Cómo cumplir sus propósitos

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Cómo cumplir sus propósitos

Hay dos tipos de gente: quienes saben planear y perseguir sus propósitos Y quienes nomás terminan haciéndose majes

Por supuesto que los propósitos no tienen en sí nada de malo, ni siquiera flaquear o de plano desfallecer en su cumplimiento, en tanto sigamos honestamente persiguiendo la meta que nos hayamos propuesto.

Aquí no emitimos juicios morales. Si su propósito es trabajar menos y darle más vuelo a la hilacha, felicidades. De hecho, le puedo poner en contacto con juerguistas de gran trayectoria para que le enseñen a amilanar y disimular las resacas, a vencer la natural resistencia a beber en martes y a contestarle a todo aquél que se sienta autorizado a sermonearle.

Si, por el contrario, su objetivo es observar un estilo de vida más sano y ponerse en forma, pues desde aquí, desde el palco del sedentarismo, le echamos muchas porras a toda nuestra delegación mexicana.

Los propósitos son más bien silenciosos, son un cambio fundamental de actitud generado en lo más interno de nuestras convicciones y una determinación irrenunciable a caminar el sendero que hemos trazado quizá durante largo tiempo.

Los propósitos, cuando son auténticos, rara vez se le participan a terceros. Tal vez a la gente estrictamente necesaria, gente que nos pueda facilitar algún conocimiento o herramienta que nos ponga en el buen camino, pero no más.

El trayecto hacia el mejoramiento personal, eso sí le digo, es una aventura en solitario. No le va a acompañar nadie, ni sus hijos ni sus padres, ni su consorte ni su “qué ver”, porque no involucra a nadie más que a usted. Entiéndalo: viajar con acompañantes es luego la mejor excusa para fallar y desistir.

Luego, ahí está lo malo de que nos gusten tanto las películas, ya que en la narrativa fílmica la consecución de un objetivo demora lo que dura una canción del grupo Foreigner. Luego viene una edición de tomas (al ritmo de la música) en el que el protagonista va adquiriendo poco a poco el dominio absoluto de su disciplina (ya sea que se esté preparando para un torneo de karate o la olimpiada de matemáticas).

La canción finaliza y vemos llegar al héroe ya muy chicho para darle la batalla al que sea, incluso al campeón invicto que le dobla en peso, le triplica en experiencia y le cuadriplica en cabronez.

Bueno, pues la cosa en la vida real demora considerablemente más de los cuatro minutos que duran “Eye of the Tiger” o “You’re the Best Around”. ¡Pero anímese! Usted no tiene que pelear contra Apollo Creed o los Cobra Kai. La batalla es contra usted nada más. Y nadie dijo que por ello sea sencillo, pero al menos ya conoce a su adversario.

Sepa que los planes, proyectos e intenciones largamente cacareados no son propósitos, sino puro aire tibio que sale de la boca y que no sirve más que para contribuir al calentamiento global.

Se dice –equivocadamente– que es imposible engañarse a uno mismo. Pero lo cierto es que es algo muy sencillo. Es muy fácil creer que de verdad lo estamos intentando para luego entregarnos a la más cómoda indulgencia. ¡Cuidado con eso! Se vale tener momentos de debilidad, pero no hacerse mensos solos.

Tuvo el Rey de aquella comarca no muy lejana un propósito al inicio de su reinado: “Eliminaré la tenencia para que los aldeanos sean felices y vivan ‘Más Mejor’”.

La tenencia era un impuesto a todos los caballos, cuacos, mulas, borricos, camellos y animales para montar en general, mismo que ya nadie recordaba por qué o desde cuándo se había aplicado, pero todos lo pagaban sin chistar, no fuera siendo que los guardias del Rey confiscaran a la fuerza sus… ¡Ay, ya me aburrí!

No era rey (aunque casi), se llamaba Rubén Moreira y prometió desde su campaña electoral eliminar la odiosa tenencia que pagan los propietarios de vehículos desde tiempos de Díaz Ordaz. Lo prometió y hasta lo firmó con gran teatralidad.

Pasó el primer año de su gestión, el segundo, el tercero y el cuarto, el quinto y el sexto y esta promesa apenas, se supone, está por convertirse en realidad.

La verdad es que deja mucho que desear como propósito, pues Rubén no asume realmente el costo administrativo de esta medida, sino que lo hereda a la siguiente gestión.

Además, la tenencia se eliminó, pero en cambio se encarecieron otros impuestos y gravámenes durante todo el sexenio, sexenio que por cierto se ha especializado en escamotearnos la rendición de cuentas públicas y en continuar sangrando al erario desde diferentes boquetotes.

Así que querer colgarse una medallita por la presunta eliminación de este impuesto son de verdad muchas ganas de auto engañarse.

Por si fuera poco, para nadie pasa inadvertido el oportunismo electoral con que Moreira Valdez  anuncia la supuesta eliminación de este impuesto que ignoro si ha logrado por fin cubrir el costo de los Juegos Olímpicos de 1968 (¡Viva el PRI!).

El cumplimiento de este compromiso es tan falso como el propósito de una gorda que saliendo del primer día del gym, se va directo a Los Pioneros a empacarse cuatro de cachete con coca de dieta.

Y a propósito, el Góber también prometió hacer dieta al inicio de su aciago sexenio, pero en vez de bajar de peso, sólo nos adelgazó la cartera.

Concluimos que hay dos tipos de gente: están quienes saben concebir, planear y perseguir sus propósitos hasta una feliz culminación y, en oposición, quienes nomás hacen alharaca, comunican a todos sus loables intenciones y terminan haciéndose reverendamente majes.

¿En qué categoría coloca al Góber y su “eliminación de la tenencia”?

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