Cómo un pastor de Queens atiende a sus feligreses a una distancia de 1,80 metros
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Cómo un pastor de Queens atiende a sus feligreses a una distancia de 1,80 metros
James Estrin
NUEVA YORK — El reverendo Peter Purpura caminaba lentamente en medio de una calle bordeada de casas de ladrillo en Middle Village, Queens. Llevaba una sotana negra, vestimentas blancas y un cubrebocas azul claro mientras dirigía una procesión.
En varias casas, las familias lo esperaban afuera en sus patios delanteros pequeños, muchas estaban de pie junto a altares improvisados y adornados con flores, velas y estatuas religiosas. Purpura se detuvo en cada hogar, recitando bendiciones y ofreciendo oraciones.
Era domingo por la mañana y, en tiempos normales, Purpura habría estado presidiendo sus servicios abarrotados de feligreses en la Iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza. Como las restricciones del coronavirus lo obligaron a cerrar la iglesia en marzo, había estado celebrando sus misas en una capilla vacía, y las transmitía en vivo en Facebook. Pero después de superar su propia lucha contra el coronavirus, decidió reunirse con sus feligreses donde ellos están, en sus casas.
Purpura se detuvo frente a una casa de ladrillo y saludó a Alessia, de 8 años, quien se suponía que esta semana iba a recibir su primera comunión en la iglesia. En cambio, las cuentas de su rosario yacían sobre una mesa colocada por sus padres, adornada con tulipanes. Purpura y el diácono Robert Lavanco se unieron a Alessia y su familia para recitar las oraciones del Padre Nuestro y el Ave María.
En otra casa, una mujer mayor le suplicó al sacerdote que bendijera a su esposo, que estaba muy enfermo y no podía ir hasta la puerta. Purpura se agachó para entrar y atenderlo.
Muchos de los cientos de feligreses que salieron a saludar a Purpura se han visto profundamente afectados por el coronavirus, pues ha devastado la ciudad de Nueva York. Algunos perdieron sus empleos cuando las empresas cerraron y han estado confinados en su hogar durante semanas. Otros han arriesgado sus vidas trabajando como personal esencial. Middle Village, donde vive la mayor parte de su feligresía, está cerca de Corona, Queens, una de las zonas más afectadas de la ciudad.
“A estas alturas, todos conocen a alguien que ha estado enfermo o que murió”, dijo Purpura, de 38 años. El pastor calcula que al menos dos docenas de su grey han muerto a causa del virus. “Realmente creo que esta procesión es una fuente de esperanza para las personas”.
Ni Purpura ni su familia han estado a salvo de los efectos del coronavirus.
El mes pasado, mientras se preparaba para grabar la misa del Domingo de Ramos, Purpura empezó a notar que apenas podía mantenerse de pie. Su temperatura alcanzó los 40,5 grados Celsius. Durante la Semana Santa desarrolló dificultad para respirar, comenzó a toser y no pudo celebrar la misa durante dos semanas porque luchaba contra los síntomas de la COVID-19.
Mientras estaba enfermo, su tía, Marcella Purpura, de 85 años, una monja que vivía en Rockaway Beach, Queens, murió a causa del virus y no pudo oficiar el entierro. Una semana antes de que se enfermara, su madre fue hospitalizada por COVID-19 y todavía necesita el tratamiento de oxígeno. Su padre se enfermó del virus al mismo tiempo, pero ya se ha recuperado.
Purpura se dio cuenta de que la iglesia estaba cerrada en un momento en el que sus feligreses más la necesitaban: “Me convertí en sacerdote para involucrarme íntimamente en la vida de las personas. Como sacerdote, compartes las alegrías de las personas, pero también compartes sus penas”.
Después de recuperarse, comenzó a celebrar la procesión al aire libre todos los domingos por la mañana, caminando por su parroquia con una custodia de oro que contiene las obleas de la comunión. Aunque esta procesión, llamada el Santísimo Sacramento, normalmente se celebra una vez al año en junio, en la Fiesta del Corpus Christi, Purpura tiene la intención de continuar semanalmente hasta que la iglesia pueda reabrir.
“Con esta procesión puedo llevar la Iglesia a ellos cuando no puedan venir a nosotros”, dijo Purpura, que creció en Breezy Point, Queens.
El domingo pasado fue su tercera procesión.
Vincent, Carmel Ann Caputo y sus tres hijos le dieron la bienvenida a Purpura con un altar improvisado que estaba decorado con velas y estatuillas. La frase, “Bienvenido, padre Peter” estaba garabateada con tiza en la acera. “Durante un par de meses sentimos un vacío en nuestras vidas porque no podíamos asistir a misa”, dijo Vincent Caputo. “Pero traer el Santísimo Sacramento de la iglesia a esta comunidad ha tenido un efecto positivo, aunque solo sean unos minutos frente a cada hogar”.
En tiempos difíciles, Caputo dijo que la procesión ha fomentado un “sentido de camaradería” en su barrio que espera que no desaparezca cuando se acabe el virus.
Purpura dijo que se inspiró al ver la fe que las personas mostraban durante las procesiones, que describió como “una especie de representación visual” de la Iglesia.
El religioso afirma que los edificios quizá estén cerrados, pero la Iglesia es mucho más que estructuras físicas. “Durante tres siglos no tuvimos edificios públicos, pero existía la Iglesia. La Iglesia es el pueblo de Dios”.
c.2020 The New York Times Company