Con los caballos de Manolo

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Con los caballos de Manolo

El hecho de haber pasado una noche muy fría el pasado mes de diciembre, resguardado en unas caballerizas y acompañado del calor animal de los caballos, nos ha motivado a reflexionar sobre este animal que ha sido compañero de la humanidad por miles de años. Una simbiosis admirable en la que muy poco meditamos. Una asociación íntima y profunda entre seres racionales y las llamadas bestias, aunque muchas veces nos resulte difícil comprender quién es más noble y racional o quién es más bestia y animal.

Una larga historia de acompañamiento que se manifiesta en grandes epopeyas, pinturas, esculturas, poesías, canciones y literatura. No se diga en el ámbito del cine, con películas tan memorables como épicas.

Estamos hablando de una asociación vital en lo económico, laboral, militar y deportivo. Actividades compartidas por humanos y caballos desde los albores de nuestra civilización.

Y ahora también se recurre a los caballos como tratamiento terapéutico para mejorar la calidad de vida de personas con ciertas discapacidades, otra admirable asociación.

Tan magnífico y grandioso que historiadores como Plutarco y Plinio, desde la más remota antigüedad, relatan las hazañas de Alejandro Magno y su caballo Bucéfalo, en cuyo honor el conquistador del mundo construyó una ciudad con el nombre del animal que lo acompañó desde niño.

Asimismo los cronistas Dion Casio y Cayo Suetonio llevan 20 siglos de vigencia con sus relatos sobre el emperador romano Calígula y su aún más famoso caballo Incitatus, nombrado senador y cónsul del imperio.

La grandeza de Napoleón no se concibe sino montado en alguno de sus caballos; Marengo, Tamerlán, Cyrus, Taurus o Austerlitz. El pintor Jacques Louis David lo inmortalizó en una serie de cuadros como intrépido jinete en las montañas: “Napoleón cruzando los Alpes”. Reafirmación del filósofo Hegel que, al verlo como vencedor del Sacro Imperio Romano Germánico, exclamó admirado: “He visto al espíritu del mundo cabalgando en Jena”.

Y para no ir más lejos, aquí tenemos al presidente Madero imponente, a caballo, en la Marcha de la Lealtad. Y al general Francisco Villa cabalgando en la toma de Torreón o a don Venustiano Carranza en su estatua ecuestre de Saltillo.

También hay dramas que nos han conmovido hasta las lágrimas: el cuento “La Tristeza”, de Anton Chejov, doloroso infortunio de un cochero y su caballo. Asimismo, el inhumano Nietzsche abrazando a un caballo que es azotado porque no puede arrastrar su carreta. También a Kirk Douglas en los “Valientes Andan Solos”, con su amada yegua cruzando la peligrosa autopista en un fatal desenlace del vaquero contra la modernidad. Igualmente el caballo mestizo Hidalgo, superando a los pura sangre árabes y sus jinetes beduinos en las candentes arenas del desierto de Arabia.

Y ni que decir de “Se Vende un Caballo”, canción de don Fito Galindo, de tan hondo sentimiento que hasta dan ganas de llorar.

Y podríamos seguir con un caudal de historias, pero sólo resta agradecer al “Señor de los Caballos”, a don Jorge Aguirre, caballerango del Ing. Manolo Jiménez Flores, el que haya permitido al suscrito pernoctar en la cuadra de tan noble especie que, definitivamente, no es como uno, tan bestia y animal.