Contrastes en las eliminatorias
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Contrastes en las eliminatorias
Las eliminatorias no sólo sirven para un propósito mundialista, sino también para medir evoluciones. Es una época donde los procesos de las selecciones se evalúan, pero también se someten a escrutinios populares.
México le ganó bien a Costa Rica, el rival más “pesado” en su escalera rumbo a Rusia. Lo hizo con cierta autoridad, gusten o no las formas.
El Tri de Osorio no parece que vaya a sufrir para conseguir su propósito. Va por buen camino, pese a que siempre se le busca un “pero” a su juego o a su entrenador.
Tiene empaque futbolístico, al menos, ningún otro rival del Hexagonal supone ser superior. El más atrevido, quizás, era Costa Rica, pero el margen de efectividad de los ticos quedó reducido en el Azteca.
La actualidad del Tri, en su zona de influencia, está a tono con sus ambiciones. No le sobra futbol, pero ofrece rasgos evolutivos partiendo desde una idea. Osorio se preocupa por el cómo en su objetivo de clasificar. No trata de centralizar todo en el resultado en una instancia donde sumar suele ser más determinante que proponer y jugar.
En la eliminatoria de la Conmebol, por ejemolo, están bien marcadas estas diferencias.
En la reñida competencia sudamericana se puede ver con claridad quiénes han crecido y quiénes todavía viven de la nostalgia. Quienes juegan para ganar y quienes sólo aspiran a recaudar puntos.
Brasil se ha reencontrado con la horma de su futbol y éste lo encamina hacia una clasificación sin traumas.
De la mano de Tite, con el relieve futbolístico que le da Neymar, y el gusto de contar con jugadores frescos de buen pie, el seleccionado brasileño hoy goza de muy buena salud.
Brasil se ha reinventado después del último fracaso en su propia Copa del Mundo y de la decepcionante Copa América Centenario. Nunca antes había recibido tantas humillaciones juntas.
Una vez eyectado Dunga, apareció Tite con la responsabilidad de rescatar a un equipo de las tinieblas. Lo tomó sexto en las eliminatorias, incluso fuera del repechaje, y hoy lo llevó hasta arriba.
Brasil acumula siete triunfos en fila, ya alcanzó los 30 puntos y prácticamente tiene el boleto a Rusia en la mano. Pero independientemente de lo cosechado, el Scracht recuperó la memoria y esto quizás sea lo más importante.
Es un equipo que sabe lo que quiere, a qué y para qué juega. Le ha agregado esa cuota de magia para lucir desde lo estético.
El contraste de Brasil es Argentina, un seleccionado devaluado con todo y Messi. Una selección que sigue esperando que sus individualidades resuelvan mientras se fractura cada vez más como equipo. El jueves le ganó sólo por un penal dudoso a Chile. Lo demás fue descartable. Sacó un triunfo desde la miseria.
A la Argentina ya no le alcanza con Messi y la falta de futbol le pasa factura. Depende de las circunstancias, de las concesiones que le ofrezca un partido. No tiene una idea porque tampoco tiene un proyecto.
Nunca se reiventó. Lleva décadas sin poder hacerlo. El mismo grupo de jugadores que han sido protagonistas de los mayores fracasos de Argentina, siguen buscando el perdón popular. Hoy da pena ajena ver a un equipo que supo ser una referencia, mendingando puntos como sea.
No es el caso de Chile, que sigue demostrando con Pizzi, que los procesos de Bielsa y Sampaoli no fueron desperdiciados. Los chilenos se apoyan en una estructura sólida y tienen viento a favor con una generación de futbolistas que atraviesan por un buen momento.
Las eliminatorias, al fin y al cabo, reflejan lo que hoy son los seleccionados, más allá de las urgencias. Tarde o temprano el futbol les pagará, o en su defecto, les castigará sus propuestas. Y les dará la razón, obviamente, a los que se esfuerzan por jugar a algo.