El COVID-19 ha puesto contra las cuerdas las finanzas de la mayoría de los micronegocios en nuestro país, y más de aquellos que vivían de una venta diaria y constante de productos y servicios y que no estaban preparados para enfrentar contingencias económicas como las que se viven hoy día. Los costos fijos, el pago de servicios y salarios así como una nueva dinámica de consumo parecen ser ya una pesada loza para mantener sus puertas abiertas.

Esta “nueva” realidad económica exige ofertar bajo nuevos canales de distribución los productos o servicios, además las prioridades del demandante o consumidor de bienes y servicios sin duda se van a ir modificando poco a poco conforme termine la pandemia si es que un día va a terminar por completo. El gasto deberá de ser más priorizado y a mucha conciencia pues el tema de la incertidumbre laboral seguirá latente por un tiempo prolongado y esto hará que mucho del efectivo se quede en la bolsa del trabajador.

Los micronegocios deberán de poner con mucha cautela y paciencia nuevas estrategias de mercadeo favoreciendo las verdaderas prioridades del consumidor, además de aprovechar cada una de las herramientas tecnológicas para la venta diaria. Habrá que entender que muchos negocios partirán de cero y redefinirán la administración financiera de éstos con el objetivo de mantenerse vivos en el mercado, pues parece ser que la perspectiva de crecimiento pasa a segundo término cuando la supervivencia parece ser el fin primario, por el momento.