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Como "Ricardo III" de Shakespeare nos hace entender a Trump
El contexto que rodeaba al Bardo de Avon antes de escribir su famosa novela, había sido el prolongado reinado de Isabel I. Los ingleses, al igual que William, temían sobre un cambio de poder que podría resultar en un desastre para el Reino Unido. Shakespeare proporcionó el ejemplo del monarca Ricardo III, de quien se decía había sufrido desdenes y rechazos de parte de la sociedad debido a un defecto que curvó su espina. Sintiéndose repulsivo y deforme ante los demás, Ricardo utilizó sus inseguridades y frustraciones contra su familia para obtener la Corona.
Desde esta psicopatología" dice el profesor de Harvard, Stephen Greenblatt "la obra sugiere que esto hace surgir la rara y obstinada obsesión por alcanzar una meta inviable, un rol para el cual no está preparado y con la que no cuenta con una sola aptitud"
¿Por qué entonces resulta un personaje como éste tan atractivo para el público?
Greenbalt propone cinco elementos que permiten a Ricardo III ascender al poder en la obra:
- Existen aquellos monarcas ilusos y puristas que intentan mantener todo en orden e ignoran las intenciones de Ricardo.
- Luego hay quines notan las intenciones viles del monarca, pero se muestran indiferentes a la situación
- Están aquellos que se sienten intimidados por las amenazas de Ricardo III y evitan confrontarlo
- También se encuentran los "aliados" que ayudan a Ricardo a ascender, esperando buscar su oportunidad para sacar provecho de él. Éstos serán los primeros en sucumbir y ser utilizados por el protagonista.
- En quinto lugar se encuentra... la audiencia.
Ricardo III, entonces, "triunfa" gracias a una burocracia apática y desinteresada que no llega ver dentro de las palabras engañosas e insidiosas del líder: pues es el público quien también toma parte dentro del camino del monarca por alcanzar el poder.
"Encantados vez tras vez ante el desenfrenado carácter del villano, su indiferencia ante las normas morales de decencia humana, sus mentiras que resultan efectivas aunque nadie las cree, y el seductivo poder de su gran fealdad" concluye Stephen Greenblatt, quien realizó un completo análisis en el Sunday Review del New York Times