Conciertos en vorágine

Usted está aquí

Conciertos en vorágine

Ara Malikian.

Greña negra ensortijada, hirsuta y abundante.

Chaleco negro sobre propia piel.

Brazos desnudos con pseudotatuajes de pintura negra. Breve barba y bigotes.

Con arco deshilado azota las cuerdas del violín en una instrumentación frenética.

Boca abierta, con mueca de grito silencioso.

Sacudimiento corporal rítmico al empuñar y sacudir el arco con sus manos de cinco anillos.

Saltos en reversa, en un pie, con pierna estirada hacia adelante. Brincos y piruetas con sus tenis deportivos.

En sus muñecas se ven pulseras de cartuchera.

Da giros y vueltas en redondo, sin perder ritmo epiléptico ni alterar melodía.

Juega con el público infantil haciéndolos aplaudir con un dedo, simulando las gotitas de agua en La Primavera, de “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi. Y su ayudante, Sol, entrena a los asistentes para que den cinco golpes en el piso con los pies, al tiempo indicado, para simular los truenos y los chicos aplauden ahora, con las dos manos, para imitar la tempestad.

En otra interpretación, todos los músicos de la orquesta empiezan a imitar al violinista cuando se inclina a uno y otro lado, cuando se sienta, cuando se levanta. Entra el director y saluda de mano a Ara. Inmediatamente se limpia él la mano en el pantalón cuando ve que el director le da la espalda. Todos ríen.

Todos los violinistas acompañan con pichicatos rítmicos al violín principal que está en manos de Ara. Empieza a caminar él tocando. Baja la escalera, va por los pasillos cerca de la gente y vuelve al escenario mientras se escuchan las notas prodigiosas, de gran inspiración y delicadeza, desprendiéndose de las cuerdas de su violín.

Hay un cambio súbito cuando suena un trombón desde lo alto. Se inicia un jazz cuando baja el trombonista. El director mueve la batuta y todo el cuerpo, uniendo comicidad a certera dirección. Se levanta uno de los músicos, se quita el saco y sorprende su habilidad para un taconeo flamenco que se convierte después en un tap mientras el concertista da notas exactas sentado como uno más. El aplauso de niños y adultos es atronador...

En la presentación de una melodía lenta, suave, arrullante empiezan todos a bostezar hasta soltar sus instrumentos y quedarse dormidos y roncar. La gente y la chiquillería ríen al verlos tendidos en sus sillas inmóviles y silenciosos. Unas matracas los despiertan y, en contraste, se inicia otra vez una acelerada música en que varios violinistas acompañan a Malikian en su velocidad creciente hasta que todo acaba con la ovación de pie del público, asombrado de la originalidad y la virtuosidad exhibida en el espectáculo…

Sí. Experiencia virtual, cibernética, de video de YouTube encontrado por azar. El joven violinista libanés de resistente agilidad gimnástica, en grandes escenarios, ante público numerosísimo hace de sus interpretaciones una creatividad de vibrante emoción contagiosa, en el silencio contemplativo de una audiencia embelesada por la trenza mágica de un violinista inquieto y apasionado, un violín flagelado y una orquesta que enmarca, con sonidos acompañantes, este estilo de música trepidante y exquisita.

Música liberadora. En su estallido sonoro hace que sus notas –prisioneras– se aferren a las rejas del pentagrama, en un intento frustrado de abandonar su cautiverio.

¡Ha sido un breve carnaval acústico precuaresmal... ja!