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Cómo identificar el estrés crónico
Estaba frente a su computadora cuando de repente sintió como el cuerpo le hormigueaba, después se le entumía y poco a poco sus extremidades eran tan rígidas que no podía moverlas, no podía gritar, no sabía cómo avisarles a sus compañeros, que estaban a poca distancia de él, que algo le pasaba.
Llamémosle A. Pensó que le estaba dando un paro cardiaco o una embolia, a él, A., que tenía menos de 40 años, que trataba de comer sano y no fumaba. Cuando cayó de su silla, todos corrieron a llamar a la ambulancia, pero no imaginaban que eso que le había pasado a su colega, tenía que ver con algo que ellos también enfrentaban: estar expuestos al estrés.
Pero, ¿qué es eso? ¿Cómo protegerse? ¿Y si ya están ahí, cómo se empieza a atacar el problema para encontrar soluciones? “Veo cada día muchos casos de personas con estrés. La principal causa de estrés nunca es una, son muchas cosas. Sin duda, hay algunos factores de más peso.
En los mexicanos la principal causa de estrés es el clima social violento que activa las alarmas y ha hecho cambiar el estilo de vida en todo el país. El estrés postraumático se ha elevado en distintas estadísticas más de 100%, porque cada vez somos más lo que hemos pasado por algún episodio de violencia”, dice el doctor Jorge Abia, médico con especialidad en medicina interna y maestría en terapia familiar sistémica, hipnoterapeuta, director del Instituto Erickson de la Ciudad de México.
Viviendo con la luz roja encendida
A. se había separado de su pareja 15 días antes de aquella mañana en que su cuerpo no le respondió; una semana antes, mientras iba en su carro, fue testigo de cómo asaltaban a punta de pistola al automovilista de junto; en la empresa donde trabajaba había reajustes de personal y llevaba más de un mes trabajando en un informe que le demandaba muchas más horas de las habituales.
Si alguien le hubiera preguntado meses antes si sentía que vivía estresado, seguramente habría contestado que no. Ahora que revisa su historia, confiesa que su crisis se gestó mucho antes y es el triste resultado de una acumulación de cosas que se volvieron normales para él: desvelos constantes, largos y enfadosos trayectos con tráfico de su casa a la oficina, comer cuando podía y la absoluta falta de tiempo más que para trabajar y dormir; aunque eso último es relativo porque A.vive en una avenida principal, donde el ruido de los tráilers lo hace despertarse.
El doctor Abia dice que algunas investigaciones han demostrado que hay determinados factores que nos hacen estar más expuestos a que nuestra alarma se active, como puede ser una mudanza, un duelo, una ruptura. Sin embargo estar en una situación de estrés constante también va comprometiendo nuestras relaciones cercanas porque nuestra conducta se ve afectada.
El Instituto Mexicano del Seguro Social identifica cinco situaciones que van de la mano del estrés: el trabajo, las finanzas personales, la violencia, el tráfico vehicular y problemas de pareja o familiares.
Una consultora que da servicio de call center a grandes corporativos para que sus trabajadores tengan asesoría psicológica se sorprendió al ver que los dos temas por los que más llamadas recibían eran problemas con la pareja y de dinero.
Esos son los detonantes de mayor estrés en quienes los consultaban de forma anónima. Otra investigación hecha en la Ciudad de México arrojó que los niños que pasaban en el trasporte escolar más de 45 minutos mostraban una presión arterial más alta que aquellos que estaban menos de 30 minutos en el vehículo.
Como se puede ver, estamos expuestos de manera constante a detonantes que echan a andar nuestras alarmas y alteran los sistemas en nuestro cuerpo, lo que a la larga se traduce en problemas de salud. A esos detonantes s eles llama estresores.
“El problema es que el desgaste crónico favorece a la enfermedad. Por herencia, tendemos a enfermarnos de determinada cosa que hubo en la familia y también hay facilitadores ambientales, como bacterias; es muy importante atenderse medicamente y tomar acción para resolverlo”, señala Jorge Abia.
Atrapados en la sensación de peligro
Nuestro cuerpo está diseñado sabiamente y esa tensión que se activa cuando estamos ante algo que detectamos como una amenaza tenía su razón de ser. Pongamos como ejemplo el momento en que tenemos un accidente o presenciamos un robo, aquí las etapas de estrés que desarrolla nuestro cuerpo:
1-Alarma
El corazón y la respiración se aceleran, y el sistema nervioso y endocrino se activan, estamos en alerta. El flujo sanguíneo se concentra en el corazón, los pulmones y el cerebro, y disminuye en órganos que no son muy importantes en estas situaciones, como los sistemas digestivo y urinario.
El cerebro manda la señal de activación, hay tensión muscular, aumenta el nivel de insulina para metabolizar más energía, esto significa que todos nuestros sistemas se activan para que estemos listos para salir corriendo.
2-Resistencia
El cuerpo retiene sales y agua para equilibrar la presión sanguínea, listo por si hubiera algún sangrado, produce más carbohidratos, y los que tenía almacenados son liberados rápidamente para mantener la energía. Estamos ante la estrategia de supervivencia para hacer frente al peligro. Y aquí hay una división: como nuestra energía es finita, nuestro organismo vuelve a una aparente calma, pero las respuestas fisiológicas ya están listas y las hormonas en alerta para resolver lo que nos amenaza.
3-Agotamiento
En un entorno "sano", una vez pasado el peligro el cuerpo debería recuperar la normalidad. El problema es que la exposición a estresores sea tan constante que nunca logremos apagar el sistema de alarma, lo que nos llevaría al desgaste constante de nuestros sistemas. El estrés se vuelve crónico, el cuerpo y la mente se quedan atrapados en situaciones que parecen ser permanentes, y entonces todo el organismo se ve comprometido y no tendremos herramientas para enfrentar agentes dañinos como virus o bacterias, porque estamos "quemados".
¿Cómo nos salvamos?
A. llevaba varios días sin concentrarse, se sentía torpe, había perdido el apetito y estaba de mal humor, pero no le dio importancia. En un entorno competitivo, no había espacio para dudar o mostrar debilidad. Cuando lo llevaban en la camilla pensó que había tenido un evento cardiaco, pero después los doctores le dijeron que había sido una ataque de ansiedad.
No entendía qué había pasado y se avergonzaba de su diagnóstico, le costó trabajo entender qué parte de su recuperación pasaba por ir con un terapeuta que le diera herramientas para enfrentar las situaciones que le generaban estrés. “Médicos generales, familiares, ginecólogos, internistas, pediatras, son los que más ven esto. Sabemos cómo enfocar y diferenciar los estudios iniciales y, si es necesario, enviar a la persona a otro especialista. Es muy importante que se le hagan estudios para ver el desgaste en la persona y resolver a tiempo”, explica Abia.
El tratamiento incluye tres niveles fundamentales:
1) Tratar los síntomas físicos de acuerdo con el tratamiento dado por el médico especialista, así como proveer a la persona de educación psicosocial.
2) Tomar medidas higiénicas, tener una alimentación sana, ejercitarse, limitar el consumo de alcohol.
3) Dar herramientas resolutivas de emociones, actitudes y comportamientos, así como preventivas, es decir, no solo se trata de resolver el estrés en determinado periodo sino aprender a manejarlo a lo largo de la vida. Una ventaja es que con la edad se aprende a controlar el estrés, esto ocurre alrededor de los 35 años en nuestra cultura.
“Si estás pasando por una circunstancia que identificas cómo detonadora de estrés, es fundamental consultar al médico general, decirle lo que estás viviendo, y preguntarle qué consecuencias somáticas y orgánicas puedes tener.
Es algo que no hacemos en esta cultura, debería ser tan importante como ir al dentista, acudir dos veces al año con el psicólogo, y con una capacitación para que nos advierta que eso que percibimos como normal, nos expone a tener complicaciones a mediano y largo plazo”, aconseja Abia.
La clave es no descartar los síntomas ni considerarlo algo menor o transitorio. A. tuvo que parar forzosamente, entendió que para poder seguir siendo productivo en su vida tenía que conocer mejor cómo funcionaban los sistemas de alarma en su cuerpo y cómo aprovecharlos en lugar de que le jugaran en contra.
Hoy sabe que cuando siente que no puede más, una respiración profunda puede tranquilizarlo, que puede permitirse sentir ansiedad pero tiene terapia para trabajarlo, o que una salida con amigos aunque tenga mucho trabajo es igual de prioritaria, porque es la válvula de escape que le permitirá rendir más en la siguiente jornada.
Controla tu estrés en seis pasos
El doctor Jorge Abia nos comparte el siguiente ejercicio para ayudarnos cuando estamos ante un factor estresor y tenemos los síntomas de un ataque de ansiedad.
1. Detente un momento.
2. Busca un lugar cómodo, apartado y tranquilo.
3. Si puedes bebe agua simple y mientras lo haces pregúntate: ¿Qué me sucede? ¿Cómo me siento? ¿Dónde busco ayuda?
4. Contéstalas de manera inmediata, sin mucha reflexión, no te preguntes el porqué.
5. Fija la mirada en un horizonte que te permita descansarla.
6. Concéntrate en tu respiración, en cómo entra y sale el aire de tus pulmones y llena de oxígeno cada parte de tu cuerpo, durante al menos 5 a 10 minutos.
De esta manera, tendrás la oportunidad de entender lo que sientes y disminuir significativamente las alarmas. Podrás observar los desencadenantes de tu estrés desde una perspectiva distinta y, muy importante, abrirás la puerta a la posibilidad de solicitar ayuda. (Algunos reconocen estos momentos de respiración profunda y concentrada como un ejercicio de meditación).