¿Con qué ojos miro? Ojo humano u ojo divino
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¿Con qué ojos miro? Ojo humano u ojo divino
Cómo cada semana, quisiera compartirte algo que hace eco en mi historia personal y que me invita a moverme de lugar. Y es que a veces pedimos a Dios que cambie nuestra situación, sin saber que Él nos puso en esa situación para cambiarnos. Las relaciones personales son siempre las más difíciles. Nos parece sumamente difícil entender cuando alguien hace una cosa que nos molesta o simplemente no es lo que esperábamos o merecemos. Solemos sentir como ofensa alguna acción del otro, ya sea consciente o inconsciente, y la magnificamos de acuerdo a nuestra historia. Y es que me recuerda a un caso personal en el que, como todo ser humano, yo esperaba que una persona estuviera conmigo en esa situación. Yo elegí verla con el ojo humano y comencé a redactar una historia en mi mente del porqué esa persona no había estado.
Yo hablaba y me justificaba porque prestaba atención en mi y en la herida… “Es que me dolió tal…”. Y mientras platicaba con mi mamá del tema, ella me dijo tajante: No veas las cosas así, justifica a la persona de corazón y no albergues en tu alma cosas que te sigan lastimando. Mírala desde el amor, y tu síguele dando amor, aunque esa persona no lo haga contigo, porque tu no debes jamás dejar de darle al otro o dejar de hacer el bien. Que razón tenía mi mamá, quién estando llena de Dios, me recordó que hay que mirar al otro con esos ojos, no con los ojos humanos. Todos tenemos el poder de ver las cosas como queremos verlas. Y es fuerte pero verdadera la frase que dice: Las cosas no las vemos como son, las vemos como somos. Si estamos llenos de enojo y de resentimientos, todo lo que nos suceda, lo veremos desde esos ojos. Todos tenemos un ojo que se manifiesta cuando estamos cerca de Dios, y es ese el que nos enseña a ver las cosas desde Dios, desde el amor, desde la compasión. Y es que cuando no hacemos nada por mejorar en nuestra relación con Dios, el ojo humano nos va invadiendo, y va permitiendo que la mente se llene de rencores; que los pensamientos egoístas afloren; y que la necesidad de que te den y te reconozcan surge. Cuando no hacemos a Dios parte de nuestra vida, nuestra parte humana es quien rige nuestra conciencia, nuestra mente y nuestro espíritu. Pero cuando estamos cerca de Dios, buscamos comunicarnos con el, expresarle lo que habita en nuestra vida, las dificultades y gozos, y en cierta forma estamos en sintonía, es ahí cuando Dios nos toca y nos transforma.
Cuando nos comprometemos con él de alguna forma y le dedicamos tiempo, Dios comienza a trabajar en nosotros y a manifestarse a través de nosotros. Ahí es cuando actúa la luz, la paz, la serenidad; ahí es cuando Dios nos permite ver a través de sus ojos. Recuerda que los ojos que nos permiten ver a Dios están en el corazón. Elige ver a las personas, las circunstancias y las experiencias cómo Dios las ve, con amor en tu corazón. Aprendamos hoy a ver las cosas con los ojos de Dios, y no con los ojos humanos. Gracias Dios, porque te pedí ver las cosas como tú lo haces y hoy me hiciste abrir los ojos y ver lo que no podía, o mejor dicho, lo que no quería ver.