Concierto mañanero

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Concierto mañanero

Así se tituló aquella columna Claraboya.

Fue un tiempo breve en el que se escucharon aquellas tonalidades. Tenían una lozanía, una espontaneidad, una tesitura verdaderamente original. Algunos amigos quisieran volver a leerlaporque recogió y publicó -en este diario- algo de la belleza de ese concierto mañanero.

Aquí va pues, para refrescar la impresión que causó en varios despertares de algunas calles de la ciudad.

“¿Canto gregoriano o cante hondo?

“En la fresca transparencia mañanera se escucha el pregón.

“Cuando todavía los ruidos no se adueñan del ambiente, el niño canta su balada original, con ribetes de espiritual negro, con una nota juguetona que sube y baja los escalones del pentagrama.

“Solo dice ‘el-pe-rió-di-co’ pero con cadencias y tonalidades guiadas por una intuición artística precoz.

“Por fin es posible verlo. La carrera hacia la puerta permite ver su pequeña estatura erguida que sostiene en la cabeza los diarios hacinados. Ahí está el voceador pregonero que ofrece, al amanecer, el encanto del pregón -medieval o novohispano- en la modernidad cabalgante de los dosmiles.

“¿Quién adiestró su voz para esa impostación afinada de intensidad creciente y quiebre morisco? Sencillez y frescura, agudeza sin estridencia se combinan para producir ese rasgo de tradición que parecía perdida.

“Puntualmente, a las siete de la mañana, se llena la calle con la canción de este pequeño juglar que convierte su voz de voceador en eco visceral de raigambres históricas y culturales.

“Hay que comprarle el periódico para que siga, próspero, el breve concierto mañanero de su infantil creatividad... ¡el pe-rió-di-cooo!…”.