Cómo es reportear en Nueva York con COVID-19: una ciudad sin voz, insólita, desierta y vacía

Así es la vida de Sandra Luz ejerciendo periodismo durante el ciclo Nueva York COVID-19, en una ciudad sin voz, insólita, desierta y vacía; confinada en una prisión del tiempo

Texto y Fotos: JOSÉ CARLOS NAVA

De repente, las manecillas del reloj empezaron a girar en sentido contrario. Los días prosiguen. Sin embargo, el tiempo acelera su trayecto regresivo hacia lo inevitable. Al final, la fuerza invisible del virus estalla y se multiplica; coloniza sistemas respiratorios humanos y tiene la capacidad de colapsarlos cuando la gravedad alcanza grado terminal. Una onda expansiva de parálisis se irradia y abre un inmenso cráter de silencio, justo en el corazón de la Costa Este de los Estados Unidos: Nueva York.

El área metropolitana que integran esta ciudad, el propio estado de Nueva York y las entidades de Connecticut y Nueva Jersey; concentra una población de 31.7 millones de habitantes, de los cuales 810 mil son de origen mexicano. Actualmente está convertida en uno de los epicentros mundiales de la pandemia. En base a información del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), con 28.1% de los pacientes totales y 40.7% de los fallecimientos reportados en los Estados Unidos, es la zona de mayor incidencia en el país más afectado a nivel global.

Más aún. Representa el punto internacional donde ha fallecido 55.1% de los mexicanos a causa de COVID-19 en el mundo: el mayor número de connacionales mortalmente afectados por el coronavirus hasta ahora, según  reportó la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) el 15 de junio.

Tres meses antes, al concluir una jornada más de reporteo en campo durante la gélida noche de un frío viernes 18 de marzo, Sandra Luz Vega Villalobos recibió en su celular una alerta de mensaje desde la red sociodigital Twitter y compartió en automático ese momento definitivo con Mario Cabellos Mocho, su esposo. Ni modo. Pésimas noticias a través del telégrafo electrónico de última generación.

“Ya llevábamos dos días en aislamiento (voluntario), y dos días después se decretó la cuarentena oficial. Me enteré de la noticia a través de Twitter, desde la cuenta del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo. Posteriormente vi la noticia por CNN, misma que compartí en Facebook. Ese fue el momento en que tuve mi primer ataque de pánico por coronavirus. Habíamos estado hasta ese punto muy bien, muy tranquilos. Pero cuando escuchamos ya oficialmente al gobernador de Nueva York decir  ‘¡No salgan de sus casas!’ sí fue un impacto muy fuerte”.

De inmediato, recuerda, salieron del departamento para armarse de provisiones en medio del pánico. Está en curso una declaratoria oficial de emergencia sanitaria, por lo tanto, resulta obvio que en estos casos suelen gobernar de  facto el miedo, la incertidumbre y un resorte que impulsa el principio de la supervivencia.

“Justo después de conocer la noticia, mi esposo y yo salimos al supermercado a comprar cuanta comida fuera posible; una reacción que sin duda nació de la incertidumbre ante el anuncio del cierre total de la ciudad. Me da vergüenza decirlo, pero también me volví loca al comprar comida. Para mi sorpresa el supermercado estaba casi vacío, y muchas otras personas acaparaban con todo lo que podían: papitas, yogurt, comida enlatada. Sin duda, fue un momento de histeria colectiva”.

Aquella fría noche de marzo, esa noticia y el termómetro en descenso no eran más que el preludio de un invierno en primavera que, ahora sabemos,  habrá de prolongarse por lo menos durante el resto del  año. Sin vacuna ni tratamiento de por medio, para ella el escenario quedó muy claro: había que recluirse y extremar todo sistema de prevención. La nueva cepa del coronavirus había llegado finalmente a la ciudad en modo multiplicación progresiva.

Fotos: Sandra Luz Vega

Orígenes,  migración y residencia internacional

Nacida en Torreón hace 32 años, Sandra Luz concluyó ahí mismo en 2009 sus estudios de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila. Al poco tiempo de egresar, empezó a ejercer el periodismo en un área de suplementos especiales de la Opinión-Milenio Laguna.

Dio, de hecho, sus primeros pasos como reportera en campo cuando la zona metropolitana de La Laguna era`una de las regiones más violentas de México. Para ese entonces, ya se tenían los primeros registros oficiales de agresiones contra periodistas en la comarca, incluyendo el asesinato de Eliseo Barrón Hernández (Paso del Águila, Torreón, Coahuila, 1973-Gómez Palacio, Durango, 2009), reportero que cubría la fuente policiaca en dicho medio de comunicación.

Años más tarde, un giro de la vida en busca de espacios laborales fuera del país le significó enrolarse en un programa de internacional de niñeras (Au Pair). Y es así como desde 2014 decidió emigrar a la Unión Americana. Al cabo de dos años regresó a La Laguna, aunque solo para preparar una estancia prolongada en Manhattan.

Desde ese sector mundialmente conocido de Nueva York, en condiciones de “normalidad”, Sandra Luz arma su agenda. Toma la calle en busca de presentaciones escénicas, alfombras rojas, actrices, actores, producciones artísticas-cinematográficas y actividades en recintos culturales. En esa inmensa ciudad cosmopolita de 8.6 millones de habitantes, donde en conjunto residen 335 mil inmigrantes de nacionalidad mexicana, se desempeña como reportera freelancer (que trabaja por cuenta propia) en temas relativos a estilo de vida, viajes, cultura y entretenimiento para la revista Siempre Mujer.

Por cierto, en ese medio, durante uno de sus trabajos más recientes tuvo la oportunidad de conversar con la actriz Lucy Hale, coprotagonista de la versión en película (2020) de la serie televisiva La Isla de la Fantasía. Paradojas y coincidencias de la vida, pues la producción tiene como base ese legendario programa que se transmitió entre 1977 y 1984. Su actor principal, Ricardo Montalbán (Ciudad de México, 1920-Los Ángeles, California, Estados Unidos, 2009) vivió varios años en La Laguna. Fue todo un torreonense adoptivo, por lo tanto, de alguna manera también paisano de Sandra Luz.

 

—¿Cómo es que emigras y te empiezas a adaptar a la dinámica social de una megalópolis como Nueva York?

—Mi primer año trabajando en el programa de  Au Pair  transcurrió en la comunidad de West Chester, Pennsylvania. Para la etapa siguiente me trasladé con una familia que vive en Queens, todavía no en la ciudad, sino en el estado de Nueva York. Era una oportunidad que no podía desaprovechar. En ese tiempo conocí a quien ahora es mi esposo: Mario. Él nació en España y radica desde hace algunos años aquí. Al paso del tiempo acordamos casarnos en México. Regresamos a Nueva York y vivimos aquí en el barrio de Manhattan desde febrero de 2017. Ambos contamos ya con la residencia.

 

—¿En qué consiste la cotidianidad neoyorquina?

—Lo bonito de Nueva York es que siempre hay algo diferente y algo nuevo que descubrir. Entonces vas al teatro, vas a un concierto, vas a museos, exposiciones, galerías, a caminar por el Puente de Brooklyn. Mucho quehacer siempre; mucha gente por todos lados también y ves a tus amigos cada fin de semana, toda vez que  aquí la gente trabaja un montón y es una dinámica diferente a la de Torreón en este caso. Allá es muy padre que puedes verte con tus amigos, ir a un bar entre semana. Pero aquí es un poquito más complicado. Mucha gente no se anima a salir tanto entre semana a tomarse un trago, por ejemplo. Prefiere socializar el fin de semana  para ir a algún bar o asistir a  conciertos. Hay  infinidad de cosas por hacer.

Su más reciente misión de trabajo internacional como freelancer tuvo como sede la ciudad santa de Jerusalén, Israel. Desde ese punto neurálgico y centro religioso de Oriente Medio, entre el 18 y 25 de noviembre de 2019, desarrolló la cobertura del Open Restaurants Festival (inicio del Festival de Restaurantes). La producción de contenido abarcó artículo, galería de fotos y material para redes sociodigitales.

Fotos: Sandra Luz Vega

Los contrastes: antes y después del choque frontal con la pandemia

Para Sandra Luz, vivir en la Nueva York prepandemia era eso: luces, ruido, aglomeraciones, tráfico incesante, gente transportándose vía subterránea por el metro en grupos masivos multiétnicos, comunicándose en múltiples lenguas a través de millones de voces. El movimiento pues resulta ser una constante, un signo indeleble en la ciudad. Se trata de la “ciudad que nunca duerme”, dice en una de sus estrofas la célebre canción que inmortalizó Frank Sinatra. De ahí pues lo impensable del presente.

—¿Cuál era el ambiente de la ciudad antes del COVID-19?

—Nosotros vivimos en el centro de Manhattan, por lo tanto es una zona muy turística. Siempre hay gente por todos lados, mucho tráfico, mucho ruido. De hecho, vivimos al lado de una comisaría de policía y muy cerca de una estación de bomberos. Siempre escuchas el sonido de las sirenas a todas horas. Es una ciudad  muy dinámica, muy activa. En cuanto al trabajo, precisamente al colaborar como freelancer todo depende de cuántos eventos se programen, entrevistas, lanzamientos, lo que sea. Así es una jornada normal.  Si la agenda inicia muy temprano, entonces hay que salir a trabajar por la mañana. En otras ocasiones,  a mediodía o por la tarde.

 

—¿Cómo te das cuenta de que las circunstancias de “normalidad” empiezan a cambiar?

—Empezamos a recibir las noticias de lo que estaba pasando en China, Italia y luego España. Entonces, sabíamos que la llegada del virus sería inevitable, porque Nueva York  es un punto de tráfico internacional muy importante. Solo era cuestión de estar al pendiente. En el tiempo anterior a la cuarentena, estando en la rutina normal del día a día, cada vez veía con más frecuencia a integrantes de la comunidad asiática utilizando cubrebocas en la vía pública. Al ver personas de origen asiático cubriéndose las vías respiratorias sabes que la pandemia está cerca. Esto ya está por aquí. 

La enfermedad de coronavirus (Coronavirus Diseases) COVID-19 es un padecimiento originado por el Coronavirus SARS-CoV2. El nombre refiere a Síndrome Respiratorio Agudo Grave (Severe Acute Respiratory Syndrome, por sus siglas en inglés), perteneciente a una segunda cepa de coronavirus (CoV2). Éste cruzó la barrera de la especie, llegando a los seres humanos a través de murciélagos infectados. Se detectó a finales de 2019 en un mercado de Wuhan, China donde es usual el consumo alimenticio de animales exóticos.

El primer tipo de Coronavirus (SARS-CoV) surgió en la provincia de Guangdong, China, en noviembre de 2002. De ahí se expandió a más de 30 países. Aquel brote afectó a 8 mil personas en el mundo, con una letalidad de 8 a 10%. En esa ocasión los gatos civetas fungieron como reservorio antes de que el virus transitara hacia  las personas, plantea Brenda Tesini, investigadora de la Escuela de Medicina y Odontología de la Universidad de Rochester, Nueva York.  Desde 2004 no se tiene otro registro de incidencia.

En 2012 fue descubierto otro integrante de esta familia viral en Jordania y Arabia Saudita. La infección transitó de camellos dromedarios a organismos humanos y se le nombró Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS-CoV). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) a nivel global ha fallecido 35% de los pacientes reportados con esta enfermedad. 

A este tipo de virus se les denomina así por su estructura microscópica: una especie de esfera en forma de corona, armada con múltiples filamentos alargados semejantes a una vestidura de corneta, desde la boquilla hasta el pabellón. La infección se activa mediante aerosoles o gotículas que son liberadas al hablar, toser o estornudar. Fiebre, tos, dolor de cabeza, resfriado y dificultades para respirar son los síntomas que una persona manifiesta al contraer la enfermedad. No obstante, hay también una alta probabilidad de casos asintomáticos. Es decir, que ésta puede prevalecer sin mostrar indicios de su presencia en el organismo. En casos críticos, los pacientes pueden desarrollar neumonía, una inflamación de los pulmones  que puede ser mortal. 

 

—¿De qué forma la pandemia comienza a alterar el estilo cotidiano de vida?

—De un momento a otro empezaron a pedir cubrebocas, guantes y gel antibacterial. Yo creo que el indicativo más fuerte de que ya era algo serio es cuando cierran las escuelas. Que cierren las escuelas te dice que ya es algo que va a crecer. Después de eso se cierra todo.  Cerraron negocios y museos. Cerró Broadway. Así fue la manera en que toda la rutina cambió. Ahora, tenían que trabajar desde casa quienes pudieran hacerlo; las personas que desempeñaran trabajos esenciales debían continuar, aunque aplicando todas las medidas de prevención. Nosotros, la verdad, por la conexión que tenemos con la familia de mi esposo en España y al saber cómo estaban las cosas por allá, decidimos no salir. Nos quedamos en casa totalmente. En materia de trabajo, se volvió indispensable hacer todo lo posible en línea y finalmente alertar a la gente en México, a mi familia y amigos. Yo creo que es casi imposible encontrar algo similar en la historia de Nueva York.

Al 15 de junio, de acuerdo con el tablero COVID-19 del Centro para Sistemas Ciencias e Ingeniería  de la Universidad John Hopkins de Estados Unidos, se habían confirmado 8 millones 65 mil 966 casos en el mundo, implicando el fallecimiento de 437 mil 604 personas. Por su parte, la Secretaría de Salud federal en México reportó 150 mil 264 pacientes acumualdos, de los cuales 17 mil 580 perdieron la vida. 

Fotos: Sandra Luz Vega

En Coahuila, con información de la Dirección General de Epidemiología, la misma fuente registró 2 mil 053 casos acumulados y 133 defunciones. En este sentido, Sandra Luz vive otro epicentro de coronavirus, aunque a distancia. Torreón, terruño y también hogar de su familia más cercana, se mantiene desde mediados de mayo como foco estatal de la pandemia. En la fecha mencionada con anterioridad, el municipio reflejó 712 casos acumulados (34.6% del total en el estado); un contexto de incidencia en el que 39 personas han fallecido.

Justo 90 días antes de esta realidad en el presente, comenzó a gestarse el largo confinamiento que han mantenido Sandra Luz y Mario, enclaustrados en su departamento de Manhattan desde la perspectiva y los paralelismos de tres naciones: México, España y Estados Unidos. Así también empezó a gestarse el doloroso trayecto del estado y la zona metropolitana de Nueva York, hasta convertirse en epicentro de la pandemia en Estados Unidos. Más aún: en el epicentro internacional donde el mayor número de  mexicanos ha fallecido por COVID-19 en el mundo.

Nueva York, nodo metropolitano y epicentro de COVID-19 en Estados Unidos; lugar donde más mexicanos fuera de su país han fallecido por la pandemia: la historia de los hermanos Javier y Martín Morales

El estado, la ciudad de Nueva York y el área metropolitana que agrupa a las entidades de Connecticut y Nueva Jersey han sido hasta ahora el punto geográfico de Estados Unidos con más incidencia de COVID-19. Partiendo de las estadísticas del CDC, al finalizar la primera quincena de junio esta zona mantenía un registro de 599 mil 264 pacientes confirmados; una proporción de 28.1% del total en ese país: 2 millones 132 mil 321 personas. Y es en este vasto espacio territorial, teniendo a Manhattan como eje de residencia, donde se encuentra el rango de cobertura del que Sandra Luz dispone para cubrir a distancia y de manera presencial sus fuentes de información.

 

—¿Dónde ubicas el punto de ruptura más fuerte?

—Yo creo que fue a finales de marzo. Es en ese tiempo cuando nos damos cuenta de la seriedad del asunto. Cuando realmente ves, lees y escuchas que esto no es una broma. Que no es algo ligero, y que debe cambiar prácticamente el estilo de vida del mundo para sobrellevarlo.

En este marco, recuerda algunas de las escenas más duras que ha proyectado la pandemia del coronavirus en la ciudad. “Fue algo muy delicado y sorprendente ver que levantaron un hospital de campaña en Central Park. Tuvo que llegar ayuda médica por medio de unidades  militares. También me di cuenta de la manera en que muchísima gente salió a la calles para presenciar el atracamiento del buque-hospital de la Marina. Lo estaban grabando y no estaban respetando el distanciamiento social”.

Mediante la habilitación de mil camas y mil 200 tripulantes, el USNS Comfort fue requerido en la última semana de marzo para aliviar el colapso hospitalario. “Esto es un desastre en espera. Sabemos que el sistema de salud va a quedar sobrepasado. Así es como muere la gente”, dijo a los medios el gobernador Andrew Cuomo después de haber decretado oficialmente la cuarentena.

Funerarias y panteones también quedaron rebasados, por lo que fue necesario utilizar morgues móviles en tráileres con refrigeración. "Nunca he visto algo así en toda mi vida, esta cantidad de personas que pueden fallecer en un período tan corto", expresó Philip Tassi, presidente de la Asociación de Cementerios del Estado de Nueva York, en una entrevista con Gerardo Lissardy, de la BBC Mundo. “Ni en el 11-S teníamos un número de cuerpos con esto”, precisó en referencia al bombardeo con dos aviones comerciales utilizados por Al Qaeda para destruir las Torres Gemelas en 2001. En ese ataque murieron 2 mil 983 personas.

Entre el 16 de marzo y el 15 de junio, en esta zona interestatal de la Costa Este han fallecido 47 mil 646 pacientes de coronavirus; el mayor número de muertes (40.1%) de las 116 mil 862 registradas hasta ahora en la Unión Americana. Esa sola proporción de letalidad en el nodo Nueva York-Connecticut-Nueva Jersey supera 2.7 veces las 17 mil 580 pérdidas humanas que se han reportado oficialmente en nuestro país en un periodo similar.

No únicamente eso. Lo más triste es que en este punto geográfico ha muerto hasta la primera quincena de junio el mayor número de mexicanos que viven fuera del país. De acuerdo con la SRE, ahí han perdido la vida 748 (55.1%) de los mil 357 connacionales víctimas del coronavirus en el mundo: casi dos terceras partes de las defunciones de ciudadanos mexicanos a nivel global por la pandemia.

Sandra Luz refiere cómo en este contexto donde se profundiza la emergencia sanitaria, dos de nuestros paisanos fallecieron por enfermarse de COVID-19. Javier Morales, 48 años,  exhaló su último suspiro en una cama del hospital Hackensack de Nueva Jersey el día 6 de abril. Con 39 años, Martín, su hermano, moría doblegado apenas 24 horas después, finalizando así el resguardo voluntario que llevaba en casa. Ambos residían en el condado de Teaneck.

Por la misma causa, para ese tiempo casi 250 migrantes mexicanos habían fallecido en la ya mencionada área interestatal. Tan solo en ese lapso, de un día para otro, las autoridades sanitarias registraron la muerte de 731 personas en el estado de Nueva York,  casi el mismo número de paisanos nuestros, víctimas de coronavirus durante un periodo de tres meses en toda esa zona territorial de influencia.

“Una amiga me platicó que Martín, un colega suyo originario de Oaxaca, murió a causa del coronavirus. Sí fue un shock, porque aparte mencionó que la familia estaba atravesando por un momento financiero muy difícil. En esa misma situación se encontraba Javier, su hermano, quien perdió la vida antes por haber contraído también COVID-19”.  

Los hermanos Morales partieron a muy temprana edad de su pueblo. Emigraron a Estados Unidos siendo apenas adolescentes. Ambos nacieron en Santa Catarina Yosonotú,  una población de mil 886 habitantes con profunda raíz indígena enclavada en la Sierra Mixteca. Se trata de una localidad perteneciente a la cabecera municipal de Tlaxiaco, tierra natal de Yalitza Aparicio. Ella se convirtió en fenómeno mediático internacional, luego de ser nominada a mejor actriz en la edición 2019 de los Premios Óscar por su papel de Cleo en la multipremiada película Roma

 

—¿De qué forma te impacta una historia tan cercana como esta?

—Escuchar sobre la historia de los hermanos Morales, la verdad, fue como un golpe. Fue algo impactante. Incluso sin estar de por medio el no haberlos conocido en persona. Cuando vives fuera de México, hay un lazo invisible que te une a tus compatriotas porque todos compartimos esas ganas de hacer las cosas de una manera diferente. Pero también vivimos las dificultades que representa vivir en otro país.

Sepultar sus restos mortales donde nacieron fue la última voluntad de los hermanos Morales. De esta manera, con el propósito de recaudar 35 mil dólares para trasladar los cuerpos a México, afrontar los gastos del funeral en Santa Catarina Yosonotú y apoyar a las familias que Javier y Martín dejaron en Teaneck, Nueva Jersey; sus sobrinas  Sheila y Melanie Cruz-Morales lanzaron una campaña a través del sitio www.gofundme.com, titulándola Morales Brothers: COVID-19.

En la carta de petición, Sheila externa su dolor: “No podríamos estar más orgullosos de ellos; siempre los llevaremos en nuestro corazón. En este momento tan difícil, lo único que quiere nuestra familia es llevarlos de regreso a su pueblo de nacimiento”. Sobre el fallecimiento de su tío Javier, “a mi familia le gusta pensar que no podía vivir sin su hermano mayor”, dijo Melanie, de 19 años y hermana gemela de Sheila en una entrevista publicada el 24 de abril por la periodista Annie Correal, reportera en campo de The New York Times.

“Escuchamos oficialmente al gobernador decir ‘¡No salgan de sus casas!’. Ese fue el momento en que tuve mi primer ataque de pánico por el coronavirus”. Atónita, confiesa que nunca imaginó lo que vendría: una megalópolis apagada y solitaria. Tiempo atrás, puso en guardia su estado personal de alerta al observar la portación de cubrebocas entre la comunidad asiática. Y apenas dos días antes del decreto, “en 48 horas deciden si cierran Nueva York completamente. Amigos y familia en México, no se tomen las cosas a la ligera”, publicaba en Facebook la periodista nacida en Torreón, al confirmar la gravedad de la pandemia; tratando de evitar en sus paisanos el catastrófico síndrome de la indolencia.

Javier era el padre de Cristal, hija única. Martín procreó con su esposa dos varones y una mujer: Coby, estudiante de grado preuniversitario (High School), Emiliano y Axcity, quienes actualmente cursan su educación preescolar en un jardín de niños. “Mi familia nunca hubiera imaginado lo que nos pasó. Mis tíos eran grandes personas con mucha vida por delante. No son números o estadísticas, ellos eran seres humanos que merecían lo mejor”, escribió Sheila antes de suplicar a los donantes aportar para hacer posibles los servicios funerarios.

Semanas después, ella misma desactivó la opción de “aportar donativos” en la página, luego de recibir la última de las 758 contribuciones el 9 de junio: 100 dólares por parte de una usuaria de nombre Irma L. Tessier. Al final, las gemelas Cruz-Morales lograron recaudar 35 mil 304 dólares, una cifra cercana a los 800 mil pesos mexicanos.

“La historia te hace pensar también que nadie está exento de esta situación y  más en Nueva York, una ciudad de inmigrantes”, comenta Sandra Luz al describir cómo la sensación  de vulnerabilidad resulta ser la constante de una experiencia compartida viviendo en el extranjero. “Que nuestra familia tenga que pasar por procesos, papeleo y recaudación de fondos; es algo que te hace pensar en el presente. Y desde luego, te hace considerar, como en este caso, qué tanto te estás cuidando, cuáles son las medidas que estás tomando e, incluso, cuál es la situación laboral en la que te encuentras”.

Con ánimo de esperanza, el 25 de abril Sheila publicó por última vez en el sitio creado para apoyar la causa de los hermanos Morales. En ese mensaje comparte con los donantes la noticia de que “nos encontramos muy cerca,  a un paso de trasladarlos de vuelta a México, y así darles el último adiós”. Justo durante el último tramo, el tiempo y la indescifrable burocracia estatal oaxaqueña agotaron la esperanza. Los cuerpos de Javier y Martín tuvieron que ser cremados. Todavía, por lo menos hasta el 6 de junio, la familia seguía luchando. Ahora con la encomienda de lograr que las cenizas lleguen finalmente y contra todo a Santa Catarina Yosonotú, lugar donde habrán de permanecer a perpetuidad. Siguen luchando. Siguen haciendo el intento.

Y como si fuera un capricho del destino cuando se trata de eso que llaman almas gemelas, Javier y Martín llegaron a la vida en el mes de enero. Javier, a los 15 días en 1972; Martín, en plena celebración de Año Nuevo en 1981. Al final de sus días, los dos partieron al terminar la primera semana del último mes de abril. En efecto, “tenían que irse juntos”, dijo su sobrina Melanie durante las exequias.  “Javier Morales 01/15/72 - 04/06/2020 (y) Martín Morales 01/01/81 - 04/07/20”, se indica al pie de la misiva publicada en GoFundMe. A manera de epitafio, las fechas de nacimiento y muerte están separadas por la silueta de un corazón.

Fotos: Sandra Luz Vega

Lecciones y perspectivas

Las experiencias del confinamiento para Sandra Luz han sido como la vida misma: un inmenso mosaico de contrastes. En una pandemia concurre todo un conjunto de emociones y sensaciones contradictorias. De forma indistinta, domina el principio de la intensidad para todo: miedo, incertidumbre, desconfianza social mutua, e incluso, al comprobar que el planeta le pertenece a la naturaleza. Hay espacio incluso, para intensificar la calma y darle un respiro a la vida misma.

“Ver a toda la gente con cubrebocas y guantes; notar cómo la gente prefiere separarse de ti cuando te acercas es algo que te impacta, aunque es con lo que estamos conviviendo. Tomar fotos por la noche en un Times Square totalmente vacío es algo muy difícil de observar. Sin embargo, creo que también es un respiro para el planeta. Nueva York es tan acelerada que había momentos, justo antes de la pandemia, en los que yo me sentía absorbida por la ciudad, por el ritmo de vida, por eso de estar corriendo a todos lados. En este tiempo, salimos y no te topas con gente que te está empujando ni con gente gritando. Tenía años sin disfrutar una noche de sueño así, tranquilamente durmiendo como un bebé”.

 

—¿En qué consiste personalmente ese respiro del que hablas?

—Entras en una dinámica de hacer, hacer, hacer, hacer, hacer; pero nunca te das una pausa. Al menos aquí. Y yo creo que fue algo que necesitábamos todos: familias, jóvenes, personas adultas. Y eso mismo creo que está pasando en otros países.  Es necesario darte un tiempo  y tomar las cosas con más calma. Espero que podamos tomarlo como una pausa en nuestra vida.

 

—En ese sentido, ¿cuál sería el balance de tu confinamiento hasta ahora?

—Pues la verdad me sorprende. Yo no era mucho de estar en casa, la verdad. Prefería estar en la calle, haciendo algo. Ya vamos para dos meses y la verdad no ha estado nada mal: redescubro cosas de mí, del encierro y  de mi convivencia con la persona que comparto la vida. Llevamos más de dos meses de confinamiento y, al menos en nuestro caso, no ha estado nada mal. Tenemos residencia, contamos con servicio médico. Pero al mismo tiempo me sorprenden  bastante las diferencias culturales de cómo cada país lo aplica. En México se vive muy diferente a cómo se está viviendo en España. Y aún así, hay gente que no cree que la pandemia es real.

 

—Esa idea fue muy persistente en tus publicaciones, sobre todo por Twitter y Facebook.

—Nuestra intención fue compartir esta cercanía y la información que teníamos de España con mi gente de México. Mario y yo teníamos, por así decirlo, un pulso de primera mano. Nos dimos cuenta de que los niveles de conducta eran muy diferentes, a pesar de que los gobiernos han realizado esfuerzos muy similares. En España el confinamiento fue total. Ahí multaban con sumas muy altas si te veían en la calle. Aquí en Nueva York fue un poquito menos estricto y también hubo de todo. Está el ejemplo de la comunidad ortodoxa judía porque, a pesar de las restricciones, han hecho funerales multitudinarios para sus rabinos. En casos así tuvo que llegar la policía a cancelarlos porque representaban un foco de infección.

 

—¿Cuál es tu punto de vista con respecto a esa situación en México?

—Yo quería compartirles la seriedad del asunto para que no llegara a niveles como los de España; para que la gente se lo tomara en serio desde un principio. Yo sabía que esto llegaría a México en algún momento, aunque sin saber con la fuerza que impactaría la vida social. En México me da la impresión de que la gente sigue saliendo, aunque se hayan cerrado escuelas y lugares de recreación. No lo sé. México es un mundo alterno. Mi país es tan bonito, pero al mismo tiempo creo que la gente se lo ha tomado un poco a la ligera.

 

—¿Qué enseñanzas de todo este proceso consideras las más importantes?

—Yo creo que esta experiencia me ha dejado la necesidad de aprender a ser responsable como integrante de una sociedad. Cierto, eres tú en lo individual, pero todo lo que haces impacta a la comunidad. Hay que aprender a ser responsables en ese sentido. También hay que aprender a lidiar con nosotros mismos, porque por la duración del encierro hay gente que se está llenando de ansiedad. Y también se está llenando de miedo por convivir consigo misma. Tienes que aprender a lidiar con tus fobias, con la incertidumbre del futuro. Tienes que aprender a vivir con los supuestos de la irrealidad: el hubiera hecho, el hubiera ido, el hubiera. Finalmente, se trata de aprender a lidiar contigo mismo y respetar a los demás. Todo ello, incluyendo el acatar las órdenes del gobierno cuando se trata de distanciamiento social.

A punto de ingresar al trayecto final de la entrevista, Sandra Luz habla de las expectativas laborales, de la incertidumbre del futuro y de un cambio drástico en las formas de concebir el trabajo a raíz de la pandemia. Por lo pronto, pronostica, la dinámica del periodismo freelancer  se agudizará.

“Totalmente. Creo que el trabajar desde casa se va a convertir en una nueva  norma para muchas empresas y quizá también para muchos medios. Los medios ya disponían de muchos freelancers (agentes libres) como es  mi caso. Yo creo que eso va a crecer también un poquito más. La forma de cubrir eventos culturales o de espectáculos cambió. Debido a la pandemia, muchos artistas que viven en Miami o Los Ángeles ya no volaron a Nueva York. Ahora se hace todo por ZOOM. En mi caso, bajó el volumen de redacción y produzco más vídeo. Es también el caso de Mario. Él no va a la oficina. Ahora todo se hace desde casa. De ahí, algunas de las proyecciones que se mencionan aquí: el working from home (trabajo desde casa) crecerá exponencialmente después de esto. Las empresas se habrán dado cuenta de que van a ahorrar muchísimo”.

Fotos: Sandra Luz Vega

—¿Crees que esto implique reducir el ingreso y el valor del trabajo?

—De lo que me he dado cuenta en este tiempo fuera de México es que el periodismo es mal pagado en todos lados, en muchos países. Yo imaginaba que esa realidad sería distinta en Nueva York, pero no. Es de los empleos peor pagados. Yo espero que el ingreso no se reduzca porque ya de por sí es bajo. Creo que el periodista hace su labor con amor y dedicación, y eso no debería perder su valor. Lo que sí es muy probable es que cada vez más los medios de esta ciudad contraten a personas que están en otros países. Es muy sencillo. Para qué contratas a  alguien que te va a cobrar 50.00 dólares por artículo, si otra persona  por un costo de 2.00 hará el mismo trabajo.  

Y no obstante la rudeza por afrontar en ese entorno, Sandra Luz preserva un espacio para continuar de frente con esperanza. Si bien el futuro se ha vuelto menos predecible y más inestable, después de la cuarentena la “nueva realidad” no limita el ánimo de mantenerse de pie con un sano optimismo.

“Acaban de anunciar que pronto reabrirán ciertos negocios, pero los recintos culturales van a permanecer cerrados. Broadway anunció reinicio de actividades hasta septiembre. Esa es mi proyección por ahora, aunque debo tomar en cuenta que hay posibilidades de una segunda ola de contagios. Eso me mantiene alerta y, la verdad, no vale la pena arriesgarse. Con todo,  saldré a disfrutar Nueva York nuevamente con los brazos abiertos. Pero siempre con el cuidado que esta pandemia nos está enseñando: aprender a comportarme como buena ciudadana en lo colectivo y personal”.

 

—¿Cómo avizoras ese futuro?

—Yo espero que esto nos enseñe humanidad y humildad. Debemos ser conscientes de que nadie es intocable y que no importa quién seas; si tienes un máster o el doctorado. Todos estamos en la misma situación: desde la persona que recolecta las verduras hasta aquella que te lleva las compras a domicilio. Esa gente, al igual que todos, al igual que nosotros, también se está jugando la vida. Tenemos que respetar esos niveles y ser más humildes.

 

—¿Consideras que esto podría ser una de las máximas lecciones: volvernos más humanos y deshumanizarnos menos?

—Totalmente. La verdad espero que en realidad aprendamos algo. Porque si después de esto seguimos igual, de nada habrá servido la experiencia. Todo este tiempo habrá sido en vano. No nos habrá enseñado nada la pandemia como personas, como familias ni como sociedad. Y eso, la verdad, no creo que sea el punto. Por el contrario. Aprender de la historia será esencial. Tenemos que aprender de este gran confinamiento para mejorar nuestra convivencia social. Hay que adaptarse y seguir adelante.

La sesión vía Internet por ZOOM está a punto de expirar. En estos casos, no me gusta decir adiós. Prefiero un hasta siempre. Pienso que al lado de Mario, Sandra Luz se ha redescubierto a sí misma mientras la vida de ambos transita en confinamiento, justo en el lugar donde se gestó una de las catástrofes humanitarias más grandes que ha dejado la pandemia en el mundo. Y sin embargo, la Nueva York del ciclo COVID-19 es a un mismo tiempo escenario de claroscuros. En paralelo a la tragedia, ahí retumba la voz noble y amable de la naturaleza.

Y es que por lo menos  desde hace dos meses, sus oídos han dejado atrás el ruido citadino de la urbe posindustrial de hierro. El ulular de las sirenas y el rumor del tráfico se desvanecieron. En la cuarentena las calles empezaron a hablar en otro idioma, teniendo al silencio de fondo. “Me hacía falta. Bastante lo necesitaba. Ahora escuchamos el cantar de las aves y el sonido del viento”. Así la imagino en una de sus fotos más recientes en Instagram: a contraluz y de espalda a la cámara, contemplando por la ventana un atardecer más del presente; sintiendo y escuchando cómo a pesar de todo, entre el cielo y el suelo de Manhattan, un mundo mejor puede ser posible.

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