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Confieso que he vivido en un entorno surrealistas (2a parte)
Parafraseando a Confucio puedo decir sobre mi vida: a los 15 años tuve voluntad de aprender. A los 30 me consolidé. A los 40 me abandonaron las incertidumbres. A los 50 traté de ser justo con mis semejantes y mantenerme en armonía con el universo. A los 60 llegue a tener buen grado de conocimiento. A mis 77 puedo ya seguir los deseos de mi corazón sin infringir las normas.
Soñé que soñaba y quien lea esto puede tomar la decisión de aplicar o no el calificativo de surrealista a mis comparaciones, cuya excentricidad no tiene nada que ver con la visión del movimiento surrealista que se creó en Europa, sino en la creación de imágenes fantásticas surgidas de los sueños y de la fuerza vital del consciente o del inconsciente.
Veo a México con la ilimitada corrupción que ha venido ahogándolo por decenios, con deshonrosa impunidad y espectacular e irónico distanciamiento entre pobres y ricos, que avanzaba sin detenimiento. Surrealista o no, veo el grave problema ético del País, de la pérdida de valores morales, éticos y de nuestras culturas originales, donde un séquito insolente de poderosos políticos y capos de la droga manipularon a quienes gobernaban este País.
Confieso que la densa acumulación de absurdos me confunde. Vivo una pesadilla cuando veo que un dirigente patriota que triunfó en las urnas ganando la elección más limpia de la historia moderna con gran ventaja, visionario con calidad moral y errores, por supuesto, como cualquier humano, es objeto de odio de fuerzas políticas vencidas limpiamente en las urnas, que con una actitud insensata e imprudente pretenden destituirlo, olvidándose del pasado reciente (30 años). A las huestes de la ultraderecha nada les parece bien, sino al contrario, hasta lo que hacen o deshacen los hijos del Presidente les molesta, o que traiga los zapatos empolvados los encoleriza.
Sin duda hay sectores de la ultraderecha carentes de honestidad y de ética que quieren recuperar el liderazgo y las ventajas que tuvieron en los sexenios pasados, y que serían felices con un gobierno de corte militar o fascista, pero estando ellos entre los elegidos, menospreciando a los que menos tienen. Los ataques que lanzan contra AMLO, al que tildan de traidor y asesino, se montan en el desprecio a los pobres, en el racismo, el clasismo y la misoginia, pero sobre todo en la negación a perder privilegios.
A estas personas, que habían sido favorecidas por un capitalismo de cuates, les duele que AMLO les haya quitado privilegios con la consigna de “primero los pobres”. No ven ni les interesa que la inflación anual en 2019 fue de 2.83 por ciento, la segunda más baja en los últimos 50 años. Ni que el aumento salarial del 2019 fue el más elevado de los últimos tres sexenios. Ni que se promovió una Reforma laboral para elección de líderes sindicales y la posibilidad de que exista más de un sindicato en cada empresa. Tampoco ven que para este año el presupuesto del sector salud tuvo un aumento de 40 mil millones de pesos (alrededor de 2 mil millones de dólares). Los ultraderechistas están enojados porque AMLO ha combatido la corrupción y la impunidad. Aunque hay más libertad de prensa que nunca, 650 periodistas, cineastas, escritores y científicos firmantes de la carta “En defensa de la libertad de expresión” señalan de manera contundente que su principal reclamo es que la libertad de expresión está “bajo asedio”. La realidad tras la carta es que intentan amordazar al Presidente y manifiestan su nostalgia de esbirros del régimen corrupto y oligárquico que terminó el 1 de diciembre de 2018, cuyo retorno desean. Los autores del desplegado no mencionan ningún acto de censura porque no lo ha habido. Con toda razón el Presidente comentó que “Todo este grupo siempre apoyó la política neoliberal y ahora se sienten ofendidos cuando deberían de ofrecer disculpas porque se quedaron callados cuando se saqueó al País”.
Lo anterior, queridos amigos, es surrealismo, como lo es también lo sucedido el pasado fin de semana cuando alrededor de 200 manifestantes instalaron 400 casas de campaña para niños, en el Zócalo de la ciudad de México. Su líder, Gilberto Lozano, un sujeto especialmente estridente y mesiánico, repartió billetes de 500 pesos al grito de ¡Dios, Tierra y Libertad!, una suerte de arenga cristera, juró que se mantendrían firmes y ecuánimes en el plantón callejero hasta que el Presidente de la República tomara la decisión de renunciar, a cambio de lo cual ofrecieron liberar la calle, como moneda de negociación.
Es muy triste ver la actitud de los que protestan sin saber que son manipulados por un fanático que se ahoga en sus propios vituperios. Ya hemos tenido en México otros personajes, programas o proyectos que llaman al desconcierto y siempre ha habido quienes los siguen.
En mi próxima colaboración seguiré hablando de otros ejemplos de surrealismo mexicano