Consejos técnicos para el round que inicia
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Consejos técnicos para el round que inicia
Luego de seis películas seriadas y un “spin off” (por estos días en carteleras) la gran enseñanza de la saga del “Semental Italiano”, Rocky Balboa se resume en unas pocas líneas que se han convertido en favoritas de la sabiduría de redes sociales.
Son las palabras que el excampeón dirige a su hijo en la más memorable escena de la sexta entrega, uno de los momentos mejor logrados de toda la serie:
“Déjame decirte algo que ya sabes. El mundo no es todo sol y arcoiris. Es también un lugar malo y desagradable. Y no importa qué tan duro seas, te va a golpear hasta ponerte de rodillas, con toda la intención de que no te vuelvas a levantar… si se lo permites.
“Ni tú, ni yo, ni nadie pega tan duro como la vida. Pero no se trata de cuán duro golpeas, sino de cuán duro te pueden golpear y tú seguir adelante, cuánto puedes recibir y continuar. ¡Así es como se gana!
“Ahora, si sabes lo que mereces, entonces ve por lo que te mereces, pero ve decidido a recibir esos golpes. Y no señales a nadie diciendo que no lo lograste por culpa de él, de ella o de nadie. Eso es lo que hacen los cobardes y ese no eres tú. ¡Tú eres mejor que eso!”.
¡Caray! A mí todavía se me salen las de cocodrilo cuando evoco esta lección de vida tan contundente y demoledora como la zurda del buen “Rocco”.
Bueno, pues los años son como rounds en esta gran contienda llamada Vida, en la que solitos y enclenques tenemos que fajarnos contra el campeón de los Pesos Pesados: el Mundo.
Las fiestas de fin de año y todo su frenesí no son más que el breve respiro que se nos concede entre asalto y asalto.
Podemos aprovechar estos instantes para tomar aliento o para escuchar el consejo de los que más saben, pero sin remedio, a inicios de enero, la campana volverá a sonar y estaremos solos una vez más, otra vez por nuestra cuenta y con todas las probabilidades en contra.
Hace mucho entendí que jamás habrá (y menos en este País) un año que inicie prometedor, ni en materia económica, política, social o laboral.
Siempre, desde jovencito, he escuchado que el próximo año va a estar de la chingada. Y el round que ya estamos a nada de iniciar no tenía por qué ser la excepción. Va a ser duro, áspero, amargo y al final, en caso de terminarlo y continuar de pie, sólo vamos a resultar más magullados.
¿Y qué? ¿Vamos por eso a quedarnos en la esquina, arredrados mientras el oponente nos baila e invita tan sonriente al intercambio de guantazos?
Olvide a la bella señorita en bikini que con enorme rótulo nos anticipa el siguiente round. Usted está por iniciar un asalto con un número distinto muy particular: Quizás sea su round 18, o 21, el 35 quizás, el 43, el 60 o el 89. Lo único cierto es que nadie sabe a cuántos episodios está pactada su pelea.
Pero anímese. La primera vez que salió a batirse no sabía absolutamente nada. Le habrán dictado desde su esquina algunas nociones fundamentales, pero ha sido usted, con sus propios recursos, el que ha llegado hasta aquí.
Anímese porque es probable que le falte tanto por aprender como el primer día y aún así, la vida no ha conseguido ponerle de rodillas definitivamente.
Yo le aseguro que me siento tan desorientado y confundido como la primera vez que me paré en el centro del cuadrilátero y lo único bueno de haber besado tantas veces la lona es que ya nos hicimos amigos y terminé por perderle un poquito el miedo.
Está por sonar de nuevo la campana y si como quiera hemos de levantarnos en respuesta a su llamado, al menos desengáñese de que esta vez el oponente lo va a tratar bonito. ¡Para nada! Pero permítase el lujo de encararlo desde el inicio de este asalto sin terror, mirándolo directo a los ojos.
¡Y olvídese! La vida es el Gran Campeón. Único, absoluto, indiscutible, imbatible. No piense jamás que le puede ganar.
Balboa lo entendió y perdió las peleas más importantes de su carrera, pero todas fueron victorias porque él salió en cada ocasión a probarse a sí mismo de lo que era capaz.
¡Afloje ese jab! Finalmente han de sacarnos en camilla y patas por delante. Pero no se trata de que el retador se robe el título, ni siquiera se trata de ver cuántos asaltos vamos a aguantar.
Sólo se trata de demostrarnos, a nosotros mismos, a nadie más, de qué estamos hechos.
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