Con las manos colmadas, amor humano arrinconado

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Con las manos colmadas, amor humano arrinconado

ESMIRNA BARRERA
La pandemia nos brinda la gloriosa oportunidad de dar, dándonos y de servir, sirviendo con las manos colmadas de generosidad

Así es como el ojo del mismo cielo se convierte en un ojo maldito cuando unas manos incapaces o sórdidas se interponen entre él y las cosas a las que él mira para llevarles su bendición”. Estas palabras de Charles Dickens aciertan.  Penetran. Inquietan.

Esas manos incapaces son las que, movidas por lo más bajo del ser humano, provocan desencuentro, dolor, desprecio. Guerra.

Esas manos sórdidas son las que, movidas por la indiferencia que erosiona toda posibilidad de amor, no sirven, se sirven. No construyen, destruyen. No producen, consumen. No agradan, reclaman. No consagran, profanan. No crean, corrompen.

Manos mezquinas e infecundas que todo cuanto tocan desean poseer, que no se abren en signo de amistad, sino que permanecen cerradas augurando distancia, soledad. Conflagración.

Son esas manos que olvidan las desventuras del prójimo, que desdeñan encuentros, que ignoran para lo cual fueron creadas. Que, pudiendo, omiten. Que disimulan sus propias carencias, sus fragilidades. Que velan toda posibilidad de esperanzas y bendiciones. Que ignoran que la felicidad reside en la generosidad, en los espacios colmados.

Esas manos son las que, siendo esencialmente buenas, han sido seducidas por el materialismo y la deshumanización de los tiempos actuales para luego, irremediablemente, sentir la angustiosa soledad que surge cuando han dejado de ser inspiradas por Dios. Abandono irreal que conduce al vacío, al vértigo.

BUEN TIEMPO

Estamos a punto de iniciar la primavera, temporada propicia para reflexionar si acaso esas mismísimas manos no son las nuestras, pues parafraseando a Pascal: “En las manos de toda persona existe un vacío que tiene la forma de Dios”; por eso, hoy me permití seleccionar tres historias que invitan a meditar.

Son temas que, en el sentido de Dickens, penetran en lo hondo de la naturaleza de nuestras propias manos.

PRIMER RELATO: DEL LIBRO ‘EL PRIMER HOMBRE’ DE ALBERT CAMUS

El 7 de noviembre Albert Camus habría cumplido un siglo de vida, entonces la primera lectura es de este gran autor:

LA AMARGURA DE LA VICTORIA

“Abalanzándose sobre Muñoz, le asestó una lluvia de puñetazos, lo desarmó y tuvo la suerte de colocar un gancho rabioso en el ojo derecho del desdichado, que, en pleno desequilibrio, cayó lamentablemente de cachas, llorando con un ojo, mientras el otro se hinchaba rápidamente. El ojo morado, golpe supremo y muy anhelado, porque era una consagración de varios días, además de visible, el triunfo del vencedor, provocó en todos los asistentes gritos de indios sioux. Muñoz no se levantó de inmediato y en seguida Pierre, el amigo íntimo, intervino con autoridad para proclamar vencedor a Jacques, ponerle la chaqueta y llevárselo rodeado de un cortejo de admiradores, mientras Muñoz se incorporaba, siempre llorando, y se vestía en medio de un pequeño circulo consternado. Jacques, aturdido por la rapidez de una victoria que no se esperaba tan completa, apenas escuchaba a su alrededor las felicitaciones y los relatos ya adornados del combate. Quería sentir su vanidad ya satisfecha, y en parte ya lo había conseguido y, sin embargo, en el momento de salir del campo verde, volviéndose hacia Muñoz, súbitamente una sorda tristeza lo acongojó de pronto al ver la cara descompuesta del que había recibido sus golpes. Y supo así que la guerra no es buena, porque vencer a un hombre es tan amargo como ser vencido por él. 

SEGUNDO RELATO: UNA NOTICIA  DE DESAMOR (ANÓNIMO)

 SOBREVIVE A LA GUERRA Y MUERE DE DESAMOR

“Al regresar de la guerra del Vietnam, un soldado telefoneó a sus padres desde San Francisco: ‘Mamá, papá: voy de regreso a casa, pero les tengo que pedir un favor. Traigo un amigo que me gustaría se quedara con nosotros’. ‘Claro que sí’ - le contestaron llenos de alegría por su regreso – ‘nos encantaría conocerlo’. ‘Pero hay algo que deben saber’ -el hijo, siguió diciendo- ‘mi amigo fue gravemente herido en la guerra. Pisó una mina de tierra y perdió un brazo y una pierna. Sus padres no lo quieren. No tiene donde ir y quiero que se venga a vivir con nosotros a casa’.   ‘Siento mucho el escuchar eso, hijo, tal vez podremos encontrar un lugar donde se pueda quedar’. ‘¡No, mamá y papá! Yo quiero que él viva con nosotros y que seamos su familia’.  Hijo, le dijo el padre, ‘tú no sabes lo que estás pidiendo. Una persona tan limitada físicamente sería un gran peso para nosotros.

Tenemos nuestras propias vidas qué vivir y no podríamos cuidarle adecuadamente. Yo pienso que estás demasiado afectado con ese caso. Deberías de regresar a casa y olvidarte de él. Tu amigo encontrará una manera para poder vivir solo. Además, él es una responsabilidad del gobierno y puede ingresar en un lugar para veteranos de guerra. Para eso pagamos impuestos’.

Al oír esas palabras el hijo colgó el teléfono. Los padres no volvieron a saber nada de él hasta que unos días más tarde recibieron una llamada telefónica de la policía de San Francisco. Su hijo había muerto al caer de la ventana de un edificio. La policía creía que era un suicidio. Los padres, destrozados por la noticia, volaron a San Francisco y fueron llevados a la morgue de la ciudad para que identificaran el cadáver de su hijo. Con horror, descubrieron que su hijo tan solo tenía un brazo y una pierna.

El representante del ejército les relató que el joven había querido mantener el secreto: había sufrido los efectos de la explosión de una mina. Él mismo era “el amigo” y quería saber de antemano si sus padres verdaderamente lo aceptarían. Lamentablemente al percibir la negativa se suicidó, lleno de desamor”.

TERCER RELATO: UN FRAGMENTO DEL DIARIO DE ANA FRANK

“¿Por qué hay seres que sufren hambre mientras que en otras partes del mundo se echan a perder los alimentos por superabundancia? ¿Por qué los hombres son tan locos? No creeré nunca que los responsables de la guerra sean únicamente los poderosos, los gobernantes y los capitalistas. No, el hombre de la calle está también contento con la guerra. Si no fuera así, los pueblos se hubieran sublevado hace mucho tiempo. Los hombres nacen con el instinto de destrucción, de masacrar, de asesinar y de devorar.

Con frecuencia me he sentido abatida, pero nunca aniquilada (…) Me favorece mi naturaleza expansiva, mi alegría y mi valor. Cada día me siento crecer interiormente, siento que se aproxima la libertad, siento la belleza de la naturaleza y la bondad de los que me rodean. Tengo la plena conciencia del interés de esta aventura. ¿Por qué habría de desesperarme?”

PARA EL CAMINO

La realidad es que muchas guerras que nos afligen no se libran afuera, se encuentran en un plano personal, me refiero a ese egoísmo, indiferencia, fragmentación y desamor que las personas portamos en nuestro interior y que se encuentra en nuestras manos cambiar, pero no lo hacemos.

La tragedia del desamor radica en que la guerra se ha domiciliado en nuestras personales almas, en el gusto por remover las cenizas de los desencuentros. En las batallas privadas.

Posiblemente, olvidamos que mil veces mejor es ser víctimas que victimarios, que un millón de veces es preferible sufrir que matar, pues en las victorias de guerra, de esas que se lidian en el corazón, habrá una amargura eterna en el alma de los vencedores.

“En definitiva no cambiaremos de vida si no cambiamos la vida”, pero no hay existencia que se transforme para bien sin el soplo del amor.  

Me refiero a ese amor que en estos tiempos se encuentra exiliado. Secuestrado. Amor humano hoy sollozante, abandonado, víctima de la indiferencia. Prisionero del absurdo egoísmo.

Amor humano arrinconado en esas manos que, incapaces o sórdidas, impiden agradecer todo lo que las mismísimas manos de Dios, insistentemente, desde el cielo desean bendecir y glorificar.

Hoy la pandemia nos brinda la gloriosa oportunidad de dar, dándonos y de servir, sirviendo con las manos colmadas de generosidad.