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Como tortuga boca arriba
Se dice que existen unas 350 especies de tortugas que viven en tierra o agua. Las hay en distintos tamaños y formas, desde las mascotas de pecera hasta las gigantes de las Islas Galápagos que alcanzan 3 metros y 500 kilos. Generalmente se considera a la tortuga un animal dócil y amigable, aunque las hay agresivas, como la “Snapping turtle” o tortuga mordedora, que te puede arrancar un dedo de una mordida. También es considerada como uno de los seres vivos más lentos del planeta (hasta 4 kilómetros por hora para una tortuga terrestre) y por lo general se asocia a la tortuga con paciencia y poca velocidad, de la misma forma que se asocia a una liebre con velocidad e impaciencia. Ciertas especies de tortugas pueden llegar vivir más de 100 años y son animales realmente sorprendentes.
¿Quién no tiene alguna anécdota con una tortuga? Recuerdo vivamente la angustia que sentía cuando de niño veía a una tortuga cruzando la carretera 57 cerca de la Muralla entre Saltillo y Monclova y la tristeza cuando más adelante veía a una de sus colegas que había perdido la batalla contra las llantas de algún automóvil. O cuando hace unos años vi una tortuga de más de un metro en las playas de Puerto Vallarta, rodeada de docenas de personas maravilladas de ver a un animal tan extraordinario.
En estos días vino a mi mente la tortuga mientras escuchaba una descripción del desempeño de la economía mexicana durante los últimos 30 años durante una presentación que hizo la Asociación Nacional de Empresarios Independientes (ANEI) en la que, con datos duros, revisaban la situación actual de pérdida masiva de empleos y cómo las políticas económicas de siempre no van a ser suficientes para sacar “al buey de la barranca”. Es decir, a lo más que se podría aspirar, de seguir haciendo lo que se ha venido haciendo por 30 años y que hasta la 4T ha adoptado, es a crecer a un ritmo de aproximadamente 2 por ciento anual y con el riesgo de las habituales crisis sexenales que nos han afectado desde que tengo memoria. Incluso cuando aquellos genios neoliberales estaban a cargo, las políticas económicas no funcionaron; convirtieron a la economía mexicana en una tortuga (simpática y de buen tamaño, pero vieja y lenta). Ahora, imaginemos a esa tortuga que antes se movía a 2 kilómetros por hora (o al 2 por ciento anual) en un buen año, viniendo de un par de años en los que de plano se detuvo y cuando llegó la pandemia es como si el COVID-19 y sus efectos, incluyendo la poco efectiva o hasta inexistente respuesta de los responsables de las políticas fiscal, monetaria e industrial del País, la hayan decidido voltear boca arriba. Como si no fuera poco que la tortuga era lenta o casi estacionaria, ahora está postrada boca arriba sobre el caparazón y para poder lograr que se eche a andar al paso que lo hacía antes primero tendrá que darse la vuelta.
No soy experto en tortugas, pero parece intuitivo (y después lo comprobé con una simple consulta), que una tortuga con la panza hacia arriba está muy expuesta y corre el riesgo de sufrir daños irreversibles y hasta la muerte. Sus órganos se comprimen y la tortuga sufre. Se dice que una tortuga sana puede ser capaz de voltearse a su posición normal por sí sola. El problema es que la economía (tortuga) mexicana no está sana. No lo estaba antes de la crisis de la pandemia y menos ahora con más de un año de estar sufriendo el impacto de una pandemia tan prolongada y casi nulos apoyos vía política fiscal, monetaria o industrial. En ese mismo estado están millones de ciudadanos y de empresas PYMES, boca arriba, expuestos y sin salud suficiente que les permita voltearse por sí solos. Urge que quienes definen la política económica del País reconozcan que hacer lo mismo que antes arrojará eso, lo mismo de antes (en el mejor de los casos). La tortuga no puede sólo aspirar a moverse al 2 por ciento anual, menos si en el último año se perdió tanta distancia. El País necesita crecer al 4, 5 o 6 por ciento cada año y sólo lo podrá lograr si intentamos recetas nuevas. Se supone que por eso cambiamos de cocinero, pero el cocinero parece haber llegado sin recetario y sólo usa el que dejaron los cocineros de antes, esos que en teoría hundieron al País. La ANEI insiste en que para que la tortuga se voltee y pueda avanzar se necesitan tasas de interés bajas por un periodo extendido y un programa inteligente de gasto e inversión de gobierno financiado con deuda (y no con nuevos impuestos) que detone la demanda, aun a costa de un déficit fiscal mayor a lo que dice la receta antigua. No hacerlo con urgencia pone en riesgo a millones de ciudadanos que no podrán salir de la pobreza y empresas PYMES que no aguantarán más meses boca arriba. Esperemos haya voluntad de al menos revisar estas ideas y podamos voltear la tortuga a tiempo.