Conversaciones verosímiles

Usted está aquí

Conversaciones verosímiles

La semana pasada me reuní con mis compañeros egresados de la Facultad de Derecho. A través de las redes sociales operó la magia y pudimos localizarnos para una comida histórica. Por supuesto que no es lo mismo “Los Tres Mosqueteros que 40 años después”...

Como veas, te verán, me decía en silencio mientras escrutaba el rostro en algunos casos cansado, en otros avejentado y en otros lozano, de mis queridos condiscípulos. El encuentro transcurrió entre ironías, bromas y recuerdos que se remontaban a los años en que comíamos las inolvidables tortas de pierna en un local anexo a la universidad. Recordar, no cabe duda, era volver a vivir. Pasamos lista de nuestros maestros y de la manera más natural, uno a uno, comenzamos a narrar en qué nos habíamos convertido a partir de que abandonamos la escuela. El repaso fue en algunos momentos solemne por las duras coyunturas por las que habíamos atravesado y en otras francamente humorístico.

A la hora de los postres y del café, después de un par de botellas de vino tinto nacional francés, en un ambiente de franca camaradería, uno de ellos contó como si no se sorprendiera, la siguiente anécdota: “Fíjense que me dijeron que Europa estaba regalada: los hoteles regalados, las joyas regaladas, los relojes regalados, los mejores restaurantes de tres estrellas regalados, la primera clase en avión, regalado, la ópera regalada y la renta de automóviles de lujo, regalada…

¿Qué…? Interrumpí la narración argumentando que un euro valía casi 20 pesos. La devaluación nos había empobrecido. Un viaje costaba por los menos un 30 o un 35% sólo en este año. ¿Quién te contó esa mentira…?

Me lo contó mi hermana, repuso sin mover un solo músculo de la cara…

Ante semejante respuesta los cuatro estallamos en una carcajada sonora y prolongada. Por supuesto que a su hermana todo le había resultado regalado… Cómo no….

Cuando terminó la celebración, otro de los contertulios nos hizo saber que él no podía participar de nuestra alegría con tanta intensidad porque su negocio no iba bien, las ventas se habían contraído severamente y cuando finalmente lograba vender, la cobranza se había convertido en una auténtica tortura que implicaba no poder pagar el crédito a los bancos, así como el despido de la mitad de la plantilla de sus trabajadores. La quiebra era una amenaza permanente.

Todos tratamos de consolarlo hasta que el último de nosotros que había guardado un escrupuloso silencio, hizo un balance inverosímil de su vida:

Pues yo no me quejo, afirmó: en mi caso tengo a mi servicio cinco camionetas Suburban negras con choferes y guardaespaldas para mí y para mi familia. Nunca en mi vida había ganado tanto dinero que en ocasiones no sé ni en donde depositarlo. Tengo cuentas hasta de siete dígitos y en diferentes divisas, viajo en aviones privados y me distinguen en todos lados con diferentes honores. No sé de qué crisis me hablan ni del efecto de las devaluaciones… A mi sí que me ha sonreído la vida y créanme, he tenido que aprender a administrar la abundancia… ¿Pero cómo es posible? Si el crecimiento económico del País es deprimente y el fisco les quitó los ahorros a los consumidores, o pagan impuestos o gastan... Te apuesto que no llegaremos ni al 2%…

Bueno lo que no les dije es que ya llevo tres años trabajando arduamente como subsecretario en el gobierno de Peña Nieto.

Sobra decir que nadie compartió sus carcajadas…

fmartinmoreno@yahoo.com