Con la ayuda de otros jueces

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Con la ayuda de otros jueces

Agentes de la Fiscalía Anticorrupción española detuvieron a Humberto Moreira (exgobernador de Coahuila, expresidente Nacional del PRI)) en el aeropuerto de Madrid acusado de “lavado de dinero”, “desvío de recursos”, “organización criminal” y “cohecho”.

Las reacciones iniciales fueron de sorpresa. Nadie en México se imaginaba que esto podía suceder dado el desprestigio que tiene el sistema político mexicano que por décadas ha protegido la corrupción y la impunidad, sobre todo de sus miembros “más distinguidos”. 

Había más probabilidad de lograr la captura del “Chapo” Guzmán que meter en la cárcel al expresidente del PRI y a los miles de políticos enriquecidos de “manera inexplicable”.

La primera reacción ante la noticia es un sentimiento de incredulidad como cuando se asiste a un milagro: “Los corruptos van a la cárcel”. Sin embargo, la noticia continúa con “fueron agentes de la Fiscalía Anticorrupción española… en el Aeropuerto de Barajas de Madrid”, y esta segunda parte convierte la ingenua credibilidad en el milagro mexicano en una confirmación de la corrupción e impunidad solidaria e institucional y mafiosa que existe en el sistema mexicano.

Esta segunda reacción obliga a pensar si no hubiera sido mejor que no lo hubieran aprehendido y así no tener que sentir “la náusea” (como lo describió un tuitero en las redes sociales) de la corrupción y la impunidad al convivir con el cinismo de tantos políticos aplaudidos por sus cómplices como “estadistas”. Ese cinismo que escupe, roba y construye la miseria de 60 millones de mexicanos. 

Sobrevivir en este pantano de corrupción es un golpe muy severo, pero recibir la noticia de que la Policía española hizo lo que la justicia nacional ni siquiera intentó, es una bofetada que nos revive la vergüenza de nuestro sistema político y el coraje de mantenerlo con nuestros impuestos y nuestra pasividad cívica.

¿Cuáles serán las siguientes reacciones? Probablemente van a ser las mismas de siempre: intercambio de opiniones, especulaciones de causas y consecuencias para las elecciones, reacciones de los partidos, uso  y abuso político mediante declaraciones públicas y negociaciones en lo obscurito, debates acerca de la comparación del “Chapo” y Moreira (ya se sugiere hacer una película de Humberto Moreira o de perdido un corrido). 

Pero la más importante estrategia, la más discreta y escondida de todas va a estar encaminada a salvar al sistema y que no sufra ningún cambio. Porque, ante todo, un sistema no se autodestruye y, si es necesario, sacrifica a algunos de sus miembros o cambia de ideología o de convicciones o de alianzas… todo se vale menos perder el poder y dejar de ser.
¿El juicio y posible condena de Humberto Moreira servirá para aliviar la deuda de los coahuilenses o para combatir de manera efectiva a los corruptos y a la cultura de la impunidad? No tengo la mínima esperanza de que esto suceda. Cambiar la cultura de corrupción no es un acto de magia ni mucho menos un milagro que pueda hacer el Papa Francisco en su próxima visita. 

El problema no es de personajes, sino de un sistema político al que este evento le va a dar un golpe muy severo que, sumado a los anteriores, y a los que ya se ven en el futuro, tendrá que evolucionar gradualmente, aunque sea con la ayuda de los jueces españoles o texanos.