 

Pues los derechos civiles

se cultivan en la casa;

se trasplantan a la plaza

en tiempos menos hostiles.

 

Es incalculable el daño:

si ese año murieron mil,

estamos trescientos mil

veces peor en este año.

 

Quienes miran el pasado

como la mujer de Lot,

cayeron en el complot:

Obrador los ha engañado.

 

Reclamen a Calderón

mucho más que a Echeverría:

suelten según el padrón

de muertos a la jauría.

 

Estado de bienestar

que se marchó para siempre:

el que la discordia siembre,

pobreza ha de cosechar.

 

Absorbió la burocracia

a tanto rebelde joven:

que su mito no le roben,

de nostalgia no se sacia.

 

Fue generoso el erario

para curar las heridas:

fue el Estado como un Midas

de los héroes honorarios.

 

Pagó Echeverría su crimen

con pensiones vitalicias;

por eso el pasado esgrimen

las víctimas adventicias.

 

Fueron escudos humanos:

de ese modo el poder sumo

tras una cortina de humo

solía cambiar de manos.